Richard Bahamonde debe tener ya 40 años, algo de barriga y preocupaciones varias sobre los costos escolares de sus hijos, el insomnio crónico y los primeros síntomas de la disfunción eréctil.
Hace 25 años sus tribulaciones eran menos densas: ¿exactamente cuántas hebillas llevaba la casaca de cuero de Michael Jackson en la portada de Bad? ¿El giro lo daba al octavo o duodécimo compás de la segunda estrofa de la canción? Y etcétera. Hace 28 años Richard Bahamonde, vecino del Rímac, era el primer Michael Jackson Peruano.
Como clon coreográfico del rey del pop Bahamonde trabajaba con la incombustible Yola Polastri (en su versión Yola Rocker, espectro encuerado de su inmortalidad televisiva), y se codeaba con Augusto Ferrando, Tribilín y la Gringa Inga. Además de sus presentaciones televisivas amenizaba la modorra dominical de los centros comerciales, habiéndose extendido su fama como copista sicomotor del cantante hasta la frontera con Ecuador. Su innato don para el baile ocultaba lo que entonces era un secreto: no hablaba ni papa de inglés. Sigue en actividad imitativa según reporta su facebook oficial.
Bahamonde, si tiene los órganos internos y externos en su sitio, debe sentir ahora un profundo asco por Michael Jackson. Repulsión envuelta en decepción y engaño. ¿Como es que este supuesto filántropo y defensor de la humanidad, especialmente de los niños, no era en realidad sino un pedófilo artero? Que además de traicionar la inocencia infantil traficó con las confianzas (y metálicas ambiciones) de los padres de familia que confiaron en las camufladas intenciones del personaje. Un flautista de Hamelin inverso: el roedor era el.
UN GENIO DESPRECIABLE
El devastador documental de HBO Leaving Neverland, dos capítulos de agobiantes dos horas de duración cada uno, ha generado una penosa pero necesaria exhumación simbólica de uno de los más grandes músicos pop de los últimos dos siglos, que fuera del escenario era un ser despreciable. Pero, otra vez, un genio musical.
Según propia confesión, Jackson se enfrentaba a la composición pop con la misma actitud que tenía Miguel Angel frente a la Capilla Sixtina. Eso explica, por ejemplo, que la canción Billie Jean fuera mezclada 91 veces hasta que su autor quedara satisfecho. O que Eddie Van Halen, rockero de verdad, no pudiese resistir la tentación de hacer el solo de guitarra de Beat it a escondidas del resto de su banda que ninguneaban al ex moreno por comercial y afectado.
O peor aún, que el único Beatle inteligente vivo, sir Paul McCartney, cayera también ante el encanto del falsetto social del ex Jackson 5 para además de hacer un par de prescindibles temas con él, le recomendara invertir en derechos musicales. McCartney, por necio, había perdido los derechos hasta de sus propias canciones. Años después esta víbora bailarina compraría los derechos de 251 canciones de los Beatles. Paul le pidió una explicación a su supuesto amigo. Este nunca le respondió, arguyendo ante terceros la manida excusa de ¨son solo negocios¨.
¿APROPIACIÓN O ROBO?
El resultado del virtuosismo de Jackson fue un portafolio musical que además de romper todos los records y replantear los alcances del género, vino acompañado de un renovado estilo de baile, aspecto y sensibilidad ante el ritmo. Y ese es el problema ahora: ¿se puede tolerar lo inaceptable en nombre del talento?
Aunque el talento de Jackson, valga la aclaración, no siempre era innato. Además de aprendido, algunas veces era bolsiqueado flagrantemente.
Es lo que inadvertidamente quedó demostrado en mayo de 1983 ante 33.9 millones de personas que lo vieron en vivo. Se transmitía un show de homenaje a los 25 años de la disquera Motown cuando Jackson interpretaba el single de su último elepé: Billie Jean. Al minuto 3.39 de la canción hizo algo que no había compartido en los ensayos: el Moonwalk o caminata lunar. Apenas duró 2 segundos y pico pero bastó para cambiar el imaginario pop musical.
El paso no era suyo. Ni siquiera se llamaba ni era así. La génesis del movimiento la había desarrollado décadas atrás el mimo francés Marcel Marceau en su rutina ¨Caminando contra el viento¨ (1), que a su vez se inspiraba en los pasos de baile del músico de jazz Cab Calloway (2). James Brown bebió de estas fuentes, cuyos afluyentes llegaron en los años 70 hasta Inglaterra cuando David Bowie incorporó señas de este paso en su gira Diamond Dogs (3) Todo cambia, todo permanece.
Y ahí no acaba el círculo de apropiaciones. A quienes Jackson llamó directamente para aprender el paso fue a los coreógrafos del programa de baile Soul Train, Lionel Douglas y Geron Canidate, quienes a su vez había hecho método la caminata lunar moderna de Jeffrey Daniels (4). Jackson los citó días antes del evento de Motown. Aprendió el paso en un día. Luego lo hizo frente a decenas de millones de personas sin nunca referirse, ni entonces ni nunca, a la autoría del mismo. La noche que lo bailó en vivo Fred Astaire lo llamó telefónicamente para felicitarlo.
Una de las permanentes defensoras de la ambigua fragilidad de Jackson, Oprah Winfrey ha escrito que ¨es hora de despedirse de Michael Jackson, una vez más¨
QUE TE PERDONE DIOS
Pero aquella cleptomanía es una pequeñez al lado de las aberraciones reveladas por Leaving Neverland. Sin entrar en detalles sórdidos digamos que el propio rancho del cantante escondía en su aparentemente inocua excentricidad una emboscada permanente para los niños: habían camas y guaridas escondidas estratégicamente en toda la propiedad, siendo la carnada para las víctimas los carruseles y montañas rusas que adornaban el predio.
Una de las permanentes defensoras de la ambigua fragilidad de Jackson, Oprah Winfrey ha escrito que ¨es hora de despedirse de Michael Jackson, una vez más¨. Un mega musical de Broadway sobre su vida, con guión escrito por un Premio Pulitzer a estrenarse en el 2020, ha quedado en suspenso. Richard Bahamonde no postea nada en su facebook oficial desde octubre del año pasado.
La filosofía académica discute si es válido reconocer el talento creativo de un transgresor moral ya fallecido. Se establecen tres razones para dejar de admirar a un artista así: cuando seguir homenajeando a esa persona ayuda a avalar su comportamiento; cuando le genera credibilidad favorable; y cuando este respeto indirectamente silencia a las víctimas de sus acciones.
Usted decide. Pero si me cruzo con una canción suya en la radio yo cambio de estación.