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Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 24 de diciembre del 2021

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 24 de diciembre del 2021

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Conscientes de haber heredado un modelo de masculinidad patriarcal caduco, y de la necesidad de discutirlo o confrontarlo, estos tres escritores peruanos decidieron un día hablar acerca de sus debilidades. El mérito, o la temeridad, consiste en haberlo hecho en tiempos en que complejizar el mundo varonil parece una apuesta perdida de antemano. 

1) En “Animales Luminosos” (Penguin, 2021), segunda novela de Jeremías Gamboa, conocemos a Ismael Alaya Poma, joven peruano que llega a un campus universitario en Estados Unidos gracias a una beca. Desde un primer momento lo vemos adaptarse con esfuerzo y entusiasmo a su nuevo medio, bregar con un idioma que no es el suyo, conocer a muchachos y muchachas que llegan a él con historias muy diferentes a la suya, identificar dinámicas noctámbulas que le resultan extrañas pero a la vez fascinantes. Y mientras eso ocurre, lo oímos reflexionar sobre el lugar del que proviene, analizando las taras y prejuicios que su educación le ha legado. Si en su entrega anterior, la celebrada “Contarlo todo”, Gamboa nos narraba el crecimiento del veinteañero Gabriel Lisboa, su tenacidad por apropiarse de entornos urbanos algo hostiles, su aprendizaje de la felicidad y el dolor, aquí el autor vuelve sobre su gran tema, la identidad, pero da un paso adelante para construir, con una prosa desenvuelta y atrapante, un personaje psicológicamente convincente, pero además de muy contemporáneo: un migrante que se reconoce vulnerable ante el pasado que arrastra, que se siente vigilado por sombras y ojos desconocidos, y que no teme dudar o llorar cuando las circunstancias lo ameritan. Es la historia de una sola noche en la que caben décadas; una noche poblada por individuos cuyas heridas se abren ante el lector como flores a punto de marchitarse. Para todos aquellos que alguna vez han sentido no saber a qué lugar pertenecen, este libro es imprescindible. No contesta esa pregunta, pero la expande. 

2) “Nadie sabe que esto es tierra de nadie” (La Navaja Suiza, 2021), debut literario del cineasta Percy Chávez Alzamora, puede leerse como una crónica sobre la paternidad: un tema sobre el que la literatura ha vuelto un sinnúmero de veces, pero que siempre tendrá ángulos por inaugurar. La virtud de este libro descansa en la mirada del narrador/padre, quien a lo largo de las páginas, apelando a la sensibilidad pero sobre todo a la ironía,  nos revela sus temores de papá primerizo. Valiéndose de intuiciones propias y certezas ajenas, Chávez define la paternidad como: “un enigma”, “un juego metaliterario”, “un acto de fe”, “una grieta luminosa”, “una actividad que cansa”, “un continuo aprendizaje de despedida”, “una condena que produce felicidad”, “un acontecimiento que arrincona la identidad del padre”, “una novela policial donde el detective se convierte en víctima”, “una canción de The Clash o de la Velvet Underground”, “un juego competitivo donde se busca el beneficio personal a costa de la pareja”, “un ejercicio de gestión del ruido y de la espera”, y “un diario o la metáfora de un diario que no se puede escribir porque es inacabable e ineludible”. El libro es también una declaración de fragilidad, un recordatorio de que el concepto de masculinidad con el que crecimos no se corresponde, no tiene nada que ver con los sentimientos que realmente afloran cuando nace nuestro primer hijo. Donde debería haber aplomo y confianza, de pronto solo hay pánico, confusión, perplejidad. La emoción llega junto con el miedo, un miedo que, como decía el poeta Watanabe, «circulará siempre en mi cuerpo como otra sangre».

3) La voz articulada por Jaime Rodríguez Zavaleta en “Solo quedamos nosotros” (Galaxia Gutemberg, 2021) desemboca casi siempre en interrogantes incómodas que los hombres, por educación, cultura o corrección o conveniencia, solemos evitar. Rodríguez no solo no las elude sino que las enfrenta con arrojo, como si quisiera quitarse de encima una ropaje pesado que por años no le permitido reconocerse del todo entre sus pares, como si ante la proximidad del medio siglo de vida y los rigores del alma y el cuerpo –buena parte del libro se escribió durante la pandemia–, tocara ser auténtico y descarnado por una sola vez. El resultado es una serie de relatos confesionales donde el ensayo y la autoficción se enriquecen mutuamente. También hay lugar para el lirismo, las imágenes, el lenguaje entendido como fin antes que medio. Con esos recursos, el autor nos habla de sus padres, su hija trans, su hijo fruto de una relación poliamorosa, su condición de migrante en España, sus amigos de todas partes, sus chats repletos de chistes machistas y homofóbicos que sin embargo funcionan como bálsamo perverso. Y aunque pareciera que el autor describe únicamente las coordenadas de un universo personal, al hacerlo cuestiona o directamente derriba la figura masculina tal como ha sido construida y retratada a lo largo del siglo XX. Un libro que se disfruta precisamente porque fastidia.

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