1) «Raíces». Alex Haley (1976)
Alex Haley es conocido por escribir la autobiografía de Malcolm X (recomendada más adelante en esta misma columna), y también por haber realizado algunas de las más célebres entrevistas aparecidas en la revista Playboy, como la hecha a Miles Davis o a Martin Luther King. Pero Haley alcanzó su cumbre creativa al escribir «Raíces», la historia de su familia, un trabajo de investigación a profundidad, pero escrito con gran sensibilidad literaria. El protagonista, Kunta Kinte, antepasado de Haley, fue secuestrado en Gambia en el siglo dieciocho para ser vendido como esclavo en Maryland. La novela narra un emocionante viaje precisamente hacia la aldea en que nació Kinte, y desde allí vemos cómo la crueldad, el miedo, aunque también la resistencia, acompañan a la familia a través de décadas y geografías. A Haley se le acusó de haber plagiado varios párrafos de una novela publicada nueve años antes, «El Africano», del antropólogo Harold Courlander, y a pesar de que judicialmente se corroboró la copia, para entonces «Raíces» ya se había convertido en un bestseller, de modo que el incidente no melló gravemente a su autor. Se publicó en más de treinta idiomas y saltó a la televisión convertida en una importante miniserie que los peruanos recién vimos allá por los noventa.
2) «La canción de Salomón». Toni Morrison (1977)
En realidad toda la obra de Morrison condensa los dramas y aspiraciones del colectivo afroamericano. En «La canción de Salomón» se nos da a conocer otra historia familiar, esta vez ambientada en los barrios negros de Michigan, donde vemos a blancos y negros que claramente se detestan. El protagonista central, Macon Dead III, conocido como Milkman (su madre le dio de lactar hasta los cuatro años) toma el camino contrario a su padre, Macon Dead II, quien renegaba de sus orígenes con tal de ser incluido en la sociedad blanca. El hijo pugna por averiguar las verdades de su familia, por sofocar los fantasmas del pasado y averiguar misterios vinculados a estafas, ejecuciones, apellidos incorrectos y una bolsa con huesos que esperan ser enterrados. «La canción de Salomón» (además de convertirse en uno de los libros favoritos de Barack Obama) le valió a Morrison el Premio de la Crítica de Estados Unidos. Casi veinte años después, en 1993, con solo seis novelas publicadas, obtendría el Nobel de Literatura.
3) «Americanah». Chimamanda Ngozi Adichie (2013)
Otro viaje, otro exilio. Aquí conocemos a Ifemelu y su novio de la secundaria, Obinze, quienes abandonan las limitaciones de una Nigeria sometida a la dictadura militar con la idea de lograrse profesionalmente en Estados Unidos. Más adelante ambos personajes se separarán por motivos burocráticos y pasará un tiempo antes de que vuelvan a verse, configurando así dos tipos muy distintos de migración. Es interesante ver cómo Chimamanda, la autora, se sirve de Ifemelu para narrar parte de su propia experiencia como estudiante en Norteamérica, donde se dio cuenta por primera vez que los demás la discriminaban por el color de su piel, algo que nunca antes le había sucedido. En el libro, Ifemelu abre un blog para compartir sus reflexiones sobre el racismo, el género, la sexualidad, la relación que las mujeres africanas mantienen con su cabello crespo, y principalmente sobre la identidad, pues todo el tiempo se pregunta si no estará convirtiéndose ella misma en una «Americanah», que es el término popular que usan los nigerianos para denominar despectivamente a aquellos compatriotas que viajan a Estados Unidos y acaban adoptando forzadamente una cultura y un comportamiento ajenos. Sobre el final, al volver a Nigeria, Ifemelu experimenta un arranque de impersonalidad que sintetiza con esta magnífica frase que hoy puede encontrarse incluso en pines y camisetas: «Tengo la sensación de que dejé de ser negra nada más bajarme del avión». La novela mereció el National Book Critics Circle Award 2014.
4) «Malcom X». Una autobiografía contada por Alex Haley (1965)
Un libro central para comprender la historia de los derechos de los afroamericanos, de la voz de quien quizá haya sido su mayor y más influyente defensor. Nacido como Malcolm Little, se retiró el apellido paterno luego de salir de la cárcel (purgó diez años por estafas y robos varios) y de convertirse al Islam. Se colocó la X para subrayar su condición de anónimo en la lucha social que empezó en Michigan, Boston y Nueva York y acabó extendiéndose a todo el país. Pero nunca fue un anónimo. Era un orador magnético, un persuasivo ministro religioso y sobre todo un activista radical, crítico de los crímenes de estadounidenses negros perpetrados por sus compatriotas blancos (tres de sus hermanos fueron asesinados por blancos y su padre, se especula, fue asesinado por el Ku-Klux-Klan). Paradójicamente sus adversarios lo acusaban de fomentar el racismo y la violencia. En los meses previos a ser asesinado (en febrero de 1965), Malcolm X conversó muchas veces con Alex Haley. Este libro es el resultado de esos encuentros. La revista TIME lo eligió como uno de los diez libros más importantes de no ficción del siglo veinte. Y si vieron la película de Spike Lee, Malcolm X (1992), sepan que el guión se basó en este libro.
5) «El blues de Beale Street». James Baldwin (1974)
Aquí nuestros personajes son una joven pareja negra que trata de mantenerse lejos de la podredumbre de su barrio. Se aman, tienen sueños, han decidido casarse. Un buen día él, Fonny, un tipo sensible, 22 años, incapaz de hacer daño («era casi el único chico de los que conocía que no se drogaba, ni bebía vino barato, ni robaba a la gente, ni atracaba tiendas»), es arrestado acusado de haber violado a una inmigrante. Al poco tiempo ella, Tish, la novia, de 19, descubre que está embarazada de su novio ahora prisionero. Lo que vemos en adelante es el esfuerzo desesperado de ambas familias por sacar a Fonny de la cárcel y los muchos obstáculos que encuentran, pues estamos en los años setentas, la policía es tremendamente racista, el sistema no les da chance y básicamente nadie cree en la inocencia de un negro.
El título original es «If Beale Street could talk» («si la calle Beale pudiese hablar»). Si lo pensamos, ¿las confesiones de qué clase de calles nos gustaría escuchar? Pues de aquellas marginales donde hay opresión, miseria, crímenes, injusticias e impotencia. Así es la Bale Street. En la novela de Baldwin se supone que habla de Harlem, Nueva York, pero podría referirse al barrio de Memphis, en Tennessee. En realidad, no importa tanto su ubicación como lo que simboliza: la vida al interior de cualquier vecindario negro de los Estados Unidos donde la gente se refugia en las iglesias; donde en las radios se oyen las voces de B.B. King, Aretha Franklin, Billie Holiday y Marvin Gaye; y donde a pesar de las miles de contrariedades siempre hay lucha, alegría y esperanza.
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