Hablábamos la semana pasada de ese culposo sector cerebral condenado a acopiar las canciones más horrorosas que su portado escuche mientras tenga vida. Ese lugar es una realidad anatómica y fisiológica cuya existencia, tal como se decía, queda científicamente comprobada cuando tarareamos algo de Christian Castro. O peor aún, Arjona. O peor aún que Arjona, si eso existe, el comercial de Limonada Markos.
Toca esta semana arriesgar un primer acercamiento a la musicalidad fallida nacional a través de subjetiva selección. Es decir, toca inmolarse. Ustedes, estimados y sufridos lectores, ya han sido invitados a enviar sus propias selecciones de la peor música peruana. Esto es solo un abrebocas para estimular la memoria y el culto por el mal gusto. No es personal, es solo mala música.
O peor aún que Arjona, si eso existe, el comercial de Limonada Markos.
1. Travesti (Sangre Purpura, 1992)
Adelantándose cósmicamente al reconocimiento a las minorías sexuales, el grupo Sangre Púrpura le cantó a aquellos presuntamente atrapados en entre dos mundos. O en todo caso a aquellos atrapados en no saber cómo reconocer la diversidad:
Aha, que te pasa Javier,
aha, decídelo bien,
aha, travesti o gay, aha.
Este primer verso establece un dilema moral: ¿necesariamente el travesti debe elegir entre ser tal o ser gay? ¿Son categorías excluyentes? ¿Qué es primero, el huevo o el travesti? ¿El gay o la gallina? Para Sangre Púrpura parecería el tema igual acaba mal:
Córtate el pelo Javier,
no camines como una mujer,
no te pintes la cara otra vez,
cuchi cuchi te pueden hacer.
Cuchi cuchi, queremos creer, es una manera amable de referirse a crímenes abominables movidos por la discriminación y la homofobia. Por ello los Púrpuras deciden oportuno suavizar luego la letra con onomatopeyas traviesas alusivas a lo homoerótico:
Popo popopo po,
hace cococo corazon,
cuando ves pasar a Simón,
tu cerebro se pone en acción.
2. Lo peor de todo (Grupo Río, 1986)
Esta fue una de las más difíciles de elegir. Recuérdese que Rio es un grupo prolífico. Forzados por la tarea de la peor elección posible son estos versos del autoincriminatorio Lo Peor de Todo que sobresalen por su candidez de índole siquiátrica:
Estoy amargado
No me gusta como estás
Me revienta verte coqueteando siempre a los demás.
Hecha esta inicial declaración de celopatía era natural el desenlace siguiente, el insulto:
Ya no soporto tu manera de fumar
Y el sonido que haces con el chicle de tanto mascar.
No me gusta cuando estás
Sonriendo sin parar de nada.
Y te pones a bailar
Tratando de excitar
Rayada.
Lo peor de todo, valga la redundancia, es la tranquilidad con la que se describe una fijación patológica donde los celos se potencian y la autoestima se resiente. Vamos a los hechos y busquen ayuda:
Lo peor de todo
De estar contigo
Es que te quiero
3. Virgen María, salva a mi hijo (Guiller)
Este bolero de Guillermo Caldas, conocido en el ámbito musical como Guiller, el El Rey de las Cantinas, es la joya de la corona del desacierto musical. La asociación establecida entre el flagelo de las drogas y el poder de la fe configura versos canónicos respecto a ese agujero negro donde lo malo se vuelve bueno. Reza así:
Virgen María tu también fuiste humana
No permitas que lo mate la maldita marihuana
Remata Caldas el tema con un fino juego de rimas que tras comparar tácitamente el calvario de Cristo con una estoneada, alude a la expiación como posible expiación:
Virgen María es un chiquillo, como fue tu niño
Castiga al que vende la droga, el pitillo
Estos ejemplos son apenas la punta de iceberg que amenazan a la música. Una encuesta mayor y seria queda abierta. No sin antes llamar a la serenidad y la ponderación a los aquí mencionados: Si sus canciones están eternamente aferradas a nuestra memoria, así sea por signo subjetivamente negativo, es porque a través de esa única combinación de letra y música- a lo Arjona, líder y guía- marcaron una diferencia.
Es la misma que puede haber entre el trinar de un canario y el graznido de un cuervo. Pero diferencia al fin y al cabo.