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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 10 de diciembre del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 10 de diciembre del 2021

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“La voz de los sin voz” nació en Tucumán, en el noroeste argentino, en 1935.  Hija de un obrero en una fábrica de azúcar y de una lavandera, Marta, como la llamaban en casa, creció entre penurias económicas y sin imaginar que algún día se dedicaría a la música. De hecho, sus inicios fueron producto de la casualidad.  Un día, en el colegio, frente a la ausencia de la profesora de canto, la directora le pidió que entonara el Himno Nacional. Ese, recordaría años después en una entrevista, fue su verdadero debut y el momento que le cambió la vida. 

A partir de entonces comenzó a cantar de forma natural. Participó a los 15 años en un concurso en una radio local bajo el seudónimo de Gladys Osorio con el tema “Triste estoy”, de Margarita Palacios. Por supuesto, ganó para disgusto de su padre.

Unida sentimentalmente al guitarrista y compositor Óscar Matus, con quien tuvo a su único hijo, Mercedes empezó a vincularse con un núcleo de artistas liderado por el poeta Armando Tejada. Así formaron el Nuevo Cancionero, un movimiento vanguardista que integraba las distintas expresiones de la música popular. El proyecto tenía una ambición regional: querían integrar al continente y eso es lo que Mercedes, con esa voz comprometida con sus ideales políticos de izquierda, consiguió: convertirse en la voz de Latinoamérica.  

Sus primeros discos pasaron prácticamente desapercibidos hasta que en 1965, el mismo año en que su pareja la abandonó en una situación bastante precaria, se presentó en el Festival Folklórico de Cosquín y el público se rindió a sus pies. 

Sus primeros discos pasaron prácticamente desapercibidos hasta que en 1965, el mismo año en que su pareja la abandonó en una situación bastante precaria, se presentó en el Festival Folklórico de Cosquín y el público se rindió a sus pies. 

“Lo peor que le puede pasar a uno es no creer en nada”, dijo alguna vez la mujer que huía del color gris porque lo consideraba una nube que podía posarse sobre ella y sumirla en esa tristeza intrínseca, en esa depresión que tantas veces la atrapó.  

Su tercer disco, Yo no canto por cantar, la llevó a recorrer Estados Unidos y Europa. Entonces empezó a encadenar un éxito tras otro. “Duerme negrito” o “La porneña” y  luego temas convertidos en himnos, como “Gracias a la vida”, “Todo cambia”,  “Alfonsina y el mar”, “Como la cigarra”, “Zamba para olvidarte” o “La maza”.  

El único pesar en su carrera era que sufría de pánico escénico. Sin embargo, salía al escenario vestida de poncho y valentía para expandir su música y compromiso político. 

“Aprendí que si no canto me muero. Podré tener nervios, pero ese pánico insoportable de cada entrada no va más. Cantar me cura. Y tengo ganas de vivir”, dijo en una entrevista después de ausentarse de los escenarios por complicaciones del mal de Chagas que la aquejaba. Entonces ya había vivido el exilio en Madrid y Francia a consecuencia de sus ideas políticas y de su defensa de los pueblos indígenas, las mujeres, los trabajadores y los niños. Era una estrella del folklore.

“Aprendí que si no canto me muero. Podré tener nervios, pero ese pánico insoportable de cada entrada no va más. Cantar me cura. Y tengo ganas de vivir”

Mercedes nunca dejó de hermanar géneros y voces. Cantó al lado de Charly García, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, pero también de Julieta Venegas, Shakira, Gustavo Cerati, Jorge Drexler o Joan Manuel Serrat. Nadie escapaba al deseo de estar cerca de esta especie de madre, protectora y referente de toda una generación.  

Publicó más de 70 trabajos: discos, grabaciones en vivo y recopilatorios que abarcaban, incluso, el pop y el rock. Recibió innumerables reconocimientos y premios. Fue Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco y ganó hasta tres Grammy Latino. 

A los 74 la vida se le apagó definitivamente. Hospitalizada debido a una disfunción renal, su estado se complicó y murió a los pocos días. Sus restos fueron velados en el Palacio del Congreso y se decretaron tres días de luto nacional. El cantante Joaquín Sabina, quien dice odiar las despedidas, le escribió la mejor:

“Se nos murió la gran dama, / Negra Sosa, pacha mama / de Corrientes, / que bordó puntos y comas / en las prisas del idioma / de la gente”. 

La Negra, como la llamaban, exponente del folklore argentino reconvertida en voz de Latinoamérica, prefería que la llamaran cantora antes que cantante. “Porque cantante es el que puede cantar y cantor el que debe hacerlo”. Mercedes Sosa siempre sintió el deber de la música, de una música que también era grito, llamado de auxilio, reivindicación, denuncia, amor y profundidad. 

 

Mercedes Sosa (1935 – 2009)

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