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Katya Adaui
Escritora, guionista y fotógrafa.

Publicado el 15 de septiembre del 2018

Katya Adaui
Escritora, guionista y fotógrafa.

Publicado el 15 de septiembre del 2018

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Tanto  el libro como la película “El cartero siempre llama dos veces” enfrenta la figura femenina de forma diferente. En la novela escrita por James M. Cain en 1934, el personaje de Cora es cotidiano, pueblerino. En cambio, en su primera adaptación estadounidense, la de 1946 con Lana Turner, estiliza su carácter de mujer fatal: Frank, quien la desea pese a estar casada, recorre desde el labial hasta el cuerpo de Cora connotando su impresionante porte.

El género negro en el cine presentaba muchos retos. El código de censura Hays obligaba a estilizar los asesinatos pues no podían ser mostrados. El asesinato de Nick se resuelve con el uso de la banda sonora. En un primer momento, él canta. Acto seguido, un plano detalle muestra cómo Frank, el amante, toma la botella con la que antes ha intentado golpearlo, escuchándose luego el eco del último canto. Así, todos los elementos presentados se encuentran en el asesinato. El accidente que provoca la muerte de Cora es sugerido al caer el lápiz de labio de sus manos inertes.

Hay un cambio de registro, la novela es mucho más oscura. Hay otro tratamiento del destino. El castigo proviene, en el libro, de una fuerza más allá de las acciones propias y deliberadas de los personajes, es consecuencia de un destino social. En contraste con la película, donde el fiscal Sackett es quien condiciona las consecuencias de los actos de los personajes.

Hay un cambio de registro, la novela es mucho más oscura. Hay otro tratamiento del destino. El castigo proviene, en el libro, de una fuerza más allá de las acciones propias y deliberadas de los personajes, es consecuencia de un destino social.

La diferencia temporal entre la publicación de la novela (después de la Gran Depresión) y la realización de la película (segunda posguerra) justifica el cambio en las características de los personajes, sobre todo en Cora. 

Cain escribe la novela en los años treinta, tras la crisis ocasionada por la caída de la bolsa en 1929, cuando las rutas hacia California se plagan de forajidos y transeúntes en busca de mejores condiciones de vida: así es el personaje que ilustra Cain con Frank. Estas condiciones implican la proliferación de negocios que abastezcan a los viajeros, como el restaurante de Nick. Es decir, las condiciones para el contexto narrativo recreado por Cain responden a la coyuntura del tiempo de producción del texto. 

La película dirigida por Tay Garnett cuenta con otra coyuntura. La prosperidad ha entrado en crisis tras la segunda Guerra Mundial y las mujeres son vistas desde otra perspectiva social: tuvieron que hacerse cargo del hogar mientras sus maridos combatían en la guerra, tomaron conciencia de sus capacidades mas allá del bajo perfil que tuvieron en los años treinta. Al tomar mayor protagonismo, pasan de ser un objeto deseado a un sujeto que desea. Pero terminada la guerra, deben volver al lugar que ocupaban. Es esta imagen de mujer –la que puede desear y la que no debe– la que llega al cine poco tiempo más tarde.

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