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Marco Sifuentes
Periodista

Crónicas Marcianas

Publicado el 30 de enero del 2019

Marco Sifuentes
Periodista

Crónicas Marcianas

Publicado el 30 de enero del 2019

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El mejor cómic peruano que nunca leíste ha vuelto

La primera vez que supe que alguna vez había existido algo llamado “Selva Misteriosa” se cumplían veinte años de su abrupto final. Era 1994 y, para entonces, aunque usted no lo crea, la revista Somos se había vuelto el centro del universo friki local (esa es una historia para otro día, apunten). En la sección “Fanaticomics” ponían un par de viñetas dibujadas por alguien que, a diferencia de tantos artistas de superhéroes que repletaban esa sección, era peruano. Un dibujante de cómics peruano. Pero no uno cualquiera.

Javier Florez del Águila, como se llama el compatriota, no se dedicaba a la sátira política ni la introspección personal, los dos géneros nacionales por excelencia. No, este pata hacía un cómic de aventuras. Ambientado en la amazonía. El artículo lamentaba el vigésimo aniversario de la cancelación de esta obra maestra.

Yo me quedé atónito –por no usar una palabra más exacta–. Qué tales claroscuros. Qué narración más vigorosa. Qué energía. Y, al mismo tiempo, qué peruano se veía todo. Aquí teníamos a alguien que dibujaba aventuras adultas con un nivel universal. En mi cerebro adolescente lo relacioné con Frank Miller; con los años, solía compararlo con Hugo Pratt; después, descubrí que era un mix de Alex Raymond y Alberto Breccia.

Y nunca más supe de él. Hasta anoche.

Qué tales claroscuros. Qué narración más vigorosa. Qué energía. Y, al mismo tiempo, qué peruano se veía todo.

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Estoy exagerando con lo de “nunca más”, desde luego. “Selva Misteriosa” siempre ha estado presente en el mundillo de la historieta local. Los fanzines reimprimían algunos fragmentos, entrevistaban al creador. Descubrí gente que había armado su propio álbum, recortando las tiras del periódico. La gente fotocopiaba esos álbumes. Si hay algo que en serio merece el manoseado calificativo “de culto” es este cómic.

“Selva Misteriosa” se publicó entre 1971 y 1974 en El Comercio. El diario había organizado un concurso entre dibujantes locales y el premio era ser publicado todos los días, en la sección “Amenidades”, debajo de Rip Kirby y Mafalda. Ganó Javier.

Ya era un artista curtido. Se formó a mediados de los años 50, en las canteras de “Avanzada”, la legendaria revista juvenil apadrinada por Monseñor Durand. Allí trabajaban los verdaderos padres fundadores de la historieta peruana moderna: Rubén Osorio y Hernán Bartra (más conocidos como Osito y Monky). Ellos le enseñaron lo que sus profesores de Bellas Artes no. Flórez del Águila entró a “Avanzada” como un joven estudiante de dibujo y salió convertido en el que fue por entonces, sin ninguna duda, el mayor narrador gráfico de nuestro país.

En la historia ganadora quedó clara la enorme influencia de Bernita, la madre de Javier. Nacida en Iquitos, de una familia que había visto su apogeo durante la época del caucho, ella era una rara combinación de educación francesa con sensibilidad charapa. Una institutriz le enseñó piano y pintura, mientras el río Amazonas la bañaba de leyendas. Esos dos mundos confluyeron en la crianza de Flórez del Águila.

Así le nació la idea de una serie de aventuras en las que el protagonista, Javico, es más un testigo/narrador de cómo la selva impone una ley superior a la de los humanos. Pirañas, otorongos y hormigas asesinas son, muchas veces, los restauradores del orden salvaje.

Pero Flórez del Águila va más allá. Recurre a Roger Rumrrill y Alberto Chirif para acercarse con gran respeto al conocimiento de las comunidades nativas. Mientras que en los cómics gringos de superhéroes aún era tabú hablar de drogas, él ya muestra los inicios del narcotráfico en la selva peruana. Con ironía y sutileza –y coqueteando con la sicodelia– explora los mitos sexuales amazónicos. Denuncia el racismo, los feminicidios, los amarres políticos. Llena la selva de mujeres inquietantes y poderosas. Construye una galería de villanos digna de Chester Gould o Bob Kane (nadie me va a quitar de la cabeza que el “Ojitos Lindos” de Risas y Salsa no está basado en terrible “Lindos Ojos” de este cómic). En resumen, crea un mito.

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Pero no fue sino hasta anoche que comprendí la magnitud de esta obra.

Gracias a Hernán Migoya, editor e impulsor del proyecto, anoche pude leer, de un tirón, sin detenerme, las más de 750 tiras de “Selva Misteriosa”. Más de cuarenta años después de su interrupción (gracias, Velasco), se ha reeditado una obra imprescindible de nuestra historia impresa, un verdadero hito en las artes peruanas.

Editorial Planeta trae un volumen detallista, un trabajo de amor por la cultura peruana y por el rescate de su memoria gráfica. Tiene que haber sido una labor titánica. Varias de las tiras originales se perdieron o fueron robadas, así que el mismo Flórez del Águila, a los 84 años, las ha vuelto a dibujar. El resultado es notable.

Y la lectura gana mucho con la recopilación. Es increíble cómo Javier se las arregló para utilizar a su favor el formato de comic strip, que podría parecer tan limitante para el género de aventuras. Por momentos parece haber sido concebida directamente como una novela gráfica, tal es el poder del pincel en “Selva Misteriosa”.

Además, destaca el afán oral de Florez del Águila: la reproducción realista del habla peruana, en general, y amazónica, en particular. Los ejes argumentales se revelan trepidantes, página tras página. Y lo más importante: a lo largo de sus nueve apasionantes episodios, se aprecia cómo gana protagonismo Javico, ese maderero ecologista, karateca acrobático, devoto padre de familia y aventurero impenitente. Uno de los personajes más atractivos –y no solo por el bigotazo– que haya producido la ficción nacional.

El lanzamiento de este rescate de “Selva Misteriosa” es una gran noticia para los amantes de la historieta, para la conservación del legado de la memoria artística peruana, pero sobre todo, para su autor, Javier Flórez del Águila. Qué bueno que, aunque tarde, pueda ser profeta en su selva.

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