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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 13 de abril del 2022

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 13 de abril del 2022

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Era una niña brillante, pero era una niña. Y en su condición de mujer, en el México del siglo XVII, debía contentarse con entrar a hurtadillas a la biblioteca del abuelo para educarse a solas. Sin embargo, Juana Inés Ramírez de Asbaje, años más tarde conocida como sor Juana Inés de la Cruz, llegó a convertirse en una erudita y escritora que consiguió publicar y ganar una enorme fama desde un convento. 

“El enigma de sor Juana Inés de la Cruz es muchos enigmas: los de la vida y los de la obra. Es claro que hay una relación entre la vida y la obra de un escritor pero esa relación nunca es simple. La vida no explica enteramente la obra y la obra tampoco explica la vida. Entre una y otra hay una zona vacía, una hendedura”, escribió  Octavio Paz en Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe

Ese enigma que fue su vida empieza a la edad de 3 años, cuando aprendió a leer por cuenta propia. Luego, cuando empezó a hablar latín tras 20 lecciones, su confesor le sugirió que ingresara a una congregación religiosa donde le permitieran estudiar. 

A los 16 años vivió en el palacio virreinal de Leonor Carreto, marquesa de Mancera, quien la invitó a ser tutora de su hija. Su genio fue puesto a prueba por el marqués, quien convocó a una junta de sabios para retar su inteligencia. Juana Inés deslumbraba con sus conocimientos sobre todas las cosas y con los versos que componía de manera casi natural. 

Detente, sombra de mi bien esquivo / imagen del hechizo que más quiero, / bella ilusión por quien alegre muero, / dulce ficción por quien penosa vivo.

Su genio fue puesto a prueba por el marqués, quien convocó a una junta de sabios para retar su inteligencia. Juana Inés deslumbraba con sus conocimientos sobre todas las cosas y con los versos que componía de manera casi natural. 

Dicen que un desengaño amoroso la llevó a tomar los hábitos en plena explosión intelectual, pero también hay quienes dicen que era la única manera de profundizar en sus estudios y escritura. ¿Qué tipo de amor la perseguía? ¿El espiritual, el carnal o el intelectual? 

Amor empieza por desasosiego, / solicitud, ardores y desvelos: / crece con riesgos, lances y recelos: / susténtase de llantos y de ruegos.  

El caso es que a los 21 años ingresó al convento de las carmelitas. Salió a los pocos meses por estar en desacuerdo con la excesiva contemplación y rigidez que practicaban. Se sintió más cómoda en la Orden de San Jerónimo, donde pasaría el resto de su vida rodeada de libros (su biblioteca estaba compuesta por más de 4,000 volúmenes), celebrando tertulias y recibiendo visitas. 

La virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes,  era una de sus visitantes más asiduas. Ambas cultivaron una profunda amistad y Juana Inés le dedicó una decena de poemas, en los que se dirigía a ella como “Lisi”.

Yo adoro a Lisi, pero no pretendo / que Lisi corresponda mi fineza; pues si juzgo posible su belleza, / a su decoro y mi aprehensión ofendo.  

Sor Juana Inés de la Cruz era la estrella poética del momento. Publicó libros como Inundación castálida (1689) o Segundo volumen (1692). Sin embargo, empezó a sentir una presión por parte de la iglesia por ocuparse de temas demasiado mundanos. Escribió una carta manifestando su incomodidad por tanta incomprensión e intolerancia. Muchos de sus biógrafos sostienen que había una conspiración misógina en su contra.  

Sor Juana Inés de la Cruz era la estrella poética del momento. Publicó libros como Inundación castálida (1689) o Segundo volumen (1692).

“¿De qué envidia no soy blanco? ¿De qué mala intención no soy objeto? ¿Qué acción hago sin temor? ¿Qué palabra digo sin recelo? Las mujeres sienten que las excedo; los hombres, que parezca que los igualo. Unos no quisieran que supiera tanto. Otros dicen que había que saber más”. 

Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis.

Otra de sus cartas célebres es Respuesta a Sor Filotea, un manifiesto sobre el derecho a la mujer al conocimiento. En esta carta planteó un rechazo enérgico a todas las reprimendas que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le hizo bajo el seudónimo de Filotea.

En 1693 decidió deshacerse de su biblioteca, abandonar la vida intelectual y entregarse a sus quehaceres religiosos. Se impuso una especie de penitencia que dejó estampada con una frase en el libro del convento, donde escribió: “Yo, la peor del mundo”. 

En 1695, antes de cumplir los 50 años (su fecha de nacimiento nunca estuvo clara), Juana Inés falleció a causa de una peste.  Lejos de ser la peor del mundo, dejó un legado enorme. Escribió poesía, prosa, autos sacramentales y teatro. 

Aunque su mayor herencia siempre será su libertad de espíritu, su avidez de conocimiento y su capacidad para enfrentarse con valentía a una maquinaria disuasoria y represiva. En su búsqueda del amor verdadero su obra trascendió y sobrevivió a todos aquellos hombres necios que intentaron, sin éxito, acallarla. 

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695)

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