¿Cómo llegamos a pedir una pizza, alquilar una casa en el Ártico o jugar Fortnite con alguien en Liubliana sin movernos del sofá? Probablemente, todo empezó con los ábacos chinos hace casi 3,000 años. A partir de entonces, cientos de mentes brillantes se pusieron al servicio del futuro creando maneras de sumar y restar de la forma más rápida y eficiente posible. En la tercera década del siglo XIX, la matemática británica Ada Lovelace , considerada la primera programadora de la historia, traspasó la idea de desarrollar máquinas que ejecutaran cálculos imposibles para funciones específicas e imaginó una computadora que pudiera hacer de todo y servir para todo.
Ada fue hija de dos genios totalmente opuestos. Lord Byron, poeta excepcional, excéntrico y tempestuoso y Annabella Milbanke, matemática, baronesa, religiosa y activista en la igualdad de los derechos de las mujeres. La pareja fue protagonista de un matrimonio escandaloso que duró lo que tardaron en engendrar y parir a Ada. Lord Byron nunca más volvió a ver a su hija y Annabella educó a Ada en la ciencia y la disciplina por temor a que heredara el carácter tórrido y la pasión por las letras del padre.
Así fue como la niña recibió una educación en casa, sola y con los mejores tutores, a la manera aristocrática de la época. La soledad infantil se agudizó en un cuerpo débil y en largos periodos de convalecencia. Enfermiza y frágil, Ada soñaba con diseñar una máquina voladora a vapor a partir de la anatomía de los pájaros. Su diseño quedó listo al cumplir los 12 años.
Cuando tenía 17 trabó una amistad transformadora con el matemático Charles Babbage de 42. Babbage había creado la máquina analítica, algo así como un antepasado mecánico y rudimentario de las computadoras. Ada quedó fascinada con el artefacto y sus posibilidades y decidió dedicarse por completo a las matemáticas. “Creo que poseo una combinación singular de cualidades que encajan perfectamente para hacer de mí una descubridora de las realidades ocultas de la naturaleza”, escribió en una carta a su madre.
Lord Byron nunca más volvió a ver a su hija y Annabella educó a Ada en la ciencia y la disciplina por temor a que heredara el carácter tórrido y la pasión por las letras del padre.
Después de casarse y tener tres hijos, Ada tradujo un documento publicado en francés sobre el invento de Babbage, pero le añadió una gran cantidad de notas explicativas que duplicaron el texto original. En estas notas, el mayor legado de Ada, concluye varias cosas adelantadas a su tiempo. Las operaciones hechas por las máquinas no solo serían aplicadas a las matemáticas tradicionales, también podrían entender símbolos para crear música o arte. “La máquina analítica no pretende originar nada. Puede hacer cualquier cosa que sepamos cómo ordenarle que realice”, escribió.
Ada fue capaz de proyectar los posibles usos del motor analítico de Babbage de una manera más abstracta que sus colegas matemáticos. Lady Lovelace vislumbró un tipo de máquina conceptualmente cercana al uso generalizado de las computadoras actuales. Quizás, a pesar de los esfuerzos de su impositiva madre, el germen creativo del padre poeta contribuyó a que fuera capaz de practicar la ciencia con una gran imaginación.
Ada murió a los 36 años de cáncer al útero. La máquina de Babbage no fue construida y los escritos de la primera programadora de la historia quedaron olvidados hasta que fueron redescubiertos a mediados del siglo XX. Todo lo que hoy nos resulta bastante evidente tuvo que ser pensado por alguien en el pasado. Ada Lovelace debió nacer un siglo después para ser comprendida, pero su existencia sirvió para iluminar el camino que nos condujo hasta aquí. Es decir, a leer en un pantalla un artículo publicado en una red social sobre su prodigiosa vida, 204 años después de su nacimiento.
Ada Lovelace (1815-1852)