Tomasa Tito Condemayta nació en 1740 en el mismo pueblo del que fue cacica y por el que dio la vida al involucrarse en la primera línea de combate por la Independencia del Perú. La puerta de su casa en Acos, corregimiento de Quispicanchis, en Cusco, fue el escenario del estallido de una revolución. Entonces, Tomasa tenía 40 años y la fortaleza suficiente para formar una brigada de mujeres soldados y ponerse al frente de la defensa de la libertad.
“El invasor no pasará sino sobre nuestros cadáveres”. Esta es una de las frases que se le atribuyen a Tomasa, cuando libraba, junto a Micaela Bastidas y Túpac Amaru II, el levantamiento contra los conquistadores. Al mando de la brigada de mujeres, Tomasa defendió el puente Pilpinto con tal valentía y arrojo que las tropas enemigas consideraron el triunfo como “una obra de brujería”.
Tomasa era propietaria de casas, fundos y animales y aprovechó su posición privilegiada para apoyar con armas y provisiones a Túpac Amaru II. Su participación representó un importante apoyo estratégico. Peleaba con hondas, huaracas y palos, y jamás decayó en su esfuerzo por reclutar a nuevos combatientes o convencer a otros caciques de la necesidad de unirse a la fuerza revolucionaria.
Peleaba con hondas, huaracas y palos, y jamás decayó en su esfuerzo por reclutar a nuevos combatientes o convencer a otros caciques de la necesidad de unirse a la fuerza revolucionaria.
También formó parte de la mítica batalla de Sangarará, el 18 de noviembre de 1780, el primer choque entre españoles y revolucionarios liderados por Túpac Amaru II. Los rebeldes, que obtuvieron aquí su primera victoria, luchaban por ponerle fin a las alcabalas, la mita y las aduanas. Sangarará fue la primera victoria, una pequeña esperanza que, lamentablemente, se desvaneció a los pocos meses y permaneció dormida algunos años más.
La historia de la independencia, ya sabemos, se escribió con valentía, pero también con sangre. Tomasa Tito Condemayta fue apresada y ejecutada por el ejército realista, junto a Micaela Bastidas y Túpac Amaru II, el 18 de mayo de 1781. Su ejecución fue pública y su cuerpo descuartizado se repartió por distintos lugares de Cusco como medida ejemplarizante. Su cabeza fue enviada a Acos como advertencia para evitar nuevas sublevaciones.
El resto de mujeres que formaron parte de la brigada heroica sufrió un lento y triste final. En 1783 buena parte de esas mujeres partieron a pie hacia el Callao como castigo. El destino final sería el destierro en México, pero muchas de ellas murieron en el camino, otras en la cárcel de Callao y las últimas en plena travesía.
El resto de mujeres que formaron parte de la brigada heroica sufrió un lento y triste final.
Hoy, un discreto busto en el llamado Boulevard de Las Patricias, en Pueblo Libre, recuerda a Tomasa Tito Condemayta y su entrega a ciegas en la búsqueda de la libertad. Es uno de los pocos tributos a una mujer que apenas figura en los libros de Historia y sobre la que no hay una investigación profunda que ayude a recrear su participación determinante en la gesta libertaria. Poco se ha dicho y escrito sobre las mujeres y la lucha por la Independencia. Recientemente se acuñaron monedas de las Heroínas de Toledo, María Parado de Bellido y Brígida Silva de Ochoa, como parte de la serie numismática “La mujer en el proceso de Independencia del Perú”. También existe un proyecto en marcha para declarar a Tomasa como precursora de la independencia y así concederle el lugar que merece en la historia del Perú. Que así sea.
Tomasa Tito Condemayta (1740 – 1781)