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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 18 de febrero del 2022

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 18 de febrero del 2022

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Corrían los años 50 y las series de televisión se grababan con público presente en el estudio, en un formato revolucionario que nacía de la radio y tomaba prestado algunos recursos del cine y del teatro para recrear situaciones domésticas, llenas de enredos y carcajadas. En este universo, ahora totalmente lejano, reinaba Lucille Ball con su I love Lucy, que empezó a transmitirse en 1951 sin saber que, 187 episodios después, se convertiría en el programa más visto de Estados Unidos y buena parte del mundo. 

Lucille Ball tenía una verdadera vocación para la comedia, una vena humorística natural y sabía reírse de sí misma. Antes de alcanzar el éxito, fue conocida como la reina del cine comercial de bajo presupuesto. Había rodado algunas películas y participado en musicales. También trabajó como corista en Escándalos romanos, de Eddie Cantor y con grandes directores de la época, como Vincent Minelli, Douglas Sirk o Jacques Tourneur, pero no conseguía un rol protagónico. A ella no le daban los papeles que a Katharine Hepburn o Bette Davis sí. 

Entonces, con gran ambición, pero en una maniobra de alto riesgo, decidió apostar por la incipiente industria de la televisión después de varios años haciendo comedia radial. I love Lucy contaba las aventuras de un ama de casa neoyorquina de clase media al lado de Ricky Ricardo (interpretado por Desi Arnaz, su marido en la vida real). Ambos departían todo el tiempo con Ethel y Fred Mertz, vecinos y mejores amigos.

Entonces, con gran ambición, pero en una maniobra de alto riesgo, decidió apostar por la incipiente industria de la televisión después de varios años haciendo comedia radial.

Los entretelones de aquellos tiempos han sido contados por Aaron Sorkin en la película Being the Ricardos, por la que Nicole Kidman y Javier Bardem, intérpretes de Lucy y Ricky respectivamente, han sido nominados a los próximos premios Óscar en la categoría de mejor actriz y actor protagonista. La película cuenta el lado no tan divertido de la vida de una actriz cómica, las complicaciones políticas, profesionales y sentimentales que marcaron su vida.

Lucille sentía devoción por su esposo, Desi, un actor y músico cubano lleno de matices. Era un juerguista y un mujeriego, pero también un extraordinario negociador, un músico talentoso y encantador con todo el mundo. 

Ella sufría. Todos la amaban, pero no tenía el afecto absoluto de quien más le importaba. Quería un hogar, pero las largas ausencias de Desi, sus conciertos nocturnos, los celos y la desconfianza convirtieron a un set de televisión en el único lugar donde realmente lograron hacer una vida en común. 

Lucille Ball se convirtió en una de las mujeres más poderosas de la televisión desde la productora que dirigía y Desi en su príncipe consorte, pero él quería brillar con luz propia, no ser solo el marido de alguien importante. La lucha de egos estaba servida.

Lucille Ball se convirtió en una de las mujeres más poderosas de la televisión desde la productora que dirigía y Desi en su príncipe consorte, pero él quería brillar con luz propia, no ser solo el marido de alguien importante.

Sin embargo, a pesar de los intereses divididos, la pareja logró transformar algunas mentalidades con acciones que hoy podrían parecer pequeñas pero que en ese momento significaron la luna. Por ejemplo, nunca antes se había visto a una pareja compuesta por una norteamericana y un latino en la televisión, como tampoco una mujer embarazada (el primer hijo de ambos, Ricky Jr, nació durante las grabaciones). De hecho, estaba tácitamente prohibido decir la palabra embarazada al aire. Lucille decidió que su embarazo y parto reales ocurrieran en simultáneo en la ficción. Los ejecutivos de la cadena de televisión se opusieron, pero ella ganó la batalla y el público cayó rendido a sus pies.

Los Ricardo de la ficción eran explosivos, exitosos y prometedores en la vida real. Hasta que todo pareció tambalearse el día en que la actriz fue blanco del senador McCarthy y su Comité de Actividades Antiamericanas. En plena Guerra Fría, Lucille fue acusada de comunista. El caso fue aclarado y ella pudo continuar su carrera ascendente, pero no su matrimonio. Con el fin de la serie terminaría también la relación entre los actores por una nueva infidelidad de Desi. 

“No se puede enseñar a hacer comedia. Es algo que lo tienes o no lo tienes”, dijo alguna vez la actriz que rompía esquemas mientras hacía reír. La Lucy de la serie no representaba a una mujer convencional porque no encajaba en los moldes de los personajes femeninos de la época. Era torpe, se saltaba las reglas, era traviesa, se caía, bailaba, sabía divertirse, era audaz y estaba llena de comentarios afilados. Con un paso siempre adelante del tiempo que le tocó vivir, ella quería ser vista, independiente, conocida y que le pagaran por ello. Como era de esperar, todas amaron a Lucy para siempre.

Lucille Ball (1911- 1989)

 

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