Cuando los hermanos de la pequeña Mercedes Cabello tuvieron la posibilidad de irse a estudiar a Francia y ella no, las interrogantes se dispararon en la mente de una niña inquieta y dotada para el piano, la lectura y la costura. Ser mujer en el Perú de mediados del siglo XIX la obligaba a un único destino: servir y criar. Sin embargo, ella supo cambiar de estrella y logró, con el paso del tiempo, convertirse en escritora y pionera en la lucha por los derechos de la mujer.
Nació en Moquegua, en 1845, en una familia de hacendados. Rodeada de libros, Mercedes dedicó la adolescencia a leer a Balzac y Tolstoi, a interpretar a Bellini en el piano y a recibir clases de francés. A los 22 años partió a Lima y poco tiempo después se casó con el doctor Urbano Carbonera, de quien adoptaría el apellido, pero no la felicidad. La pareja no pudo tener hijos, como le hubiera gustado a Mercedes, y él se enredó en amores paralelos que derivaron en una ruptura definitiva al poco tiempo.
Ante el fracaso sentimental, Mercedes encendió un motor creativo que la llevó a escribir y publicar en diarios y revistas nacionales y extranjeras bajo el seudónimo de Enriqueta Pradel. Más tarde lo haría con su propio nombre y se incorporaría a las veladas literarias organizadas por la argentina Juana Manuela Gorriti, con quien discrepó profundamente tras la publicación de su novela Blanca Sol (1888).
Mercedes Cabello de Carbonera es considerada la iniciadora de la novela realista peruana. Escribió novelas como Sacrificio y recompensa (1886), que le valió un premio del Ateneo de Lima y, como consecuencia, el odio e insultos del periodista y poeta Juan de Arona, entre otros intelectuales que no podían aceptar que una mujer pudiera superarlos. También Eleodora, reeditada como Las consecuencias (1890), Los amores de Hortensia (1886) y El conspirador (1892), una crítica feroz a los políticos y, especialmente, a Nicolás de Piérola, que le costó el exilio.
Mercedes Cabello de Carbonera es considerada la iniciadora de la novela realista peruana.
En paralelo escribió ensayos literarios, especialmente, sobre la educación y la condición de la mujer, como Perfeccionamiento de la educación y la condición social de la mujer.
“Es preciso que el hombre no vea en ella a un ser débil sumido en la ignorancia y privado de la luz de las ciencias. Para que ella pueda combatir los errores del hombre es preciso darle una instrucción sólida y vasta”, escribió. Eran los inicios del feminismo, la mujer ni siquiera tenía derecho a voto, mucho menos a alzar la voz y opinar sobre su propia situación subalterna y, si lo hacía, como es el caso de Mercedes, era considerado un atrevimiento.
En la década de 1870, un grupo de mujeres llegadas de distintos puntos del Perú a Lima (Teresa Gonzáles de Fanning desde Ancash, Clorinda Matto desde Cuzco, Carolina Freyre desde Tacna o Mercedes desde Moquegua) fueron capaces de imaginar un país más abierto, inclusivo y moderno. La llamada primera generación de escritoras y mujeres ilustradas reflexionó sobre la urgencia de liberar a la mujer, a través del acceso a la educación, de una vida regida por el marido o la iglesia.
En la década de 1870, un grupo de mujeres llegadas de distintos puntos del Perú a Lima (Teresa Gonzáles de Fanning desde Ancash, Clorinda Matto desde Cuzco, Carolina Freyre desde Tacna o Mercedes desde Moquegua) fueron capaces de imaginar un país más abierto, inclusivo y moderno.
Los últimos años de Mercedes fueron terribles. Después de apoyar a las tropas nacionales en la guerra con Chile, como tantos intelectuales de la época, y de sufrir el destierro a causa de unas ideas adelantadas para su tiempo, Mercedes volvió al Perú y cayó en desgracia.
Aquejada por brotes psicóticos debido a la sífilis que contrajo de su marido cuando no existían tratamientos ni antibióticos, terminó recluida en un manicomio. Entonces tampoco existía el hospital Víctor Larco Herrera, primer centro psiquiátrico en Latinoamérica fundado recién en 1918, solo el llamado Manicomio de El Cercado. Aquí, en unas condiciones muy precarias y completamente poseída por sus propios demonios, se apagó la vida de Mercedes. Hoy, solo un parque y un colegio recuerdan el paso por la vida de la mujer que abonó el terreno para las futuras generaciones de escritoras en el Perú.
Mercedes Cabello de Carbonera (1845 – 1909)