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Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 26 de marzo del 2021

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 26 de marzo del 2021

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El golpe no ha borrado la palabra, aunque estuvo cerca. Por años, el incidente pugilístico entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez en 1976 dejó en injusto segundo plano la memorable conversación que ambos sostuvieron en Lima una década antes, en el auditorio de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). 

Tras el escándalo, el morbo del mundillo literario dio paulatino paso a una ingente mitología que buscaba precisar cuál fue la razón por la que el escritor peruano, la tarde del 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, se vio en la obligación moral de conectar un gancho en el ojo izquierdo de quien había sido su amigo por más de diez años. 

Lo que se sabe es que ambos coincidieron allí para ver la exhibición de la película «La Odisea de los Andes», cuyo guión había escrito Vargas Llosa. Se encontraron en el vestíbulo y, tras un escueto intercambio de palabras o reproches que muy probablemente nunca llegaremos a conocer con exactitud, el autor de ‘Conversación en la Catedral’ castigó de un derechazo al creador de Macondo. La leyenda cuenta que la escritora Elena Poniatowska corrió a un restaurante y volvió con una chuleta fresca para calmar la hinchazón del rostro del colombiano. 

Se ha especulado tanto en la reconstrucción de esa riña que al día de hoy todas las versiones han terminado por sonar ciertas y a la vez engañosas. ¿Fue verdad que García Márquez aprovechó la ausencia de Mario en Barcelona para decirle algo a Patricia Llosa con un exceso de cordialidad caribeña? ¿Le aconsejó o no separarse por una supuesta infidelidad de su marido? ¿Se entrometió ‘Gabo’ en las desavenencias conyugales de Mario? ¿O la disputa sentimental fue solo la coartada ante las insalvables diferencias ideológicas que ya por entonces los enfrentaban? 

Después de aquel día, nunca más hablaron entre ellos ni ofrecieron declaraciones por separado. La agente Carmen Balcells intentó amistarlos, pero su esfuerzo no prosperó. Quizá el único que sepa qué sucedió en realidad sea el británico Gerald Martin, biógrafo de García Márquez y de Vargas Llosa, quien ha prometido develar el misterio en su libro definitivo sobre el Nobel peruano. 

Quizá el único que sepa qué sucedió en realidad sea el británico Gerald Martin, biógrafo de García Márquez y de Vargas Llosa, quien ha prometido develar el misterio en su libro definitivo sobre el Nobel peruano. 

DOS SEÑORES CONVERSAN

Como decía al principio, la tan comentada trifulca en México eclipsó el que hasta ese momento había sido el más importante encuentro público entre ambos: el ocurrido en la UNI de Lima el 5 y 7 de setiembre de 1967. 

Aquel conversatorio, titulado ‘La novela en América Latina’ y gestionado por el crítico José Miguel Oviedo, tuvo como pretexto la reciente publicación de ‘Cien años de soledad’, novela que por esos días aún no llegaba todavía a librerías peruanas, pero venía precedida por un récord que incrementaba la curiosidad de los lectores peruanos: había agotado en Argentina los cuarenta mil ejemplares lanzados por la editorial Sudamericana. 

En ese momento Vargas Llosa, con 31 años, llevaba publicados ‘Los Jefes’, ‘Los Cachorros’, ‘La Ciudad y los Perros’ y ‘La Casa Verde’, mientras que García Márquez, nueve años mayor, contaba en su bibliografía con ‘La Hojarasca’, ‘El Coronel no tiene quien le escriba’ y la aludida saga de los Buendía; además estaba en pleno proceso de escritura de ‘El Otoño del Patriarca’. Que ambos estuvieran en su apogeo creativo, viviendo el inicio de una celebridad que luego se volvería excepcional, hizo que su presencia en Lima concitara muchísima atención entre un sector de la sociedad que, aunque consumía literatura, vivía desacostumbrado a actividades culturales de tal categoría. 

Durante el diálogo –donde Vargas Llosa, vistiendo terno, fungió de entrevistador– conversaron sobre los misterios de la creación, la identidad y el compromiso latinoamericanos, la «novela total», el «escritor profesional», la memoria, la realidad y la ficción, Borges y Cortázar (García Márquez confesó que aún cuando Borges no le agradaba tanto, lo leía porque «enseñaba a escribir»). En un momento dado, Mario le preguntó «¿para qué crees que sirves tú como escritor?». El colombiano, relajado, con una mano dentro de la pintoresca guayabera para rascarse el pecho, contestó: «yo tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada». 

«yo tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada». 

Los asistentes al evento rebasaron las instalaciones del auditorio de la UNI, tanto así que algunos tuvieron que permanecer de pie cerca del escenario. El crítico Ricardo González Vigil estuvo presente en ambas fechas y las recuerda como «un concierto literario como nunca he escuchado antes y después en mi existencia. Dos virtuosos del lenguaje de temperamento muy diferente, Vargas Llosa –siempre riguroso, afinado en la teorización, metódico en la polémica– y García Márquez, de humor explosivo y paradójico, de corrosiva inteligencia, furiosamente vital». Según lo que cuenta González Vigil, Vargas Llosa tuvo el tino de cederle generosamente el protagonismo a Gabo, quien «poseía como nadie que yo haya escuchado, ni siquiera Borges, el poder prometeico del lenguaje para encender la imaginación y el placer estético». 

Cabe señalar que el de la UNI fue uno de los poquísimos diálogos abiertos que García Márquez concedió a lo largo de su vida; se lo impedía el recelo que tenía a hablar frente a grandes auditorios, una timidez que en la intimidad, a decir de sus amigos más próximos, desaparecía por completo. 

Ese mismo año, el editor Carlos Milla Batres recogió el contenido íntegro del conversatorio en una primera y única edición que no volvió a circular, al menos no de forma legal. Por eso hay que aplaudir que Penguin Random House vaya a publicar la última semana de abril de este 2021, bajo el hermoso título ‘Dos soledades’, una nueva edición de aquella magnífica charla entre dos futuros Premios Nobel de Literatura, un acontecimiento mucho más trascendental que el ya manido episodio del puñetazo. 

UN LECTOR ADMIRADO

Pero la buena noticia es doble, porque junto a ese volumen aparecerá una nueva edición de ‘Historia de un deicidio’, libro que recoge la tesis doctoral que Vargas Llosa escribió sobre García Márquez y su obra en curso. 

Gracias a ese libro conocemos los lectores la magnitud de la amistad de ambos escritores, una amistad basada en varias coincidencias biográficas (ambos fueron criados por abuelos maternos, tuvieron conflictos con el padre, incursionaron de muy jóvenes en el periodismo, eran devotos de Faulkner), cimentada por la larga correspondencia que mantuvieron antes de conocerse personalmente en el aeropuerto de Caracas a fines de los sesenta; y fortalecida por la convivencia en Europa, puntualmente en Barcelona, donde compartían vecindario y llegaron a sentirse y descubrirse más latinoamericanos que en sus propios territorios de nacimiento. 

No faltarían más adelante, desde luego, las controversias ideológicas. Cuando Vargas Llosa se declaró un entusiasta seguidor de la revolución cubana, García Márquez ya llevaba algunos años desencantado del socialismo. Luego intercambiarían roles, pues a medida que el peruano fue tomando distancia del régimen castrista (sobre todo a raíz del famoso ‘caso Padilla’), ‘Gabo’ se volvió incondicional consejero de su amigo Fidel. 

Con ‘Historia de un deicidio’ nos enteramos de la novela a cuatro manos que MVLL y GGM planeaban escribir sobre una guerra entre Perú y Colombia sucedida en la región del Amazonas, proyecto que acabarían abandonando; del deslumbramiento que provocó en Vargas Llosa ‘Cien años de soledad’ (la calificó como «la gran novela de caballerías de Latinoamérica»); de las apreciaciones del peruano respecto de la metodología de trabajo de García Márquez, hecha «de pálpitos e instintos antes que de procesos intelectuales». Eso sí, la fascinación de Mario por las novelas de ‘Gabo’ no comporta un gramo de condescendencia. ‘El otoño del patriarca’, por ejemplo, la considera la más floja de sus entregas. «Una novela caricatural». 

Estas dos publicaciones, por cierto, son también un homenaje a los 85 años que nuestro Nobel cumplirá mañana domingo 28. Leer cualquiera de sus libros es la mejor celebración. 

Estas dos publicaciones, por cierto, son también un homenaje a los 85 años que nuestro Nobel cumplirá mañana domingo 28. Leer cualquiera de sus libros es la mejor celebración. 

Hace tres años, en Arequipa, durante el Hay Festival, en una mesa donde tuve la suerte de participar junto a otros escritores de mi generación, le pregunté a Vargas Llosa qué sentía al haber sobrevivido a todos los autores del Boom. No creo que haya mejor cierre para esta columna que la respuesta que nos brindó aquella tarde:  

«No es fácil aceptar la idea de la muerte. Cuando los amigos empiezan a desaparecer y te dejan solo, es una situación difícil de asumir sin una enorme nostalgia. Yo nunca le he tenido miedo a la muerte, he aceptado que la muerte forma parte de la vida de las personas, y que lo importante, lo fundamental es vivir la vida con la máxima curiosidad y creatividad posibles. Si en algunos periodos he sentido la presencia inquietante de la muerte, ha sido cuando no escribía, cuando por una razón u otra mi vida entraba en receso y me alejaban de los libros, del trabajo. Pero yo sé que mientras trabaje, escriba y tenga proyectos, voy a estar vivo».

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