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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 5 de febrero del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 5 de febrero del 2021

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Su vida se erigió en base a todas las privaciones y glorias que auspician los grandes mitos. Nació pobre, hija ilegítima de un político que vivía entre dos familias hasta que un choque mortal desbarató la mentira. Mala estudiante en matemáticas, buena en malabarismo y mejor en expresión dramática, la pequeña Eva vivió sin padre y en una miseria económica adornada con los bailes, las rifas y las pequeñas obras de teatro que le gustaba organizar.

Así se inicia una vida como un cuento de los hermanos Grimm con final shakespeariano, donde la suerte, las intrigas políticas, el poder y la tragedia terminan de completar el retrato de una mujer amada y odiada a partes iguales, que pasó de ser una celebridad local a un personaje hollywoodense.

Eva Duarte fue una joven de un pueblo rural de provincia convertida en una modelo y actriz de radioteatro de mediano reconocimiento en la capital. Hasta que un terremoto, el de San Juan en 1944, propició un encuentro, en un evento profondos para los damnificados, con Juan Domingo Perón, un militar viudo y ministro de Trabajo y Asistencia Social que le doblaba la edad.

Eva Duarte fue una joven de un pueblo rural de provincia convertida en una modelo y actriz de radioteatro de mediano reconocimiento en la capital.

Eva, Evita, la actriz insuficiente en el escenario pero extraordinaria frente a las masas, la política natural, el amor del pueblo, una santa, pero también una mujer vilipendiada e, incluso, prohibida, encarnó el gran papel de su vida al lado de Perón. 

“Evita fue un sujeto político y compartió con Perón el liderazgo carismático del peronismo, demostró una gran capacidad de conducción y construcción política, llegando a manejar dos de las tres ramas del movimiento: la femenina y la sindical”, escribe Felipe Pigna en Evita, realidad y mito. 

En la mitología evitista quedan las imágenes de su giras internacionales donde era recibida con todos los honores, como su llegada a Madrid envuelta en una capa de plumas y collar de diamantes para entonar discursos ardientes en favor de la clase trabajadora. En ese sentido, sus detractores, más que una protectora de los pobres, la consideraban populista, caprichosa y autoritaria.

Así era su vida de filias y fobias hasta que el componente trágico en forma de un cáncer uterino acabó con sus sueños, según dicen, de convertirse en algo más que “la Jefa Espiritual de la Nación”. 

En su última presentación, Evita tenía 33 años, pesaba 33 kilos y usaba un corsé de alambre y yeso para no desplomarse frente a sus fieles.

En su última presentación, Evita tenía 33 años, pesaba 33 kilos y usaba un corsé de alambre y yeso para no desplomarse frente a sus fieles.

Evita murió, pero no murió. Perón decidió contratar los servicios del famoso doctor Ara para que la embalsamara. Entonces su cuerpo parafinado inició un recorrido delirante que Tomás Eloy Martínez convirtió en una novela llamada Santa Evita  y Roberto Walsh en un cuento titulado “Esa mujer”. Su cuerpo fue secuestrado, escondido en una camioneta y trasladado en secreto a Italia, donde, dicen, se realizaron hasta tres copias para enviar una a Bélgica y otra a Alemania. Muchos años después, 16 para ser exactos, el cuerpo momificado volvió a Argentina convertido en un símbolo de tantas cosas. 

“Confieso que tengo una ambición, una sola y gran ambición personal: quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi Patria” escribió Evita en La razón de mi vida. Lejos estaba de imaginar que se convertiría en obras de teatro, musicales, libros o películas. 

Que Madonna le diera vida. O que un Papa recibiría más de 20,000 solicitudes para convertirla en santa, cosa que no ocurrió. 

Aunque nunca se sabe. 

Eva Perón (1919 – 1952)

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