Fundación BBVA Perú
imagen

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 22 de octubre del 2019

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 22 de octubre del 2019

Comparte en:

Eunice Waymon no era cantante. Tocaba el piano y soñaba con ser la primera concertista negra de Estados Unidos. A principios de 1950, la veinteañera Eunice, vestida de rigurosa etiqueta, se presentó en el Midtown Bar & Grill de Atlantic City para tocar lo que sabía: Bach, Rachmaninoff, Debussy. Si no cantaba no podían contratarla, dijo el dueño del bar y ella, forzada por la necesidad, aceptó los 90 dólares que prometieron pagarle a la semana. Así fue como despertó esa voz que parecía brotarle del fondo de la tierra y creó al personaje que años después la convertiría en la suma sacerdotisa del soul. El nombre Nina Simone (Nina por niña y Simone por la actriz francesa Simone Signoret) nació para distraer la atención de su madre, que bajo ningún motivo podía enterarse que Eunice, su hija pianista formada en la más férrea disciplina, ahora cantaría “música diabólica”.

De niña tocaba el piano en una iglesia metodista de Tryon, Carolina del Norte, donde su madre era predicadora. En uno de esos conciertos, dos mujeres (una de ellas profesora de piano)  celebraron su actuación, la adoptaron como alumna y luego crearon un fondo para auspiciar sus estudios. Eunice consiguió ir Juilliard en Nueva York, pero luego le fue denegado el acceso -aunque su audición fue impecable- a otro prestigioso instituto de música en Filadelfia. “Nunca pude superar ese golpe de racismo”, dijo en una entrevista.  

Su voz andrógina, su porte majestuoso y su genuina manera de interpretar el dolor la llevaron a grabar más de 40 discos en menos de 20 años.  “Pero desde el principio parecía que algo se la comía por dentro”, dice su amigo y guitarrista Al Schackman en el documental What Happened, Miss Simone?, de  Liz Garbus. “Y eso fue creciendo cada vez con más fuerza”. 

 “Lo que me interesaba era transmitir un mensaje emocional y eso implica usar todo lo que llevas dentro”, dijo Nina. Y todo lo que llevaba dentro la dotaba de un poder extraordinario al cantar, pero en su vida cotidiana se traducía en excesos, amores terribles y un carácter volcánico con permanentes manifestaciones de ira. 

Nina Simone libró muchas batallas a lo largo de su vida. A mediados de los años sesenta su música empezó a asociarse al movimiento por los derechos civiles. Su canción, Mississippi Goddam -una respuesta feroz al asesinato de cuatro niñas negras en Alabama- se convirtió en un himno de protesta y ella en una ferviente activista de la comunidad afroamericana. A este tema se sumaron otros como To Be Young, Gifted and Black o  Ain´t Got No. 

Eunice consiguió ir Juilliard en Nueva York, pero luego le fue denegado el acceso -aunque su audición fue impecable- a otro prestigioso instituto de música en Filadelfia. “Nunca pude superar ese golpe de racismo”, dijo en una entrevista.  

Si bien empezó a transformarse en una personaje de culto, su activismo no fue bien recibido por la industria, acostumbrada a canciones de amor como I Loves You Porgy o My Baby Just Cares for Me. Entonces, su espíritu combativo abrió fuego también contra las discográficas, que no compensaban con demasiada justicia sus grandes éxitos. Más tarde se rebeló contra su propio país, Estados Unidos, por su participación en la guerra de Vietnam, y dejó de pagar impuestos. Entonces empezó un largo exilio por Barbados, Liberia, Suiza, Holanda, Reino Unido y, finalmente, Francia, donde moriría a los 70 años víctima de un cáncer de mama. 

De todas sus batallas, la lucha más terrible que le tocó librar fue consigo misma. Recién a finales de los 80, en su exilio europeo, fue diagnosticada de trastorno bipolar, enfermedad que le destrozó los nervios y sus relaciones más preciadas, especialmente con su única hija, quien no salió ilesa del contacto explosivo con su torturada madre.   

“Este es el mundo que tú misma te has creado, Nina. Ahora tienes que vivir en él”, le decía su amigo James Baldwin, según cuenta en su autobiografía I Put a Spell on You . Ese mundo convulso que ella creó tomó un rumbo muy distinto al preconcebido, pero el giro en el camino la convirtió en una de las voces más reconocibles e importantes de la música universal. Solo en la última década de su vida, Nina Simone vendió más de un millón de discos haciendo lo que supuestamente no sabía hacer: cantar. Y así, a pesar que no consiguió ser completamente feliz en su propio mundo, logró que el mundo se rindiera a sus pies. 

Eunice Waymon / Nina Simone (1933-2003)

Comparte en:

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR