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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 12 de agosto del 2019

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 12 de agosto del 2019

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Su destino empezó a configurarse en una cafetería, a principios de los años 40. El lugar se llamaba Tea Room y quedaba en el pasaje Olaya, muy cerca de la Plaza de Armas de Lima. María Reiche, arqueóloga y matemática alemana, había llegado por primera vez al Perú 9 años antes, a punto de cumplir los eufóricos 30, para ejercer distintos trabajos de profesora, traductora y restauradora. Fue aquí, en el local de su querida amiga Amy Meredith, donde se sentó a tomar un café, un té o, imaginemos, una manzanilla, y escuchó al antropólogo norteamericano Paul Kosok hablar del desierto en el que -todavía sin saberlo- pasaría el resto de su vida.

Kosok, que había fijado con la técnica del Carbono 14 la construcción del “calendario de mayor escala en el mundo” en el año 550 d.C.,  llevó a María a visitar el conjunto de geoglifos que se extiende entre Nazca y Palpa. El estudio de esos extraños dibujos que ya conocemos, algunos de hasta 275 metros de largo, con las formas de un colibrí, una ballena, un caracol, un mono, un pelicano, una iguana o una lagartija, entre otros muchos, se convirtió en el eje de su existencia, primero de la mano de Kosok y luego sola.

¿Cuáles habrán sido los pensamientos de los pobladores y visitantes al ver a esa mujer altísima caminar por el desierto o encaramarse sobre una escalera para poder estudiar las líneas de Nazca? ¿Y cuando la veían, literalmente, barrer el desierto? Decían que era una bruja, otros sencillamente pensaban que estaba loca. Pero María no se fue. Más bien, hizo de este territorio rojizo, hostil y solitario su lugar en el mundo.

El viajero y escritor inglés Bruce Chatwin la visitó en 1975, cuando María ya tenía más de 70 años y 30 en el desierto. “Duerme sola a la intemperie sobre un lecho de rocas porque casi nunca llueve. Su piel se ha quemado y arrugado al modo peculiar de quienes viven en los lugares áridos. (…) Su pelo rubio se ha puesto blanco, pero sus ojos siguen siendo claros y vivaces, y su expresión, que a veces puede llegar a ser fiera, tiene generalmente la ingenuidad de una niña y está llena de entusiasmo por la vida”, escribió en su libro ¿Qué hago yo aquí?

María ya había publicado el libro Mistery on the Desert, que imprimió por su cuenta y, lentamente, sirvió para despertar una gran curiosidad en el mundo por el conjunto de geoglifos. Entre los visitantes más bizarros estuvo el autor suizo Erik von Daniken, quien le dio a Nazca la fama de escenario extraterrestre,  donde las líneas eran pistas de aterrizaje de naves alienígenas. “La gente de aquí era lo suficientemente evolucionada como para realizar esos dibujos maravillosos. No se necesita buscar gente en otro planeta o de millones de años antes para hacer estos diseños ”, dijo María Reiche en una entrevista.

Su pelo rubio se ha puesto blanco, pero sus ojos siguen siendo claros y vivaces, y su expresión, que a veces puede llegar a ser fiera, tiene generalmente la ingenuidad de una niña y está llena de entusiasmo por la vida

Sin dejar de barrer para retirar la gravilla que había rellenado los surcos de los geoglifos ni de profundizar en su teoría del calendario astronómico, con los años María se convirtió en la mayor defensora y promotora de las líneas de Nazca, aun cuando la construcción de la carretera Panamericana ya había partido en dos al lagarto y los visitantes no tenían reparo en atravesar las figuras a pie, en caballo, carreta, bicicleta, moto o camioneta buscando dejar una huella absurda en la historia. En buena parte fue gracias a ella que hace 25 años la UNESCO inscribió a las líneas de Nazca y Palpa como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aun así, se siguen cometiendo actos vandálicos cada cierto tiempo.

Hoy suben miles de turistas al mirador que, también gracias a ella, logró instalarse a orillas de la carretera. Desde aquí, todos pueden ver lo que ella vio desde el principio: un enorme contenedor de enigmas. En este lugar en apariencia vacío están las líneas de Nazca y está la historia de María Reiche,  que se enfrentó al desierto -tan concreto en su soledad y tan simbólico en sus interpretaciones- para desentrañar sus misterios.

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María Reiche (1903-1998)
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