El amor de Magda Portal por el mar empieza a orillas del Pacífico, cuando tenía 2 años de edad. Desde entonces, la figura de la costa barranquina bañaría una obra como un océano que se despliega entre la poesía y la política, las dos grandes pasiones (y conflictos) que marcaron su vida.
Su infancia, atravesada por la temprana muerte de su padre, se traduce en una imagen: una niña de 7 años rompe el candado con el que han clausurado su casa y desafía al juez que llevaba una orden de desalojo para la familia en quiebra.
“Magda es esencialmente lírica y humana”, escribiría muchísimos años después José Carlos Mariátegui en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Y es verdad, hubo mucho de inspiración y de humanidad en ella desde la infancia, pero también de rebeldía frente a situaciones que le resultaban injustas.
El camino hacia su conversión en una poeta reconocida y celebrada en su propio tiempo no fue fácil. Las estrecheces económicas hicieron que Magda se refugiara en los libros. Si bien la calmaban, por dentro le hervía la sangre. Ella quería ir a la universidad, pero debía aportar a la canasta familiar con pequeños trabajos en talleres de fotografía y litografía.
Magda Portal fue autodidacta, aunque asistió a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos como alumna libre y empezó a publicar sus primeros versos en la revista Mundial bajo el nombre de Tula Sovaina.
El camino hacia su conversión en una poeta reconocida y celebrada en su propio tiempo no fue fácil.
Ganó los Juegos Florales de San Marcos, en 1923, pero no le negaron el premio por ser mujer. Tras el escándalo, Augusto B. Leguía accedió a entregárselo. Ella ya no quiso.
“En un temperamento apasionado y vehemente como el mío es difícil tomar las ideas con filosófica parsimonia”, escribió sobre sí misma en su libro de memorias La vida que yo viví…
Esa vehemencia y pasión desencadenaron su entrega a la vida política, cuando pasó a formar parte del APRA, al lado de su amigo Víctor Raúl Haya de la Torre. Además de ser una figura importante en la fundación del partido, obtuvo el cargo de secretaria de asuntos femeninos y directora del Movimiento Nacional para la Educación de las Mujeres.
Magda tuvo una hija, Gloria, con Federico Bolaños. Luego se uniría a su cuñado Reynaldo, mejor conocido por su seudónimo poético, Serafín Delmar. Con él iniciaría esa andadura política que le acarrearía tantos exilios y persecuciones por verse implicada en un supuesto complot comunista.
Corrían años convulsos, pero ella se sumergió en la defensa y promoción de la igualdad de las mujeres con rigor. Su ensayo, Hacia la mujer nueva, publicado en 1932, le costó 500 días de prisión.
Corrían años convulsos, pero ella se sumergió en la defensa y promoción de la igualdad de las mujeres con rigor.
“Ahora es cuando quisiera romper las cerraduras de esta prisión amarga y abrir de par en par sus puertas y traer hasta la celda oscura la alegría del mundo que no puede llegar”, escribió desde la cárcel de Santo Tomás.
Su relación con Haya y el APRA se quebró para siempre cuando no permitieron que las mujeres se afilien al partido por no tener derecho a votar. Con esta decepción a cuestas se enfrentaría a la pérdida de su hija Gloria, en 1947, a causa de un disparo en el corazón, dicen, debido a un desamor.
“Yo no me sé encontrar. Estoy perdida de mí misma justo en el tiempo en que partiste para habitar mi corazón. Doy vueltas y no acierto a recobrarme en equilibrio y está sonando a muerto mi corazón herido”, escribió.
Magda volvió al mar, que tantos poemas le inspiró, como dejó constancia en sus poemarios Una esperanza y el mar, Costa sur o Constancia del ser. Lamentablemente, de acuerdo a una carta que le escribió a Cecilia Bustamante en 1980, muchos de sus escritos fueron destruidos en medio de la constante persecución a la que fue sometida y otros desaparecieron en una maleta con la que viajó a Buenos Aires en 1951.
Ella, que, según dijo, era un mar porque no hubiera podido ser un río, murió a los 89 años después de una vida caudalosa “de verdes alegrías y profundas soledades”. Las cenizas de la gran poeta y activista política, de acuerdo a su deseo, fueron arrojadas en esa costa de su infancia donde descubrió que la alegría también se la podía dar el mar.
Magda Portal (1900-1989)