Fundación BBVA Perú
imagen

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 8 de julio del 2022

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 8 de julio del 2022

Comparte en:

Hija de un guitarrista y una costurera, Violeta Parra nació predestinada al mundo de la canción. Ya desde niña, al sur de Chile, se reveló como una cantante precoz que solía disfrazarse con telas de colores y formar un circo ambulante con alguno de sus nueve hermanos. Lo que empezó como un juego se convirtió a los pocos años, cuando perdió a su padre debido a la tuberculosis, en su único medio de subsistencia.  

Cantaba en bares, trenes, calles, circos e, incluso, burdeles. Probablemente porque, como dijo en una entrevista, su padre le dejó “una guitarra llena de cantos de pájaros”. 

Tenía que comer, sí, pero bajo ningún motivo la música fue solo una rutina de supervivencia. Era su vida, su lenguaje y su forma de luchar contra las injusticias sociales.  

Cuando se mudó a Santiago junto a su hermano Nicanor, el futuro antipoeta, empezó a cantar boleros, cuecas, corridos y rancheras. También conoció a Luis Cereceda, un obrero ferroviario que la introdujo a las ideas políticas de izquierda y cuyas promesas de amor se diluyeron en alcohol y en discusiones eternas sobre el rol de la mujer en la casa: Violeta tenía un plan distinto al de cocinar, criar y bordar. 

Parra tenía una personalidad volcánica. Se enamoró cinco millones de veces, dijo, pero se casó solo dos. Tuvo cuatro hijos, aunque perdió a una, a quien le compuso la canción más triste: Verso por la niña muerta. 

“El dolor no puede ser cantado por una voz académica o de conservatorio. Tiene que ser una voz sufrida, como la mía, que llevo 40 años sufriendo”, dijo sobre sus canciones y letras siempre desgarradas.

Su tenacidad (convertida a veces en obstinación) la llevó a recorrer todo el país en su afán de recopilar las tradiciones musicales. Se propuso la ambiciosa y a la vez delirante empresa de documentar la verdadera voz de Chile. Tocó cada puerta y cada ventana para preguntar si existía un poeta, si había una canción. Junto a su hijo Ángel, una guitarra y una grabadora recolectó canciones y poemas nunca antes registrados.

La vida de Violeta parece estar marcada por su talento natural y su capacidad para derribar cualquier obstáculo. Como cantante compuso más de 200 canciones, dentro de las que destacan Volver a los 17, Run Run se fue pa´l norte, La jardinera, Maldigo del alto cielo, Yo canto la diferencia, Qué he sacado con quererte y, por supuesto, Gracias a la vida, ese himno popularizado por Mercedes Sosa y versionado en decenas de ocasiones. 

Como artista, Violeta fue la primera mujer latinoamericana en exponer en el Museo de Artes Decorativas del Louvre, en París (1964), cuando se fue con uno de sus grandes amores, el músico Gilbert Favre. La muestra de “canciones que se pintan” estuvo compuesta por óleos, esculturas y arpilleras. 

“Da Vinci terminó en el Louvre. Violeta Parra empezó ahí”, publicó el diario Le Figaro después de la inauguración de la muestra. Para celebrar su vigencia, este año, 58 años después de aquella primera individual, la Bienal de Venecia presentó algunas de sus obras.  

Como artista, Violeta fue la primera mujer latinoamericana en exponer en el Museo de Artes Decorativas del Louvre, en París (1964)

En la película Violeta se fue a los cielos, el director chileno Andrés Wood, vertebra, a través de una entrevista televisiva ficticia extraída de distintas fuentes, un retrato explosivo y emotivo de la cantante.  La excelente actriz Francisca Gavilán parece haber nacido para revivir a una de las principales folcloristas latinoamericanas. La película, basada en las memorias de Ángel Parra, es solo uno de los cientos de tributos que le han rendido a Violeta en el mundo. En Perú, Chabuca Granda compuso Cardo o ceniza en su honor.

“¿Dónde no falla una bala?”, le preguntó Violeta al músico uruguayo Alberto Zapicán, quien la acompañó a lo largo de sus últimos años en ese otro proyecto ambicioso y delirante llamado La Carpa de La Reina, que pretendía ser la primera universidad nacional del folclore, pero que no obtuvo la acogida esperada.  La Carpa, hecha de tablones y de una lona por donde se filtraba la lluvia, albergaba todas las metáforas de una vida autodidáctica, ardiente y profunda, pero incomprendida en su tiempo y destinada al descalabro. 

Zapicán le contestó “en la sien” sin saber que el 5 de febrero de 1967, después de escribir una carta presuntamente dirigida a su hermano Nicanor, Violeta terminaría con su vida de un balazo en el lugar involuntariamente indicado. Años después se diría que sufría de trastornos maníaco depresivos que no supo o no alcanzó a tratar. Tenía 49 años y hacía 6 meses que había grabado Las últimas composiciones, su disco más celebrado, el que llegó más alto, mucho más alto de lo que ella, que tenía una enorme imaginación, jamás hubiera alcanzado a fantasear. 

 Violeta Parra (1917 – 1967)

Comparte en:

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR