En el contexto de la Primera Guerra Mundial, que inauguró el siglo XX con un estallido de muerte y destrucción, existió una doctora que se atrevió a reconstruir los rostros desfigurados de los combatientes con una serie de implementos bastante rudimentarios comparados con los que hoy se utilizan. Se llamaba Suzanne Noël y hoy es considerada una de las primeras cirujanas de la historia.
Hacer lo que nadie hacía a su alrededor. Esa parece ser una constante en la vida de Suzanne Noël. Vivió el cambio de siglo en Francia y, por lo tanto, las transformaciones sociales que le permitieron seguir una carrera universitaria. Lo hizo, eso sí, gracias a que su primer marido era doctor: estudiar una carrera afín le permitiría asistirlo en sus labores.
Al fallecer su primer marido se casó con un compañero de estudios y dermatólogo, con quien compartió investigaciones sobre la cirugía reconstructiva. Suzanne había quedado fascinada con el rejuvenecimiento de la actriz Sarah Bernhardt y quería poner en práctica algunas técnicas para eliminar las arrugas, pero ningún hospital tenía esa especialización. Entonces decidió abrir su propia consulta, donde realizaba intervenciones quirúrgicas levemente invasivas que sentaron las futuras tendencias en cirugías de rejuvenecimiento.
Suzanne perdió a su única hija debido a la llamada fiebre española y, poco tiempo después, a su marido André Noël, quien se arrojó al río Sena delante de ella, poseído por la tristeza. A esta desgracia se sumó el estallido de una nueva guerra.
En paralelo a sus intervenciones médicas, Suzanne promovía el derecho de la mujer al voto. Siempre llevaba una cinta en el sombrero con la frase “Quiero votar” e invitaba a las mujeres a realizar una huelga de impuestos. Su lógica era que si las mujeres no contaban con los mismos derechos que los hombres, no tenían obligación de pagar impuestos.
En paralelo a sus intervenciones médicas, Suzanne promovía el derecho de la mujer al voto. Siempre llevaba una cinta en el sombrero con la frase “Quiero votar” e invitaba a las mujeres a realizar una huelga de impuestos.
Así se interesó en el movimiento Soroptimista, fundado en Estados Unidos en 1921. Esta organización estaba influenciada por los clubes rotarios, pero promovía las ideas, la integridad y el soporte únicamente entre mujeres. En 1924, Suzanne fundó en París el primer club soroptimista y, a lo largo de su vida, fundó sedes en al menos 10 otras ciudades.
Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, Suzanne ayudó a muchos judíos perseguidos por el nazismo con rinoplastias para disimular su identidad o con cirugías para atenuar las cicatrices y secuelas debido a los maltratos sufridos en los campos de concentración.
Con el correr de los años, Suzanne Noël fue duramente criticada por la causa femenista que ella defendió. El argumento en contra era que las cirugías estéticas cosifican a la mujer. Para ella, en ese momento, las cirugías estéticas eran una forma de emancipación en tiempos que no se podía tomar ninguna decisión sin la autorización del padre o el marido.
Recientemente, una novela gráfica titulada Con las manos desnudas (guion de Leila Slimani y dibujos de Clément Oubreri) rinde tributo a la doctora que ofreció una nueva oportunidad de vida a las personas que perdieron la expresión en los campos de batalla y que luchó por los derechos de las mujeres en la Francia ocupada por el nazismo.
Suzanne Gros Noël (1878 – 1954)