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Jaime Bedoya
Periodista y escritor

Dubidubidu

Publicado el 22 de abril del 2019

Jaime Bedoya
Periodista y escritor

Dubidubidu

Publicado el 22 de abril del 2019

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Hay mucho que agradecerle a esta época dorada de la televisión que no es televisión. Primero que nada el poder disfrutarla a la carta sin presiones de horarios inviables ni interminables imposiciones publicitarias.

Luego, haberle imbuido al fatigante sustantivo maratón una posibilidad de ejecución inmóvil ajena al sudor y a las absurdas privaciones nutritivas.

Y finalmente el haber recuperado para la narrativa televisiva el nunca bien ponderado arte de la cortina musical. Otrora gloria de imaginación perdurable que recientemente había sucumbido en el pozo de lo breve y lo olvidable.

Cómo olvidar, díganlo ustedes, bandas sonoras que por siempre han quedado impregnadas en el alma y memoria del televidente de bien. Que al volver a ser escuchadas generan nada más que nostálgica bonhomía y renovada esperanza en la humanidad y sus creaciones mas sublimes.

Cómo olvidar, díganlo ustedes, bandas sonoras que por siempre han quedado impregnadas en el alma y memoria del televidente de bien.

Haga la prueba. Tararee en su mente la canción de Los Picapiedras, Los Locos Adams, Batman, El Crucero del Amor, Hechizada, Mi Bella Genio, Los Munsters, o cualquier otra de su preferencia, y reconfirmará que la vida es experiencia hermosa y memorable a pesar de las miserias cotidianas. Recite esto como si fuera poesía del Siglo de Oro y sea feliz:

Augusto Ferrando, lo invita cantando
Desde el más cercano hasta el último confín
Para dar un brinco, en Panamericinco,
Desde el más alegre y millonario Trampolín.

Melodías como estas, pequeñas pero eternas, son el azúcar en polvo que combaten la amargura. O como diría el creador del antídoto a la felicidad estilo Coelho, el filósofo Emil CIoran: excepto por la música, todo es una mentira.

Los Soprano, génesis primera del fenómeno de las mini series contemporáneas, acertó y marcó la pauta al elegir su tema característico, Me desperté esta mañana, de Alabama 3:

Te levantaste este mañana
Te conseguiste una pistola
Mamá siempre decía que serías
el Elegido

La canción duraba 3 minutos y 40 segundos, todo un record. Antes de este sacudón propinado por HBO la canción promedio de las series televisivas oscilaban apenas entre los 7 a 15 segundos.

Desde Los Sopranos (1999) a Juego de Tronos (2011), mucho streaming ha corrido bajo el puente. Y la experiencia y consolidación del género, banda sonora incluida, se refleja en la majestuosa pieza para cuerdas característica de la saga de poder y traición de Westeros.

Su autor es el irano alemán Ramin Djawadi nominado al Grammy y también creador, como si fuera poco, del tema de Westworld: una maravillosa melancolía cowboy llevada al piano¹.

Para componer la pieza de Juego de Tronos Djawadi recibió poquísimas pistas. A saber, dos: a) los dos primeros capítulos de la serie aún sin estrenar, b) el concepto que la música debería sugerir una travesía. Y una sola prohibición: nada de flautas. El abuso indiscriminado de los vientos en el género medieval y de fantasía había acabado por agotar el recurso musical eólico.

Para componer la pieza de Juego de Tronos Djawadi recibió poquísimas pistas. A saber, dos: a) los dos primeros capítulos de la serie aún sin estrenar, b) el concepto que la música debería sugerir una travesía.

Lo primero que desarrolló Djwadi, lo cuenta en un podcast, es el riff característico del tema, una coda que oscila entre el tono mayor y menor replicando las idas y venidas de la lealtades de los protagonistas. Introducida por un coro de violines, esta melodía luego cede el protagonismo a la voz dulcemente oscura del cello. Un tono más acorde a la gravedad de lo que está en juego. Aquí una versión orquestada².

Al adusto registro del cello se le suma luego un violín, como eco de la multiplicidad de personajes (y de puñaladas entre ellos) propios de la narrativa de la serie. La variación del tema, marcado por un coro de veinte voces femeninas, Djwadi la entendió como la aventura que se desarrolla a partir del laberinto de intrigas en juego. Aquí una versión en metal del maestro Charlie Parra³.

Al final, una cereza: Djawadi recurre al inusual dulcimer, instrumento de cuerda percutida de tono vibrante y metálico, como si las espadas cantaran por última vez la coda principal. Como los grandes compositores Djawadi goza del don de la sinestesia: ve colores cuando oye música. Para el la canción de Juego de Tronos oscila entre tonos fuertes del amarillo, el naranja y el rojo.

Este encantamiento auditivo es lo que nos transporta cada domingo a un feliz desasosiego, fruto de un viaje sonoro: Aquél que la oye ya está en Westeros.

(1) https://www.youtube.com/watch?v=w6eQLWMs5AQ
(2) https://www.youtube.com/watch?v=pm738skMIU0
(3) https://www.youtube.com/watch?v=MUsYMiVkFVE
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