Fundación BBVA Perú
Publicado el 31 de agosto del 2018
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El mes de los vientos se despide llevándose consigo a una de las voces más representativas de la llamada Generación del 50. José Ruíz Rosas, el magnífico autor que hizo de Arequipa su emblema y escenario de su trabajo literario que trascendía la composición. Promotor, lector y activista, Pepe, como lo llamaban, fue para siempre verso e inspiración de quienes lo conocieron y valoraron su arte.

José Ruíz Rosas había vuelto a Lima, la ciudad que lo vio nacer y hoy lo ve partir. Porque a pesar de haber transitado la existencia entera al pie del sillar mítico del Misti, José Ruíz Rosas era limeño. Nació en la coronada villa el 14 de mayo de 1928, donde la humedad y otras hostilidades del clima lo obligaron en la primera infancia a refugiarse en la sequedad de Churín.

Era el joven poeta presa de la templanza limeña. Aún así, ingresó a la facultad de Química de San Marcos en 1946 y un año después a la flamante escuela de periodismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Estudios que habría de abandonar cuando en 1949 trasladó irremediablemente las chivas hacia Arequipa para quedarse casi para siempre.

LA VIDA ENTERA

En 1954 José Ruíz Rosas contrajo los dos compromisos que sellarían su destino. Se casó con Teresa Cateriano, con la que tuvo cuatro hijos que han escrito a su vez su propia historia: la prosista Teresa Ruíz Rosas, el poeta y periodista Alonso Ruíz Rosas, el diplomático Rolando Ruíz Rosas y la empresaria y productora de televisión Ximena Ruíz Rosas.

Pero, decíamos, José adquirió además de la boda un compromiso que no eludiría jamás: fundó junto a Teresa, su esposa, la librería Trilce, escenario valioso y trajinado de la actividad literaria arequipeña en los convulsos años 60, donde tanta juventud y convicciones se dieron cita. Eran los días del idealismo comprometido con el arte, y Ruiz Rosas asistió a aquella cita con la historia del mejor modo en el que se puede inmolar un poeta: escribiendo.

Aunque su producción asoma en diferentes décadas, su impronta se publica en los años 60. “Esa noche vacía” (1967) y “Urbe” (1968). Son los dos poemarios que consolidan una carrera que se prolongaría en la década de los 80 con “Vecino de la muerte” (1985) y “Llaqui Urpi”.

VOLVER

Para quienes han estudiado sus versos el trabajo de Ruíz Rosas explora la pureza de la palabra a partir de la introspección del alma, lejos de toda confrontación. Pues en vida el autor fue un animador de la cultura.

Entre los años 1977 y 1979 se hizo cargo de la Casa de la Cultura de Arequipa y hasta 1991 ocupó la dirección de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Una vida y obra consagradas a la literatura.

Regresó a Lima aquejado por sus males de salud. Hoy que ha partido para siempre, sus restos volverán a Arequipa para ser velados en el Museo Histórico Municipal de la Plaza San Francisco, ciudad que eligió por adopción.

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