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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 14 de mayo del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 14 de mayo del 2021

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La pequeña Nippy, que formaba parte de un coro de góspel en New Jersey, solía acompañar a su madre, la cantante Cissy Houston, a sus conciertos. Gracias a ella, a su prima (Dionne Warwick) y a su madrina (Aretha Franklin) abandonó sus sueños de convertirse en veterinaria o profesora y decidió, a los 13 años, que sería cantante. Al cumplir los 20, su madre fingió una súbita afonía y Nippy la reemplazó sobre el escenario del club neoyorkino Mikell´s.  

A partir de entonces el mundo la conocería como Whitney Houston, La Voz, la cantante que entraría al Libro Guinness de los récords mundiales como la artista más galardonada de la historia, la que vendió 170 millones de discos en el mundo, la que interpretó con tanto éxito la canción I Will Always Love You, que hasta el dictador Saddam Hussein la utilizó en Irak para promover su campaña. 

Sí, hubo un tiempo en que Whitney poseía el don de la ubicuidad.

A primera vista, la familia Houston era la estampa de la calma y la prosperidad. El director Kevin Macdonald amplió esa foto familiar en su documental Whitney (2018) para rastrear el preciso momento en el que a la cantante se le rompió el alma. Así, nos acerca a la infancia de tres niños (Whitney y sus hermanos) que crecieron a cargo de diversas personas. La madre se dedicaba a cantar y el padre a negocios turbios que lo hicieron progresar económicamente demasiado rápido. Detrás del telón se escenificaban infidelidades, abusos sexuales, abandonos, autoritarismo y una experimentación con las drogas que, con el tiempo, se volvió crónica. 

Detrás del telón se escenificaban infidelidades, abusos sexuales, abandonos, autoritarismo y una experimentación con las drogas que, con el tiempo, se volvió crónica.

Su primer disco llevó su nombre y se convirtió, inmediatamente, en un éxito planetario. How Will I Know (1985), donde aparece con una lazo gris en la cabeza y envuelta en luces de neón, encendió las ventas del disco debut más celebrado en Estados Unidos. En su primer intento musical desbancó de todos los podios a su madre, a su prima, a su madrina y a quien se le puso delante. Nippy se había convertido en la estrella de la familia y del mundo. 

En el documental, Cissy Houston dice que para ser una verdadera intérprete tienes que aprender a cantar con la mente, el corazón y las entrañas. “Y Whitney aprendió las tres”. 

Frente a todo ese éxito, Whitney se sentía abrumada. “Te conviertes en una personalidad en vez de una persona. Eso es lo extraño del negocio de la imagen: cuanto más popular eres, más te quieren convertir en alguien raro. Leí cosas sobre mí y pensaba, ¿de quién diablos están hablando?”, dijo en una entrevista para la revista Rolling Stone. 

“Te conviertes en una personalidad en vez de una persona. [...]

Entonces empezó a ocultarse. Primero en habitaciones de hoteles y luego en la relación politóxica que mantuvo durante 14 años con el cantante Bobby Brown. Kevin Costner, su “guardaespaldas”, no estaba para salvarla. No tenía a nadie que pudiera rescatarla del espiral de drogas y alcohol en el que estaba sumergida. Ni siquiera su amiga, confidente, asistente y mano derecha, Robyn Crawford, con quien supuestamente mantuvo una relación que se agotó, inútilmente, en desmentir. 

Su padre, reconvertido en manager, llevaba robándole varios años.. Lo despidió. Nunca más se dirigieron la palabra y ella ni siquiera asistió a su funeral. Whitney, inmersa en un matrimonio violento y con una hija a la que rara vez atendía, estaba hundida y era perseguida por todos esos demonios que encontraron refugio en su fragilidad, adicción y soledad. 

En el 2000 recibió la oferta más jugosa de la historia, pero los rumores sobre el deterioro de su imagen, su delgadez o el desgaste de su voz crecían exponencialmente. Entonces se vio presionada a conceder una entrevista, con lo que las odiaba, para admitir públicamente sus problemas. Su declive estaba escrito. 

Entonces se vio presionada a conceder una entrevista, con lo que las odiaba, para admitir públicamente sus problemas.

I Wanna Dance with Somebody, I Have Nothing o Greatest Love of All son algunos de los temas que interpretó con esa voz sobrenatural que alcanzaba tonos imposibles. Nippy, la niña prodigio que solo quería dormir y ver la tele, vivió experiencias traumáticas que la marcaron a fuego y de las que no se pudo desprender. Su verdad no tenía nada que ver con la imagen de cantante superdotada y fantástica que llegó a proyectar. Nadie, ni ella misma, fue capaz de atajar lo que ocurría tras bambalinas. Sus últimos años estuvieron protagonizados por giras desastrosas y millones de dólares desperdiciados que la llevaron a la ruina. 

Su cuerpo fue encontrado en la tina de un hotel en febrero de 2012. Tenía 48 años, planeaba asistir a los Grammy, ser una mejor madre, rehabilitarse de las drogas, recuperar el éxito perdido. Ningún artista, ni Elvis, ni Michael Jackson, ni Madonna, ni Los Beatles lograron siete números 1 consecutivos en la lista de los más vendidos en EEUU. Pero ella no sobrevivió a su propia fama. Quizás porque a nadie le gusta leer la letra pequeña del éxito, la única capaz de advertirte sobre todas esas cosas que, en algún momento, te podrían romper el alma. 

 

(Whitney Houston 1963 – 2012)

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