Antes de que Mary Wollstonecraft naciera, en 1759, las mujeres no tenían derecho a voto, tampoco acceso a la educación ni a un trabajo bien remunerado. Además, debido a los partos y a los malos tratos, contaban con una peor esperanza de vida. Ella se atrevió a imaginar un mundo distinto, un lugar donde las mujeres y los hombres tuvieran los mismos derechos. Con más coraje que idealismo hizo de ese razonamiento una lucha personal hasta convertirse en la pionera de los derechos de las mujeres en el mundo.
Mary tuvo la suerte de nacer en una familia inglesa próspera y la desgracia de ser hija de un padre alcohólico que dilapidó la fortuna familiar y la sometió a maltratos físicos. De acuerdo a las costumbres de la época, su hermano Ned accedió a una educación completa. Ella no. Ella era mujer y las mujeres cosían, bordaban, cocinaban y aprendían a ser madres.
En vez de rendirse, Mary, con gran determinación, decidió educarse por su cuenta.
En vez de rendirse, Mary, con gran determinación, decidió educarse por su cuenta.
A los 25 años, junto a su hermana Eliza y su amiga Fanny Blood, inauguró un colegio para niñas que ganó una enorme reputación y sentó las bases para su posterior obra. Entre 1787 y 1788 publicó dos libros, Reflexiones sobre la educación de las hijas e Historias originales, que todavía no contenían la fuerza y determinación de su posterior Vindicación de los derechos de la mujer, publicado en 1792, donde propuso una educación igualitaria.
“Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”, escribió.
Antes de adquirir cierta fama como escritora, Wollstonecraft se fue a Irlanda a trabajar como institutriz para superar la pérdida de su gran amiga Fanny, quien falleció dando a luz. No se contentó con el trabajo doméstico y al poco tiempo regresó a Londres para trabajar como traductora y como periodista, escribiendo encendidos artículos sobre la frustración de las mujeres que solo podían desarrollarse en el ámbito familiar.
En su búsqueda de nuevos retos y emociones, Mary viajó a París en 1792, en plena revolución, y se enamoró de un aventurero norteamericano, Gilbert Imlay, con quien tuvo a su primera hija, Fanny. Mary perdió la cabeza por amor: intentó suicidarse ante el primer abandono de Imlay y luego se embarcó en un viaje por Escandinavia para perseguirlo. No logró retenerlo, pero a cambio escribió Cartas escritas durante una corta estancia en Suecia, Noruega y Dinamarca, donde, a través de reflexiones sociológicas y sentimentales, da por terminada la relación más importante de su vida.
De vuelta en Londres, Mary retomó sus actividades literarias e intelectuales y se enamoró de William Godwin, con quien contrajo matrimonio. La pareja vivía en casas contiguas para que cada intelectual pudiera mantener su universo independiente. Aparentemente fueron muy felices, pero el amor duró poco. En 1797 tuvieron a Mary, quien muchísimos años después se convertiría en Mary Shelley, la autora de Frankestein, pero el parto tuvo muchas complicaciones. Mary Wollstonecraft falleció a los 10 días debido a una septicemia.
“Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”, escribió.
Godwin publicó unas memorias sobre Mary que, en vez de homenajearla como él quería, crearon una gran polémica. En ellas contaba que Fanny fue una hija ilegítima, que nunca se casó con Imlay, que en realidad no era tan religiosa como predicaban sus escritos y que había intentado suicidarse un par de veces. La sociedad de entonces se encargó de sepultarla por segunda vez.
Su legado tuvo que esperar más de un siglo para que cayera en manos de las escritoras Virginia Woolf y Emma Goldman, quienes recuperaron Vindicación de los derechos de la mujer y revalorizaron su condición de pionera de la lucha feminista.
Desde entonces y a más de dos siglos de su fallecimiento, su existencia sigue levantando polémicas. La última ocurrió en 2020 cuando se inauguró en Londres una escultura en su honor, obra de la artista británica Maggi Hambling. Sobre una forma abstracta e irregular emerge una figura pequeña y desnuda que, en teoría, representa a Wollstonecraft. Un día la escultura fue cubierta de forma espontánea por algunos paseantes indignados porque, decían, la pieza no representaba las ideas de la autora sino su cuerpo.
Al poco tiempo, Mary o lo que ella representa, fue nuevamente desvestida. “Refuerza la mente femenina, agrandándola, y se acabará la obediencia ciega”, parece volver a escribir Mary desde alguna parte.
Mary Wollstonecraft (1759 – 1797)