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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 31 de marzo del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 31 de marzo del 2021

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“María Félix nació dos veces: sus padres la engendraron y ella, después, se inventó a sí misma”, dijo Octavio Paz sobre La Doña, María Bonita o La Mexicaine. Casi 50 películas y una estela de joyas, amores, desplantes y frases célebres convirtieron a la actriz, nacida en 1914, en una fuerza de la naturaleza que, cada cierto tiempo, vuelve para recordarnos su inmortalidad. 

Nacida en Sonora, María de los Ángeles Félix Güereña estaba condenada a pasar desapercibida, a confundirse entre los 11 hermanos y hermanas que brotaban a su lado, así que decidió irse a Ciudad de México, donde se casó con un vendedor de cosméticos de Max Factor que luego le haría la vida imposible al secuestrar a su único hijo, Enrique Álvarez Félix (recordado por su rol protagonista en la telenovela Colorina). 

En aquel entonces saber actuar era algo que se tenía o no se tenía. Así que, con todo ese misterio, arrebato y fuego, María anunció que sería actriz. «Querían que me llamara Diana del Mar. Ni loca, les dije, yo no me pongo un nombre tan cursi. Luego me propusieron otro peor: Marcia Maris. Me negué rotundamente a llevar seudónimo», dice en su autobiografía  María Félix. Todas mis guerras, escrita por Enrique Krauze. 

"Querían que me llamara Diana del Mar. Ni loca, les dije, yo no me pongo un nombre tan cursi. Luego me propusieron otro peor: Marcia Maris. Me negué rotundamente a llevar seudónimo"

Debutó en el cine con El peñón de las ánimas al lado de Jorge Negrete, el famoso “charro cantor”. Se odiaron a primera vista y fueron enemigos durante 10 años. Luego se casaron. Negrete sería uno de los 4 maridos que María, a quien nunca le duró mucho el amor, tendría. Antes estuvo casada con el cantante Agustín Lara, cuya relación casi termina en homicidio por celos, y después con Álex Berger, con quien disfrutó de un amor saludable y una vida aristocrática en París. Tras su temprana muerte, María sufriría de episodios de depresión y adicción y ya nunca más haría oficial sus romances o parejas pasajeras. 

La actriz, que siempre proyectó una imagen de poder y superioridad, trazó un plan sobre sí misma y esculpió su propia leyenda escamoteando algunos datos de su vida y engrandeciendo otros. «¿Para qué insistes en buscar eso que tú llamas ‘la verdad’? La vida de una actriz es sueño, y si no es sueño no es nada”, le dijo a Enrique Krauze cuando él, para escribir su biografía, investigó ciertos momentos de su infancia con su hermano Pablo, de quien los padres la separaron por intuir una relación incestuosa.

Krauze dedujo, al optar por escribir una autobiografía sostenida únicamente en lo que ella le contó, que María protegía a su personaje. “Desde un principio percibió que en torno a él (el personaje) se había creado un mito y sintió que su imperativo mayor era respetarlo. Su distancia, su retraimiento, no fueron un retiro: están hechos de reserva, no de inseguridad o temor”.

“Desde un principio percibió que en torno a él (el personaje) se había creado un mito y sintió que su imperativo mayor era respetarlo. Su distancia, su retraimiento, no fueron un retiro: están hechos de reserva, no de inseguridad o temor”.

En la ficción, un personaje bien construido tiene que cumplir con ciertos principios de verosimilitud. Y a María Félix se le creía todo. Empezando por su aspecto, adornado con las joyas más estrafalarias, como el famoso diamante Ashoka, el collar de serpientes, el de esmeraldas -que Jorge Negrete no terminó de pagar porque falleció y ella se negó a liquidar- o el de cocodrilos. Cuenta la leyenda que María se apareció en Cartier con un saurio bebé para que la reproducción fuera lo más fiel posible. La firma, tras su muerte, creó una colección de relojes de oro con incrustaciones que llevarían su nombre. 

“No te preocupes cuando hablen de ti. Preocúpate cuando no lo hagan”, dijo para la posteridad dejando un compendio de frases célebres, casi de autoayuda y siempre relacionadas a la independencia, al darse la vuelta y tomar otro camino, a alejarse del daño, a la autodeterminación y la confianza en uno mismo.

La diosa arrodillada, Maclovia, La cucaracha, Tizoc, Camelia, La Valentina, La estrella vacía, La monja alférez, La mujer sin alma, French Cancan o La pasión desnuda fueron algunas de las 47 películas en las que participó entre México, Francia y España. Nunca rodó en Hollywood porque le ofrecieron papeles pequeños y estereotipados que rechazó tajantemente. 

“María, esa mujer tan hermosa que hace daño”, dijo Jean Cocteau, se retiró del cine pronto, a los 56 años, para disfrutar de sus caballos de carrera, sus ocasionales apariciones en  eventos y así ser absolutamente fiel con la frase que ella misma acuñó: “A aquel que me ha conocido lo desafío a que me olvide completamente”. Nadie, por supuesto, podía. Nadie puede, todavía, olvidar el enarcamiento de una ceja o el sombrero de ala ancha con el que dejó impresa su huella en el mundo . Murió a los 88 años, un 8 de abril, el mismo día en que nació. Prácticamente toda su herencia se la dejó a su asistente personal y a algunas causas benéficas. 

Nunca se llega a conocer del todo a una persona. Ni siquiera a nosotros mismos. María Félix lo supo desde el principio, desde que nació dos veces y se inventó a sí misma para encarnar una ficción a la que una legión de admiradores en el mundo se volvería adicta. 

María Félix (1914 -2002)

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