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Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 10 de febrero del 2023

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 10 de febrero del 2023

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Esta semana viene siendo muy Vargas Llosa. El jueves, mientras en París, nuestro Nobel literario celebraba su incorporación a la Academia Francesa –un logro sin precedente alguno entre los escritores de lengua hispana–, en Madrid la prensa sensacionalista continuaba escarbando con deleite entre los restos de su relación sentimental con la socialité Isabel Preysler. La literatura, sin embargo, se impuso largamente a la frivolidad y el interés general se centró en lo sucedido en el Anfiteatro del Instituto Francés de París, donde el escritor peruano pasó a la fila de los “inmortales”, como se conoce a los académicos franceses, entre los que figuran nombres tan apabullantes como Voltaire, Montesquieu, Alejandro Dumas y Víctor Hugo. 

En su alocución ante el público, además de reseñar el origen de su devoción por la literatura de ese país y relatar cómo vivió sus primeros años en la Ciudad Luz, Vargas Llosa se refirió al futuro de la novela y a su importancia decisora en la estabilidad política de los pueblos: «la novela«, dijo, «salvará a la democracia o será sepultada con ella y desaparecerá».    

El texto inédito de ese discurso, por cierto, se incluye en la parte final de “Un bárbaro en París”, libro que será publicado próximamente por Alfaguara.

2

Otro libro de inminente aparición, vinculado también al Nobel es “Los Genios” (Galaxia Gutemberg), novela de Jaime Bayly donde se reconstruyen los hechos alrededor del golpe que Vargas Llosa le asestó a García Márquez en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México el 12 de febrero de 1976, hace 47 años. Desde aquel día ambos ex amigos prometieron nunca referirse en público al incidente, permitiendo que los rumores dieran pie a una bola de nieve de especulaciones, mitos y leyendas: que si celos sentimentales, que si envidias profesionales, que si traiciones imperdonables. García Márquez nunca dijo nada en las muchas ocasiones que se lo consultaron, y Vargas Llosa hizo lo mismo…hasta el pasado jueves 2. En una magnífica entrevista ofrecida al diario El País de España, ante la pregunta del periodista Manuel Jabois –la enésima que debe haber escuchado sobre el tema a lo largo de las últimas décadas–, el peruano rompió su silencio sin abundar en detalles: 

–¿Qué puede llevar a romper una amistad como la que tenía usted, tan íntima, de tantos años, con García Márquez?

–Mujeres, simplemente.

3

Hace unos días, de paso por Lima, extraje de la biblioteca de mi suegro un ejemplar de “El Pez en el Agua”, el único libro de memorias de Vargas Llosa. Lo había leído hacía muchos años, así que lo tomé solo para hojear algunas páginas. No pude soltarlo. Nada más la primera noche me leí, en desorden, cuatro capítulos al hilo (Ese señor que era mi papá, Periodismo y Bohemia, El intelectual barato y La Guerra Sucia) y lo llevé conmigo para leerlo durante el resto de mi estadía, ya sea en los ratos muertos de la playa, en algún hueco de los almuerzos familiares, en la sala de espera del médico o los viajes en taxi. Disfruté especialmente el capítulo en el que recrea sus años como periodista adolescente en la redacción de La Crónica (vivamente ficcionados en Conversación en la Catedral) y advertí la incómoda vigencia que mantienen aquellos apartados en los que Vargas Llosa relata su experiencia haciendo participando en la campaña electoral previa a las elecciones de 1990. Por muchos años, sus lectores esperamos una continuación, una segunda parte de “El Pez en el Agua”, pero todo indica que el Nobel, cuya memoria sufre constantes lagunas, ha descartado ese proyecto. 

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Una sola vez entrevisté a Vargas Llosa. Fue en Madrid, a raíz del lanzamiento de un libro que recoge una serie de charlas en la universidad de Princeton. Hablamos de su procedimiento creativo, de la presencia constante del sargento Lituma en sus novelas, de su trabajo junto a Raúl Porras Barrenechea, de la incontestable pregunta de Zavalita, del Movimiento Libertad, del racismo en el Perú, de los problemas que tenían sus primeros traductores con la palabra “cholo”, de Sendero Luminoso, del Lugar de la Memoria y hasta del indulto a Fujimori. Sin embargo, lo que más recuerdo de ese día es que, antes de nuestra charla, durante la presentación del libro en la Casa de América, un hombre del público levantó la mano para hacer la última pregunta.  Era un señor de unos sesenta años que, para sorpresa de todos los presentes, aseguró haber sido testigo directo, en 1962, del infructuoso alzamiento trotskista reconstruido en “Historia de Mayta”, para mi gusto una de las tres mejores novelas de Vargas Llosa. 

«Soy periodista huancaíno y cubrí esa rebelión en Jauja. Yo conocí al verdadero Mayta, se llamaba Jacinto Rentería y no era homosexual como se dice en el libro sino un macho del Valle del Mantaro». En el escenario, sentado detrás de una mesa larga, Vargas Llosa escuchó asombrado las impugnaciones de su espontáneo interlocutor. Parecía que se había encontrado de pronto, cara a cara, con el personaje de una de sus novelas. Presa del desconcierto, el Nobel le preguntó si sabía si Mayta estaba vivo. «No», contestó el hombre, «murió en Suecia en 1992». «Y sabe si alcanzó a leer mi novela», indagó Mario. «Sí la leyó, pero no le gustó nadita», remató el hombre, y con esas palabras el evento se dio por finalizado. 

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