Fundación BBVA Perú
imagen

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 26 de agosto del 2022

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 26 de agosto del 2022

Comparte en:

El adolescente Bastian cabalgando sobre el lomo del perro Falkor. Los atronadores pasos del Gigante Comepiedras. Los ojos amarillos del Lobo Gmork asomando en su cueva. Los rayos fulminantes del portal de las esfinges. La lenta, tristísima muerte del caballo Antrax en un estanque cenagoso. El joven héroe Atreyu y su encuentro con la Emperatriz Infantil. La Nada devorando el mundo de Fantasía. Toda una generación quedó marcada por los personajes y escenas de “La Historia Interminable”. Me refiero a la película que el alemán Wolfgang Petersen estrenó en 1984, basada en la novela homónima de Michael Ende, y que muchos entendimos en su día como un elogio al viaje fantástico que implica la lectura. 

Con el paso de los años, sin embargo, a medida que el libro ha venido celebrándose cada vez más, la película ha acabado por revelarse como lo que siempre fue: una historia funcional, pero inocua, resultado de una adaptación no solo fallida, sino espuria, vilipendiada poco después de su lanzamiento por el propio Ende, quien en una conferencia de prensa respondió categóricamente cuando le consultaron por el trabajo de Petersen y el de sus colaboradores: “Les deseo que cojan la peste”. Los periodistas presentes, creyendo que se trataba de un lapsus del escritor, fueron en búsqueda de una explicación más minuciosa y solo encontraron más dinamita: “Me engañaron de mala manera, lo que hicieron conmigo es una canallada, una traición artística. Si estuviera en mis manos, hundiría esa película en el Vesubio”. En adelante, Ende casi no volvió a referirse públicamente a la cinta, aunque las pocas veces que lo hizo un único adjetivo salía de su boca: “es horrorosa”.  

Quienes han leído la novela concuerdan con la opinión del autor. En un artículo para Jot Down, el periodista Rubén Diaz Caviedes señala que en la película “solo se nos cuentan los doce primeros capítulos” y que “además de incurrir en bastantes omisiones” durante esos capítulos, “los catorce restantes –en los que Bastián, revelado como ese mismo salvador, se ve dentro del mundo fabuloso y emprende su propia misión para salir, casi resultando investido por el camino como plenipotenciario regente de Fantasía– no aparecen en la película”.

En adelante, Ende casi no volvió a referirse públicamente a la cinta, aunque las pocas veces que lo hizo un único adjetivo salía de su boca: “es horrorosa”.

Además de “La Historia Interminable”, Ende dejó libros notables cuyos títulos, comúnmente asociados a la literatura infantil y juvenil, cuentan con miles de seguidores adultos: desde Jim Botón y Lucas el maquinista” hasta “Momo”, pasando por “El ponche de los deseos” o “El espejo en el espejo”. Este último, precisamente, está inspirado en una serie de cuadros de su padre, el pintor surrealista Edgar Ende, cuya obra fue proscrita y calificada de “degenerada” por el nazismo en la antesala a la segunda guerra mundial. Ocurrió en julio de 1937, en la tristemente célebre exposición “Arte degenerado” de Múnich, organizada por el Reich luego de requisar más de setecientos cuadros provenientes de museos y colecciones privadas que, según los voceros del régimen, eran “una muestra de la decadencia del arte antialemán”. En esa muestra, entre pinturas de Picasso y Kandinski, figuraban las de Edgar Ende.  

La segunda guerra marcaría tremendamente a Michael, ya no solo por la persecución sufrida por su padre. Tenía 15 años cuando, en abril de 1944, los británicos bombardearon Múnich, donde vivía con sus padres desde los dos años de edad. De inmediato abandonó la ciudad junto a su familia. Antes de eso, su padre había sido reclutado para integrar la división de artillería antiaérea en el frente oriental de Polonia, donde sirvió a pesar de sí mismo. “Fue el peor momento de mi vida”, cuenta Edgar Ende en sus memorias. Diferentes fuentes señalan que el propio Michael fue llamado a incorporarse a una facción de las juventudes hitlerianas, pero desertó de esa convocatoria. En el último año de la guerra volvió a ser requerido para unirse al ejército de su país, pero hizo caso omiso y pasó a militar en un frente antinazi. Algunos expertos en su obra señalan que en ella pueden encontrare referencias no tan veladas al nazismo: ¿los hombres grises de “Momo” son una proyección de los soldados de la Wehrmacht? ¿la Nada de “La historia interminable” es una alusión a la amenazante oscuridad que prometía implantar el Tercer Reich?

La segunda guerra marcaría tremendamente a Michael, ya no solo por la persecución sufrida por su padre. Tenía 15 años cuando, en abril de 1944, los británicos bombardearon Múnich, donde vivía con sus padres desde los dos años de edad.

Si de Ende hubiese dependido, se hubiera dedicado al teatro y la poesía. La urgencia (el padre los abandonó a él y a su madre para marcharse con una estudiante de la escuela de arte) lo llevó a escribir esas exitosas novelas fantásticas que lo harían mundialmente conocido. El dinero que obtuvo por las ventas lo ayudó a sacar adelante a su madre, quien, tras la separación, cayó en depresión e intentó suicidarse más de una vez. Pese a la ausencia de su padre, Michael nunca dejó de comunicarse con él ni de resaltar su trabajo artístico, que sin duda inspiró sus historias desbordadas de imaginación. De esos cuadros posiblemente nacieron algunos de los seres y universos que luego llevó a sus relatos. En más de una entrevista, al hablar de su método de escritura, recurre a la analogía de la pintura: “Trabajo como un pintor: empiezo por una esquina, después encuentro algo, ahí surge un determinado color o algo que me hace continuar. Así, lentamente, se va construyendo toda la imagen”. 

El 28 de agosto de 1995, hace veintisiete años, Michael Ende murió a los 65 años debido a las secuelas de un cáncer de estómago. Falleció en Filderstadt, ciudad cercana a Stuttgart, pero sus restos se encuentran en el cementerio de Múnich, en una tumba que tiene la forma de un libro de bronce abierto del que surgen criaturas fantásticas. Quienes crecimos admirando sus personajes le debemos el habernos transportado a mundos en los que, a pesar de la tristeza reinante, se podía soñar con un futuro luminoso.   

Comparte en:

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR