El 2020 no pude leer mucho. Me lo impidió el agobio provocado por la pandemia, pero también las responsabilidades en casa y la por momentos tóxica dependencia de noticias. Igual leí algunos libros que hicieron menos tortuosos el tránsito por ese año olvidable. Libros iluminadores, intensos, que representaron un refugio, más bien un escape. Una forma de huir del encierro, de estar acompañado en pleno confinamiento.
Entre ellos figuran «La dimensión desconocida», de la chilena Nona Fernández, sobre las macabras confesiones de un ex torturador de la dictadura de Pinochet; o «Lo que te pertenece», del norteamericano Garth Greenwell, una crónica bellamente escrita del descubrimiento homosexual en los suburbios de Sofía, capital de Bulgaria; o «Escribir», el magnífico ensayo de Marguerite Duras acerca del oficio creativo y de la soledad a la que todo autor está condenado; o «Despojos», de la canadiense Rachel Cusk, una impactante novela sin ficción acerca del desmoronamiento matrimonial y de cómo se reconstruye luego del divorcio una mujer, madre y activista de estos tiempos; o «A propósito de nada», las deliciosas memorias de Woody Allen donde aprovecha para arremeter contra todos aquellos que lo acusan de abusador sexual; o «Remake», del español Bruno Galindo, en cuya historia –como tal vez en la realidad– los eventos y amores se repiten con una desconcertante puntualidad; o «La Buena Suerte», de Rosa Montero, cuyas páginas se cierran con unas ganas, lamentablemente contenidas, de abrazar a la primera persona que se cruce en el camino.
Pero, sin duda, la novela que más me atrapó, a la que con más ganas quería volver cuando la dejaba para ocuparme de algún asunto, es la aclamada «El blues de Beale Street» de James Baldwin, originalmente titulada «Si la calle Beale hablara».
la aclamada «El blues de Beale Street» de James Baldwin, originalmente titulada «Si la calle Beale hablara».
Allí conocemos a Fonny y Tish, una joven pareja negra que trata de mantenerse lejos de la podredumbre del miserable barrio en Nueva York donde han crecido. Se aman, no creen en Dios –por lo menos no de la manera entusiasta, por momentos fanática, en que lo hacen sus padres– y han decidido casarse. Un buen día Fonny, de veintidós años, quien siempre ha evitado meterse en líos gordos, es acusado de haber violado a una inmigrante. Poco después Tish, que no ha cumplido todavía los veinte, descubre que está embarazada de su novio encerrado en prisión.
“Cada uno de nosotros llegó a ser lo que al otro le hacía falta”, dice Tish para dar cuenta de la fortaleza del amor que la mantiene en pie, que la persuade de no sentirse derrotada. Al momento de relatar su primer encuentro sexual con Fonny describe así la complicidad: “Creo que no sucede muy a menudo que dos personas puedan reírse y hacer el amor al mismo tiempo: hacer el amor porque se ríen, reírse porque hacen el amor. El amor y la risa vienen del mismo lugar: pero no mucha gente va a ese lugar”.
“Creo que no sucede muy a menudo que dos personas puedan reírse y hacer el amor al mismo tiempo: hacer el amor porque se ríen, reírse porque hacen el amor. El amor y la risa vienen del mismo lugar: pero no mucha gente va a ese lugar”.
A lo largo de sus tres secciones, la novela se ve impregnada por la ausencia de libertad. Y no solo porque Fonny está en una celda intentado sobrevivir, sino porque para Tish el embarazo por momentos se convierte en reclusión, o al menos en atadura. Ni qué decir del color de piel de ambos, tan estigmatizada, tan condenada por parte de la sociedad y por la policía de esos años, los setentas, que actuaba con abierta hostilidad contra los afrodescendientes. Todo es una cárcel para nuestros protagonistas: la familia, la ciudad, la piel, el destino.
James Baldwin es un maestro para abordar literariamente el racismo, la violencia del que los negros eran y siguen siendo víctimas («tener problemas es lo mismo que estar solos»); sin embargo, aquí Baldwin también nos habla de la esperanza y de las pequeñas redes solidarias que se forman a nuestro alrededor cuando la suerte no juega a nuestro favor.
Busquen esta joya. No la podrán soltar.
———————————-