Mi sobrina cumplió ayer 20 años y nos reunimos en casa de mi madre, su abuela, para festejar la ocasión. Todo transcurrió con absoluta normalidad, pero cuando la vi inclinarse sobre la torta de Oreo para dar trámite al consabido ritual de apagar las velas de un soplido, me pregunté en silencio cuándo fue que el hombre decidió utilizar por primera vez el fuego para homenajear los nacimientos de la especie. Supongo que solo el hambre acumulado puede despertar interrogantes como esa.
Abrí Google en mi celular y empecé a buscar respuestas. Al parecer el tema empezó en Alemania. Siglo dieciocho. En aquella época el festejo se llamaba «kinderfest» y parte de su gracia consistía en colocar dos velas sobre el dulce principal que se obsequiaba al dueño del santo: una vela representaba la luz de la vida y la otra era un símbolo de sus próximos años. La cultura moderna ha distorsionado esa bonita práctica imponiendo la idea de que deben colocarse tantas velas como años cumple el festejado: un cometido un tanto engorroso que en algún momento suscitó el surgimiento en el mercado de las huachafas velas en forma de número.
En la Alemania del siglo dieciocho las velas debían permanecer encendidas todo el día y solo se apagaban de un soplido cuando estaban a punto de extinguirse (la ecológica idea del reuso todavía no era muy popular). Sobre las volutas de humo que despedían las velas al ser apagadas también circulaba una creencia popular: eran el vehículo para que los mortales hicieran llegar sus deseos a los dioses. Se trataría de una interpretación del mito de Artemisa, la diosa griega de la Luna, quien apagaba de un soplido el fuego de las velas colocadas sobre los manjares que recibía el término de cada ciclo lunar completo.
Antes de que mi sobrina se inclinara a apagar sus velas hubo, por supuesto, que cantar Cumpleaños Feliz, la canción más popular del planeta según el libro Guinness de récords. Pocos saben que fue escrita en 1893 (es un misterio qué se cantaba antes en las fiestas) por dos hermanas maestras de Kentucky: Mildred y Patty Hill.
Curiosamente, la inofensiva tradición de barrer el fuego de las velas de un soplido era considerada pagana por los cristianos, porque ellos no conmemoraban el nacimiento sino la muerte de sus santos. Solo cuando se estableció la Navidad para recordar el nacimiento de Cristo, las velas recuperaron algo de prestigio y volvieron a ser tomadas en cuenta.
Antes de que mi sobrina se inclinara a apagar sus velas hubo, por supuesto, que cantar Cumpleaños Feliz, la canción más popular del planeta según el libro Guinness de récords. Pocos saben que fue escrita en 1893 (es un misterio qué se cantaba antes en las fiestas) por dos hermanas maestras de Kentucky: Mildred y Patty Hill. Con los años, la canción se convirtió en motivo de no pocas disputas judiciales, sobre todo cuando comenzó a ser empleada sin criterio ni discreción por medios de comunicación y agencias publicitarias. En 1934, Jessica, la menor de las hermanas Hill, logró demostrar la autoría del «Happy Birthday To You» ante tribunales que ordenaron su inmediato registro.
Se supone que el copyright de la canción expira en 2030, pero hace tres años, en setiembre de 2015, un juez federal de Los Ángeles dictaminó que quedaba libre de derechos de autor.
Todos estos datos los fui contrastando disciplinadamente por internet mientras mi familia cumplía con devorar el pastel. Mal momento para ponerme en plan culto. Al final, sí, aprendí algo nuevo, obtuve información, pero me quedé sin lo vital: la torta de Oreo. Ni una galleta me dejaron.