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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 7 de diciembre del 2022

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 7 de diciembre del 2022

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“Idéntica a su poesía, bella y triste”, así la definió la escritora mexicana Elena Poniatowska, que logró entrevistarla en 2001. Y escribo “logró” porque, realmente, fue una conquista acceder a ella. Además de bella y triste, la poeta uruguaya Idea Vilariño era esquiva, casi ermitaña, reacia a los premios, a las entrevistas y a cualquier tipo de reconocimiento. Muy a su pesar y a su aparente deseo de pasar por la vida de puntillas, hoy se le recuerda como una de las poetas más importantes de la lengua española. 

Nació en Montevideo en 1920, en un hogar donde los hijos se llamaban Numen, Azul, Alma y Poema. Ella, Idea, en el medio de los cuatro, fue la que más se dejó influenciar por su padre, “un gran conocedor de formas y de ritmos”, un amante de la ópera, la poesía y la literatura del que absorbió las principales lecturas formativas.  Idea empezó a escribir muy temprano y sus primeros versos de amor fueron usados por sus compañeras de clase como regalo para sus enamorados. 

“No sé cómo decirte qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes”, dijo Idea, aquejada de tristeza toda su vida a partir de la temprana pérdida del padre, la madre y uno de sus hermanos. Además, sufría de otros males más plausibles, como el asma y un eccema que cada cierto tiempo le dejaba la piel en carne viva.

Idea se dedicó a la enseñanza, primero de educación secundaria y, años más tarde, a la universitaria.  Destacó como crítica literaria, bibliotecaria y traductora (sus traducciones de Shakespeare se representaron en los teatros de Montevideo). También participó en distintos proyectos literarios, como en la fundación de las revistas Clinamen y Número

Escribía de forma compulsiva y sin imaginar que alguien podía leerla. Quizás por eso o, mejor dicho, precisamente por eso, no tuvo ningún pudor en mostrar su lado más descarnado, dolido, consciente de la muerte, del fin del amor y de la intensidad del deseo.

Yo./No sé quién soy./ Mi nombre/ ya no me dice nada./ No sé qué estoy haciendo./Nada tiene ya más que ver con nada/ Digo yo/ por decirlo de algún modo.

Escribía de forma compulsiva y sin imaginar que alguien podía leerla. Quizás por eso o, mejor dicho, precisamente por eso, no tuvo ningún pudor en mostrar su lado más descarnado, dolido, consciente de la muerte, del fin del amor y de la intensidad del deseo.

La relación “más difícil e imposible” la tuvo con “un hombre que llegaba a mi casa sin aviso, a cualquier hora”. Ese hombre fue el escritor Juan Carlos Onetti, de quien se enamoró inmediatamente. Se vieron únicamente ocho veces en la vida, pero se escribieron cartas, se dedicaron libros, se odiaron y amaron con igual intensidad, pero, sobre todo, nunca se dejaron ir. 

“Era un hombre muy seductor, fue el último de quien debí haberme enamorado”, dijo.

El amor la dejó herida, pero también le dio la oportunidad de escribir uno de los poemas de desamor más hermosos del mundo, titulado “Ya no”.

Ya no estás / en un día futuro / no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte / No te veré morir. 

A lo largo de su vida escribió poemarios como La suplicante (1945), Nocturnos (1955) o Poemas de amor (1957), también ensayos como Las letras del tango (1956) o Diario de juventud (1937 – 1945).

Ella quiso pasar desapercibida todo el tiempo y, en efecto,  su sepelio “no fue un acto de multitudes”,  según la necrológica publicada en El País de Uruguay, en 2009. Sin embargo, su legado resucita cada cierto tiempo en nuevas páginas, en otros idiomas y en el recuerdo de la mujer que amaba a las plantas, que tuvo un único y legendario amor y que escribió sin querer convertirse nunca en lo que es hoy: un clásico de la poesía latinoamericana. Leerla es una invitación constante a sentir el reflejo cegador de su lucidez y sentimiento. Eso sí, solo para quienes verdaderamente se atrevan a mirarla por dentro.

Idea Vilariño (1920 -2009)

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