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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 27 de mayo del 2022

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 27 de mayo del 2022

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En las islas Lofoten, en Noruega, existe un gran remolino, una corriente trituradora llamada Maelström cuyo poder de destrucción ha aterrorizado a viajeros y navegantes desde tiempos remotos. Este vórtice gigantesco ha sido fuente de mitos nórdicos y, a la vez, ha servido de inspiración para escritores como Edgar Allan Poe, Julio Verne y la peruana Rosa Arciniega. 

Que se sepa, Rosa Arciniega no estuvo en Noruega, pero sí en Madrid, Buenos Aires, Santiago o Lima, donde fue dejando un reguero de pistas que descubren una prolífica obra que el tiempo ha intentado sepultar. 

Una de ellas es Mosko-Strom. El torbellino de las grandes metrópolis, publicada en 1933. En ella, Rosa utiliza la fuerza succionadora del Maelström como metáfora de la modernidad e instala a un grupo de amigos que giran, a veces seducidos y otras aturdidos, alrededor de la idea del progreso. Esta distopía ocurre en una ciudad inventada, Cosmópolis, “por cuyo asfalto brillante se deslizaban ahora los rebaños de automóviles, de tranvías y de trenes aéreos en el máximo de trepidación y vértigo”. “Sorprende comprobar que la rica y meritoria producción de la escritora Rosa Arciniega (Cabana, 1903 – Buenos Aires, 1999) sea hoy tan desconocida, especialmente en el Perú. Desde sus comienzos en el bullente ambiente cultural de la España de los años treinta, su carrera periodística y literaria fue prolífica, rápida y exitosa”, escribe Inmaculada Lergo en el prólogo de Mosko-Strom.

Desde sus comienzos en el bullente ambiente cultural de la España de los años treinta, su carrera periodística y literaria fue prolífica, rápida y exitosa”, escribe Inmaculada Lergo en el prólogo de Mosko-Strom.

De lo poco que se conoce sobre su vida se sabe que en Lima estuvo vinculado al círculo intelectual de José Carlos Mariátegui. A Madrid llegó acompañada de su marido, José Granda Pezet, y de una hija pequeña, Rosa Beatriz. Al poco tiempo publicó su primera novela, Engranajes (1931), con la que ganó el reconocimiento “al mejor libro del mes”, que en ocasiones pasadas le había sido otorgado a Pío Baroja o Miguel de Unamuno.

Además de escritora, a Rosa le gustaba pilotar aviones. Una vez sufrió un percance sobrevolando el río Rímac. Sin embargo, en una entrevista, bromeó con la posibilidad de abandonar las letras para dedicarse a la aviación “en la que se alcanzan, sin duda alguna, más elevadas posiciones que en la manigua de las letras. Y quizás con menos riesgo y mayor tranquilidad”, dijo. 

Rosa llevaba siempre una boina, corbata, pantalón y el pelo corto. Su estilo poco convencional, sus extravagancias (decía que conservaba serpientes en formol)  y, sobre todo, su compromiso político y su manera de escribir potenciaron una capacidad de seducción natural y arrasadora. 

Sus apariciones en los grandes enclaves literarios de Madrid se anunciaban en la prensa. El 7 de julio de 1933, por ejemplo, el periódico ABC publicó “Mañana, sábado, a las siete y media de la tarde, la escritora peruana Rosa Arciniega dará en el Ateneo de Madrid su anunciada conferencia sobre Las revoluciones permanentes en el arte”.

“Mañana, sábado, a las siete y media de la tarde, la escritora peruana Rosa Arciniega dará en el Ateneo de Madrid su anunciada conferencia sobre Las revoluciones permanentes en el arte”.

En seis años publicó cuatro novelas y artículos diversos en revistas como Mundo Nuevo, Revista de Occidente  o La Gaceta Literaria, entre otras. También escribió un drama radiofónico titulado El crimen de la calle Oxford. Y, más adelante, biografías de Pizarro, Pedro Sarmiento de Gamboa, Pedro de Valdivia, Beethoven, Schubert o Chopin.

En 1936, poco antes del estallido de la Guerra Civil, Rosa y su familia regresaron a Lima. Luego se trasladaron a Santiago y Buenos Aires, donde se convirtió en la primera diplomática mujer peruana y se desempeñó como agregada cultural. Murió en 1999.

Mosko-Strom fue reeditada en 2019 por la editorial Pesopluma. Es decir, 86 años después de su primera publicación. El personaje central, Max Walker, un hombre “casi, casi feliz”, es una alegoría de la velocidad y la obsesión por la tecnología, la producción masiva y la voracidad económica. La novela, adelantada a su tiempo y sospechosamente actual, está escrita con nervio, matices y mucha verdad.  La lectura de Mosko-Strom debería ser el inicio de una misión conjunta por rescatar la vida y obra de una escritora visionaria, injustamente olvidada y verdaderamente genial.

Rosa Arciniega (1903 – 1999)

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