Después de dos años de no poder abrir sus puertas debido a la pandemia, la Feria del Libro de Lima ha vuelto a recibir al público en el ya clásico Parque Próceres de la independencia de Salaverry. Me apena no participar esta vez, pero prefiero esperar, seguir trabajando y regresar con una novedad bajo el brazo.
Como en toda Feria, un importante número de visitantes acude sabiendo de antemano a qué eventos asistir, qué charlas escuchar, qué libros comprar, pero también hay personas que llegan a la Feria desprovistas de un plan y deseosas de escuchar sugerencias. Es pensando en ellas que escribo estas líneas, haciendo como si me encontrara en Lima este fin de semana.
Hoy, sábado 30, por ejemplo, no me perdería la mesa sobre realismo urbano en la que participarán Edmundo Paz-Soldán, Pedro Casusol y Jorge Eduardo Benavides (6pm, auditorio Laura Riesco), y me repartiría para escuchar al menos pasajes del conversatorio sobre dramaturgia entre Mariana de Althaus, Eduardo Adrianzén, Vanessa Vizcarra y Alfonso Santisteban (7pm, auditorio César Vallejo) y, en paralelo, la mesa sobre cuento que se desarrollará en el auditorio José María Arguedas. En ese mismo escenario, una hora después, me sentaría a escuchar a Katya Adaui, Jeremías Gamboa y Gustavo Rodríguez intercambiar puntos de vista sobre literatura peruana contemporánea,
Después de dos años de no poder abrir sus puertas debido a la pandemia, la Feria del Libro de Lima ha vuelto a recibir al público en el ya clásico Parque Próceres de la independencia de Salaverry. Me apena no participar esta vez, pero prefiero esperar, seguir trabajando y regresar con una novedad bajo el brazo.
Y mañana, domingo, a las 3pm, llevaría a mi hija al Cuentacuentos El soldadito, de Enrique Nue (auditorio Jorge Eduardo Eielson) y reservaría la noche para oír a José Luis Peixoto y a Lauren Mendinueta hablar de la voz poética, y no me perdería la charla sobre periodismo a cargo de Héctor Abad Faciolince y Pedro Llosa.
Luego de ambas incursiones, claro, pasearía por los corredores del campus ferial y visitaría los distintos stands para comprar seguramente más títulos de los que originalmente pensados. Así somos los lectores: adquirimos diez, quince libros convencidos de que los leeremos en un plazo determinado, plazo que jamás cumplimos porque la vida nos absorbe, y entonces postergamos lecturas y acumulamos pendientes, torres de libros que prometen crecer y atravesar el techo. Así hasta la siguiente feria, en que impunemente repetimos la operación.
Decía que me lanzaría a comprar y entonces, solo pensando en autores nacionales, metería los siguientes libros a mi carrito de comopras imaginario: «Confesiones de un inquisidor», de César Hidebrandt; «Historia de la prostitución en el Perú», de Paulo Drinot (también de Drinot, su libro al alimón con Alberto Vergara, «La condena de la libertad»); «Los herederos de Fujimori», de José Alejandro Godoy; «La muralla verde», de Armando Robles Godoy; «Notas en un pasaporte», de Félix Terrones; «La república de las chispas de Paul Baudry»; la poesía completa de Antonio Cisneros; y las más recientes novelas de Gustavo Rodríguez y Katya Adaui, «Treinta Kilómetros a la medianoche» y «Quienes somos ahora». Por último, porque es domingo y los domingos son sinónimo de fútbol, me haría de «Lapadula: mi historia, mis goles, mi sangre».
Con ese sustancioso botín me daría por bien servido y me retiraría a casa a empezar a leer. Tengan todos felices fiestas. Y feliz feria.