Fundación BBVA Perú
Publicado el 9 de septiembre del 2019
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La muerte de Camilo Blanes Cortés, acaecida el pasado 8 de setiembre, no solo pone fin a una de las carreras más prodigiosas de España, sino que además destaca la impronta de un artista legendario, decisivo e influyente para la música hispanoamericana de los últimos tiempos.

Era a sus 72 años una evocación de un pasado fantasmal que de cuando en cuando recogía sus pasos de gloria con alguna nueva gira de despedida. Frágil y casi transparente, en sus últimas apariciones públicas parecía aferrarse a una juventud extraviada, y que sin embargo no era más que recuerdo.

Ahora que ya no está, los dislates crepusculares de Camilo parecen empequeñecer ante su verdadera dimensión. Su estatus de gloria y divo que transfigura en leyenda.

La historia oficial

Camilo Blanes Cortés es en el origen, hijo de una familia modesta en el pueblo valenciano de Alcoy. Los curas lo aleccionan en piano y canto. A los 16 años funda su primera banda de rock, Los Dayson, con la que da el salto a Madrid en busca de primeras conquistas. Sin mucho esfuerzo es posible escucharlo al frente de su banda versionando a los Rolling Stones en “(I can’t Get No) Satisfaction”.

Para mediados de la década, los reveses de la indiferencia madrileña llevan a desertar a sus compañeros. Camilo se las agencia como puede, ya sea pintando (otra de sus grandes pasiones) o grabando coros para otros artistas.

Logra colocarse en otra agrupación, Los Botines, con la que filma dos películas juveniles de la España franquista. Pero no es hasta inicios de los años 70 en los que porfía una carrera en serio, gracias a su alianza con su primer productor Juan Pardo.

La historia X

En 1970 aparece bajo el nombre de Camilo Sexto (con equis) un disco 45 rpm con los temas “Llegará el verano” y “Sin dirección”. No pasó absolutamente nada. Jamás se ha reeditado y hasta el propio Camilo lo ha ignorado olímpicamente en sus recopilaciones y antologías.

No es hasta 1972, ya como Camilo Sesto (la X voló por dos razones: por el parecido con el Papa Pablo VI, y para evitarse bromas con otra palabra sonoramente parecida) edita sus dos primeros álbumes: “Algo de mi” y “Solo un hombre”, siempre bajo la producción de Juan Pardo.

El sello personal

A diferencia de Raphael y Julio Iglesias -los otros buques insignia de España- Camilo, desde su tercer álbum: “Algo más” (1973), es el responsable de la composición, producción y arreglos de cada uno de sus discos.

Una incontenible capacidad creativa que además le alcanzó para componer, arreglar, grabar y producir a otros artistas como José José, Ángela Carrasco, Miguel Bosé, Lucía Méndez y un largo etcétera.

Visionario

De esa febril capacidad adapta la ópera rock “Jesucristo Superstar”, que financia de su bolsillo y recluta personalmente a su elenco. Gracias a este proyecto, cuestionado en su momento, la dominicana Ángela Carrasco pasó de presentadora de televisión a convertirse en estrella internacional.

Años más tarde trabajó en la adaptación de “El fantasma de la ópera” pero al negársele los derechos, la obra permanece inédita.

Superstar

Camilo es una expresión cultural que no se limita a los karaokes. Su huella se percibe en Los Prisioneros: “Estrechez de corazón” incluye líneas melódicas de “El amor de mi vida”. Los chilenos grabaron además una versión de “Fresa Salvaje”. Los peruanos Los Trece Baladas, el proyecto paralelo a Mar de Copas, grabó versiones eléctricas de “Vivir así es morir de amor” y “Si me dejas ahora”.

Camilo cantó en la telenovela que hizo célebre a Lucía Méndez y grabó un dúo con Alaska. “Getsemaní” de Jesucristo Superstar es una clase maestra de todo lo que un cantante de metal debe saber.

Camilo ha partido. Es cierto, pero difícilmente se borrará la impronta de quién hizo de su existencia un servicio a la excelencia musical. Descanza en paz.

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