Fundación BBVA Perú
imagen

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 22 de octubre del 2021

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 22 de octubre del 2021

Comparte en:
  1. Quiero ser una joven de 25

El escritor catalán Sergi Puertas llevaba años fracasando con sus novelas. Tan mal les iba en ventas que ya las editoriales no se molestaban en responderle cada vez que él enviaba un nuevo manuscrito. Harto de que lo ignoraran y temeroso de convertirse en un autor cincuentón sin lectores, tomó una decisión radical: convertirse en mujer. Adoptó la falsa identidad de una muchacha de 25 años, buscó una foto adecuada en Internet y envió a la prestigiosa editorial ‘Impedimenta’ un libro de cuentos inéditos titulado “Estabulario”. Lo firmó como “Lidia”. Le contestaron casi de inmediato. Semanas después, una vez que la verdad salió a la luz, su editor decidió que el libro apareciera con su verdadero nombre. Y por primera vez Sergi Puertas experimentó el reconocimiento literario. Cuando le preguntan por qué lo hizo, él contesta: “Casi todos los profesionales del mundillo con los que he conversado al respecto certifican ‘off the record’ lo que es un secreto a voces: que hoy día se da preferencia a las autoras”.

  1. Los chicos de Carmen Mola

Sergi Puertas contó esta historia hace unos días luego de que se desatara el escándalo del último premio Planeta, otorgado al libro “La Bestia”, de Carmen Mola, autora de novelas policiales con varios libros en su haber. El detalle está en que la tal Carmen Mola no existe. Es el pseudónimo utilizado por tres hombres, tres guionistas que ahora, mientras  disfrutan del millón de dólares del premio, protagonizan una de las polémicas editoriales más turbulentas de los últimos años. 

Quienes defienden el premio señalan que el fallo del jurado es la demostración de que la literatura está por encima de la cuestión de género, y que no se debe satanizar el hecho de que tres señores, persiguiendo más éxito, se hagan pasar audaz o temerariamente por una mujer. 

Para muchas autoras y editoras feministas, en cambio, esto no es más que una burla, una desfachatez, una treta de marketing, un ataque directo al trabajo que las mujeres vienen haciendo para ocupar un lugar en la escena literaria mundial. Durante el fin de semana pasado, la librería “Mujeres y Compañía”, especializada en literatura femenina, comunicó en sus redes que retiraba de sus estantes todos los libros de Carmen Mola para devolverlos a la editorial. 

  1. El factor de las seis manos 

Hasta ahora la controversia se ha centrado en el tema de género, dejando en segundo lugar el tema de la concordancia de número, aspecto en el cual repara el escritor venezolano afincado en España Rodrigo Blanco, quien ha añadido a esta discusión un matiz interesante preguntándose “¿es justo que tres escritores se agrupen bajo un seudónimo y compitan, en una aparente relación de igualdad, contra un solo autor?”. Blanco plantea que quizá en el futuro ya no sea necesario que una sola persona se siente, solitariamente, a escribir un libro, pues esa experiencia podrá ser perfectamente llevada a cabo por un equipo de tres o cuatro eficaces obreros de la escritura. La sobrevivencia de la novela parece estar garantizada, dice Blanco, no así la sobrevivencia de los novelistas, tal cual los hemos conocidos hasta el día de hoy. 

  1. Sand, la mejor de todas y todos

En estos días se viene recordado mucho a las escritoras que a lo largo de la historia de la literatura debieron hacerse pasar por hombres para poder visibilizar su trabajo. Desde Mary Shelley (que publicó Frankenstein en 1818 con seudónimo masculino porque estaba convencida de que ningún editor aceptaría que esa historia tan truculenta pudiera haber salido de la imaginación de una mujer) hasta JJ Rowling, la autora de Harry Potter, que mantuvo oculta su verdadera identidad por precaución: no fuera a ser que sus libros no funcionaran. 

George Sand vivió la misma situación en el siglo XIX.  Su nombre real, como se sabe, fue Aurora Dupin, pero adoptó el seudónimo masculino para tener cabida en el circuito literario francés de su tiempo. Al mismo recurso recurrieron en Inglaterra las hermanas Brontë, haciéndose pasar por ‘los hermanos Bell’. Un caso singular es el de la francesa Colette, autora de la famosa novela “Gigi”, quien firmó sus primeros libros no con seudónimo sino con el nombre de su primer marido, Henry Gauthier-Villars, autor de novelas de pésima calidad, quien solo ‘conoció’ el éxito suplantando a su esposa, haciéndose pasar por una mujer, igual que Sergi Puertas.  

De todas esas escritoras, George Sand no solo fue la más prolífica –escribió 140 novelas–, sino la más osada. Además de llamarse como hombre, desde chica decidió actuar como tal. Llevaba pantalones y levita, fumaba puros, montaba a caballo y acudía a las tertulias bohemias. Dejó de vestirse así a los 18 años, tras su matrimonio con el barón Casimiro Dudevant, pero poco después retomó el hábito. Tanta excentricidad le valió rumores de lesbianismo, rumores que acabarían diluyéndose con la progresiva alternancia de sus amantes, muchos de ellos escritores, como Jules Sandeau, de quien tomó el nombre para componer su seudónimo; o Prosper Mérimeé, autor de “Carmen”, novela inmortalizada en la ópera de Bizet; o Alfred de Musset, su tormentoso romance en el verano de 1833. Su pareja más importante, sin embargo, fue Federico Chopin, seis años menor que ella, a quien conoció gracias a su amigo el compositor húngaro Franz Liszt, poco después de divorciarse del barón Dudevant. La relación con Chopin duró once años, durante los cuales George Sand lo inspiró, lo cuidó y lo llevó de paseo cada verano a los campos de Nohant, su refugio predilecto. El pianista compuso sus mejores preludios y sonatas bajo el amparo de Sand. Cuando Chopin enfermó de tuberculosis, la pareja –junto con los dos hijos de Sand– se trasladó a Mallorca, donde pasaron un invierno terrible debido al clima y los actos discriminatorios sufridos por parte de los lugareños. En octubre del 2018 se subastó en miles de euros la carta donde Sand despotrica de los españoles diciendo: “España es una nación odiosa. Un país de devotos, de incultos y de radicales como en los tiempos de la Inquisición. No hay en ella amistad, ni fe, ni honor, ni entrega, ni sociabilidad. Oh, miserables, cómo los odio y desprecio”. 

 

(——–)

 

Comparte en:

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR