En realidad se llama Nancy, pero en este lado del mundo la conocemos como Periquita. Tiene 8 años, no tiene apellido, tampoco padres conocidos. Viste siempre igual: una falda roja, una camisa blanca, un chaleco negro y un lazo con el que adorna un pelo como una pelota de fútbol, pero puntiagudo e indomable. Vive con su tía Dorita, adora las galletas, los helados y las salchichas. Ocasionalmente trabaja al cuidado del hijo del señor Pérez y tiene un compañero de aventuras llamado Tito. Periquita tiene la misma edad desde hace 87 años. Ha sido traducida a una docena de idiomas, ha protagonizado juguetes y dibujos animados, pero, sobre todo, es una niña eterna que se construye diariamente con un sentido de la travesura y el ingenio que ha cautivado a más de 10 millones de personas en todo el mundo.
¿Qué la hizo tan universalmente atractiva?
Apareció por primera vez en 1933, en el cómic Fritzi Ritz, que contaba las historias de una mujer obsesionada con los hombres, la moda, el dinero y los cosméticos. Su creador, Ernie Bushmiller, la dibujó como una sobrina astuta que venía a incomodar la vida frívola de la tía Dorita por un par de días. “Un poco para animar las cosas”, dijo Bushmiller en una entrevista. Pero los lectores empezaron a mandar cartas a los periódicos para reclamarle un mayor protagonismo, como la publicada en The Buffalo Times a mediados de los años 30. “Estamos con Periquita y prácticamente todos con los que hemos hablado también”.
Apareció por primera vez en 1933, en el cómic Fritzi Ritz, que contaba las historias de una mujer obsesionada con los hombres, la moda, el dinero y los cosméticos.
A partir de 1938 ya tenía su propia tira cómica y se publicaba en más de 100 periódicos, aunque su verdadero éxito se cristalizó durante la posguerra, cuando llegó a ser publicada en 881 periódicos, solo en Estados Unidos. “La vemos como una protofeminista, un verdadero modelo a seguir para las niñas pequeñas de su tiempo. Es resiliente y es fuerte. Es una gran solucionadora de problemas y, al mismo tiempo, una niña real”, escribe Paul Karasik, autor junto a Mark Newgarden del ensayo How to Read Nancy.
Traviesa, impulsiva pero sensata, voluble, inteligente pero sin llegar a ser la primera de la clase, algunas veces imprudente, otras celosa, siempre noble, creativa, valiente y muy activa físicamente, Periquita no tiene reparos en decir que se siente malhumorada antes de descargar su furia en un pájaro que, dice, vuela en sentido contrario. Su gran amigo Tito (y, deseamos, futuro amor) vive en una casa destartalada llena de ratones al otro lado de las vías del tren. Es arrogante y un poco cobarde al mismo tiempo, se deduce es huérfano y nadie sabe cómo se gana la vida. Quizás, dijo alguna vez su creador, reparte verduras los fines de semana.
¿Quién es Periquita? ¿Dónde están sus padres?, le preguntaron una vez a Bushmiller en una entrevista. “El problema es que no lo sé”, contestó. “Periquita somos todos. Ella es nosotros”. Tito y Periquita son niños que se hacen cargo de sí mismos, cuestionan la autoridad y toman el mando de sus vidas. Como nosotros. O como a nosotros nos gustaría hacerlo desde la inocencia de los 8 años. “Si ella fuera mayor”, dijo alguna vez Bushmiller, “ellos se darían cuenta de que también son mayores … y la risa tendría un toque de tristeza”.
Andy Warhol convirtió a Periquita en un ícono de la cultura pop y su creador ha sido un caso de estudio. “Como el modernista Mies van der Rohe, la simplicidad engañosa de Periquita es una función deliberada de una compleja amalgama de reglas formales establecidas por un maestro del diseño”, dicen los autores de How to Read Nancy. Tras la muerte de Bushmiller, varios caricaturistas tomaron la posta para mantener con vida a Periquita. En 2018, Olivia Jaimes, seudónimo de una ilustradora norteamericana, actualizó las aventuras de Periquita y Tito añadiéndole ingredientes de la vida moderna, como el uso de apps, teléfonos inteligentes y redes sociales.
Andy Warhol convirtió a Periquita en un ícono de la cultura pop y su creador ha sido un caso de estudio.
Periquita llegó al Perú a finales de los años 70. Se vendía en los puestos de periódicos, donde los niños y niñas gastaban sus propinas en los llamados chistes, publicados por la Editorial Navarrete. Ninguno de ellos analizaba los gestos, los ángulos de visión, la composición, los globos de diálogo y todas esas cosas que convirtieron al autor y a su criatura en un éxito planetario. Simplemente disfrutaban de sus ocurrencias en un mundo sin adultos, querían parecerse a ella en su independencia, ternura y fortaleza. Periquita, como dijo Bushmiller, somos todos. Es un regalo imbatible. Es el apodo amoroso que un padre le pone a su hija. Es decir, a otra niña eterna que, a pesar de su propia voluntad, tiene la misma edad para siempre y busca, junto a Tito, crear un universo de alegrías, errores y aprendizajes, pero siempre con la complicidad y buena fortuna de saber que tiene a alguien, que ya no está sola en el mundo.