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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 3 de febrero del 2023

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 3 de febrero del 2023

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Catherine Joséphine Conrad nació en un pequeño pueblo de Alsacia, Francia, en 1941. Desde muy niña sintió un interés supremo por las cosas que ocurrían al interior de la tierra, como aquella poderosa corriente subterránea llamada magma que, ocasionalmente, erupciona violentamente en la superficie. Así, a través de recortes de revistas y periódicos, la niña Catherine  compuso una obsesión y un futuro en torno a los volcanes.

Como en un juego del destino, a pocos kilómetros del hogar familiar, un niño llamado Maurice Krafft sentía exacta devoción por los volcanes, al punto que a los siete años convenció a sus padres para visitar el  Etna y el Stromboli, ambos en Sicilia, y a los 15 se unió a la Sociedad Geológica de Francia. 

Catherine y Maurice se conocieron en la universidad y sus vidas quedaron para siempre unidas en torno al mismo amor por la vulcanología. A partir de entonces Catherine adoptaría el nombre Katia y el apellido Krafft, con el que se convertiría en una estrella mediática en Francia y en una científica respetada que renunció a la maternidad para viajar por todo el mundo. Katia  escribió 11 libros sobre la experiencia y el conocimiento de acercarse hasta el límite de lo imposible a la lava expulsada desde la tierra más honda. Fue una revolucionaria y una pionera en el conocimiento de los volcanes. 

“Una vez que ya viste una erupción no puedes vivir sin ellas porque son tan grandiosas, tan fuertes”, dijo Katia, la mujer menuda y de ojos vivaces que registró piedras y materiales ígneos que nunca habían sido observados de tan cerca y en plena erupción. 

“Una vez que ya viste una erupción no puedes vivir sin ellas porque son tan grandiosas, tan fuertes”

Siempre de la mano en una pasión tan fogosa como su objeto de estudio, la pareja Krafft se embarcó en la misión de documentar todas las erupciones posibles. Perseguían volcanes activos en todo el mundo, grabándose a sí mismos en la búsqueda de evidencias sobre la formación de nuevos volcanes o los efectos de la lluvia ácida,  las nubes de cenizas y la lava en el ecosistema.

Parte de estas grabaciones han dado forma al extraordinario documental Fire of Love, dirigido por Sara Dosa y nominado a los Óscar en la categoría de Mejor largometraje documental. En él, los Krafft, absolutamente carismáticos y, por lo tanto, irremediablemente atractivos, abren su universo, exponen imágenes asombrosas nunca antes registradas y muestran escenas de la vida cotidiana enfundados en aparatosos trajes de aproximación al fuego.

La vida que eligieron parece una película de ciencia ficción: se aproximan a la lava como si estuvieran hechos de una materia ignífuga, navegan en una canoa por una laguna de ácido sulfúrico o fríen un huevo sobre una roca ardiente. Son dos pequeños seres comparados con la imponencia y majestuosidad de los volcanes, que actúan como dioses caprichosos mientras que ellos, unos valientes o unos locos de remate, están dispuestos a desafiarlos.

En el documental hay risas, amor, conocimiento, complicidad, ciencia, curiosidad y fascinación por el peligro, pero también tragedia.

A través de Katia descubrimos que existen los volcanes rojos, mucho más “amables”que los grises, temidos por su poder de destrucción, letalidad y, sobre todo, por ser absolutamente impredecibles. 

Después de una larga relación con los volcanes rojos, los Krafft, innegablemente atraídos por el riesgo, empezaron a especializarse en los grises. 

Listos para aterrizar en cualquier lugar del mundo donde un volcán entrara en erupción, los Krafft llegaron a Japón en junio de 1991. Tras 200 años inactivo, el Monte Unzen había entrado en erupción. Katia, Maurice y 40 personas más, entre bomberos, periodistas y científicos, se ubicaron demasiado cerca de un volcán enfurecido y quedaron atrapados en un repentino flujo piroclástico.

Katia, Maurice y 40 personas más, entre bomberos, periodistas y científicos, se ubicaron demasiado cerca de un volcán enfurecido y quedaron atrapados en un repentino flujo piroclástico.

El trabajo de investigación que Katia y Maurice realizaron a lo largo de su vida sirvió para profundizar en el escaso conocimiento que hasta entonces se tenía de los volcanes y, especialmente, para tomar más precauciones en materia de protección civil. Gracias a sus estudios (paradójicamente, ambos vivieron obstinados en la misión de reducir las muertes por erupciones) se desarrollaron distintos protocolos de evacuación para las poblaciones cuyas vidas transcurren alrededor de un volcán. 

Además del documental de Sara Dosa, recientemente Werner Herzog también ha querido revivir su recuerdo con The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft. Por otra parte, un cráter volcánico en la isla de Reunión lleva el nombre de la pareja que entregó su vida a la pasión y a la ciencia. 

Los científicos vivieron menos de 50 años y dedicaron buena parte de su vida a intentar conocer y explicar las fuerzas de la naturaleza en una especie de historia de amor triangular: ella, él y el volcán. 

Como dice Miranda July,  narradora de Fire of Love, al inicio del documental: “En este mundo vivió un fuego y en este fuego dos amantes encontraron un hogar”. 

Katia Krafft (1942 – 1991)

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