Roma Libera
Actualmente personifico a una empleada doméstica, migrante del interior del país, en una teleserie peruana ambientada en la Lima de los años setentas. Hacer este personaje me ha ayudado a mirar desde la comodidad de la ficción el trabajo de las empleadas del hogar y el trato que reciben por parte de las familias a las que atienden. Es una comedia, pero tengo sensaciones encontradas que Roma, la película de Alfonso Cuarón, me está ayudando a comprender y desenredar.
Muchas veces he rechazado proyectos que me proponían el papel de empleada doméstica porque sabía que me ofrecían ese rol por mi condición de mujer andina. No quería caer en el cliché y prefería optar por otros retos actorales. Sin embargo, accedí personificar a Felicitas, mi personaje en la telenovela, no solo por el ingreso económico sino porque me brindaron la oportunidad de hacerlo de una forma diferente. Después de ver Roma voy entendiendo que fue la mejor decisión y explico por qué.
Cuarón (ganador de un Oscar por la película Gravity) realizó un casting exhaustivo para hallar a su protagonista. Él quería una persona que tuviera más esencia que experiencia, pues trataba de encarnar a un personaje trascendente en su vida, que se inspira en Liboria, Libo, que fue la nana de su niñez y a la que dedica el filme. Cuarón encontró así a Yalitza Aparicio, una profesora de primaria sin experiencia actoral.
La esencia que buscaba el director era el alma que evocaba de su nana. Yalitza ha sido juzgada por ciertos círculos por no conectar ni transmitir adecuadamente sus emociones en algunas escenas de la película. Para Cuarón esta aparente carencia actoral, era una de las virtudes que han llevado a Yalitza a componer un personaje memorable. El director buscaba que la actriz “reflejara la identidad y el mundo interior de Libo”. Y así lo hizo, ganándose el respeto de todo el mundo.
La esencia que buscaba el director era el alma que evocaba de su nana.
Roma, que toma su nombre de un barrio de clase media de Ciudad de México, nos traslada al mundo que ocupan las empleadas domésticas en nuestros hogares, en donde muchas veces no nos atrevemos –o quizás no nos importa—preguntarles sobre su propia vida. “Asunto de empleadas”, dirían algunos. Estoy convencida que justamente en este aspecto es donde reposa el éxito de la película, en la existencia de un público que necesita un poco de esa alma, de esa esencia que el director tanto buscaba y que su equipo ha logrado retratar con maestría.
Mi alma se satisface al descubrir que mi familia más cercana también trabajó en casas de familias ajenas atendiéndolos con gran dedicación y que aún mantienen vínculos que trascendieron toda barrera social. Mi Felicitas es hija de todos esos recuerdos de la época que mamá, papá, tías, tíos, madrinas, me contaron en sus tiempos de juventud y que alimentó mi investigación del personaje que hoy represento. Momentos valiosos que cumplieron su propósito. El saber, quien soy, de dónde vengo y a dónde voy. Mi trabajo me acercó más a mi familia y a re-conocer mis verdaderas raíces. Aprender de sus vidas, anécdotas, logros y carencias, agranda mi vida y por ende mi identidad.
Es hermoso saber que millones de personas que viven a grandes velocidades, marcadas por la tecnología excesiva, se detuvieron por más de dos horas para ver Roma y se permitieron ver, sentir y conectar con una época setentera que Cuarón–usando recursos naturalistas y con ritmo nostálgico–, quiso mostrar de manera contemplativa, de manera que te sumerge en cada detalle, como si en tus manos tuvieras un gran álbum clásico de fotos impresas moviéndose lentamente. Y todo en blanco y negro.
Se demuestra así que se necesita más alma en las producciones, más directores arriesgados. Más actrices valientes que se puedan conectar con su alma, sin juzgar, más bien aceptando su propia identidad, y darse la oportunidad de mostrar su mundo interior, que es único. Me permito, entonces, reafirmar mi decisión de convertirme en una artista capaz de resolver cualquier personaje construido desde mi capacidad de conectar con todas las almas que me rodean. Proponer sin miedo toda mi esencia. Gracias Roma, gracias Felicitas.