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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 10 de junio del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 10 de junio del 2021

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“El inicio de mi vida fue simple, como cualquier otra pequeña vida. Llegué, vi y vencí, pero los días felices no duraron mucho. Llegó la enfermedad que cerró mis ojos y oídos y me hundió en la inconsciencia de un recién nacido”.

Hellen Keller nació en una casa rodeada de hiedras y rosas amarillas, cobijada por una familia de generales y políticos en la Alabama de finales del siglo XIX. El destino le tenía preparada una vida acomodada, pero, como escribió en las páginas de su libro de memorias La historia de mi vida, publicado en 1903,  poco antes de cumplir los 2 años le sobrevinieron unas fiebres altísimas, probablemente asociadas a la meningitis, que la dejaron sorda y ciega. 

Crecer totalmente aislada llevó a Helen a sentir una enorme frustración que se traducía en constantes arrebatos. Su madre descubrió en las páginas del libro Notas sobre América, de Charles Dickens, la historia de Laura Bridgman, quien había perdido la vista, el oído y parcialmente el gusto y el olfato tras un brote de escarlatina. “Estaba”, escribió Dickens, “en una celda de mármol, impermeable a cualquier rayo de luz o partícula de sonido”. Sin embargo, aprendió a usar las manos para comunicarse. 

Crecer totalmente aislada llevó a Helen a sentir una enorme frustración que se traducía en constantes arrebatos.

Helen ya no estaba sola en el mundo. Había alguien que, en base a un enorme esfuerzo y determinación, había logrado salir de ese encierro indeseado. Los padres de Helen siguieron el pequeño brillo de la esperanza y llegaron hasta Anne Sullivan, la tutora que transformaría sus vidas. 

Anne encontró a una pequeña salvaje que pellizcaba, mordía, lanzaba la comida por los aires y gritaba. Su carta de presentación frente a la recién llegada maestra fue arrancarse un diente. Anne, que arrastraba sus propios traumas infantiles y sufría de una discapacidad visual, decidió separar a la niña de su familia y  mudarse con ella a una cabaña cercana. 

Sullivan implementó un método que consistía en hacer que Helen tocara un objeto para luego transcribir el nombre del mismo sobre la palma de la mano. Así, todas las cosas podían nombrarse de una forma personal y única. No hacía falta verlas, podía tocarlas, sentirlas y comprenderlas. 

Un día Anne colocó la mano de Helen bajo una fuente y, de pronto, la niña deletreó la palabra a-g-u-a. Fue el primer sonido articulado que salía, por fin, de esa celda de mármol de la que hablaba Dickens. 

El día que pronunció su primera palabra aprendió 30 más. “De golpe, el misterio del lenguaje me fue revelado”, escribió años después la niña que llegó a convertirse, en base a un coraje gigantesco, en escritora, activista y filántropa.  

El día que pronunció su primera palabra aprendió 30 más.

Hellen se reveló como una niña hambrienta de conocimiento. Aprendió a leer a  través de unas cartulinas con relieves que le descubrieron materias tan dispares como el latín o las matemáticas. Aprendió el sistema Braille y, posteriormente, a escribir. Aprendió a leer los labios de las personas mediante el tacto, a percibir el movimiento, a entender los sentimientos, a organizar y expandir su mundo interno.  

En poco tiempo se vio expuesta al escrutinio público. A los 8 años fue invitada a la Casa Blanca y su nombre dio la vuelta al mundo. La consideraban una niña milagro, una santa, una superdotada, un fenómeno, un caso sin precedentes. Se volvió tan famosa que, cuando alguien le disparó a su perro por casualidad, recibió una avalancha de contribuciones económicas que ella derivó a la educación de un niño también ciego y sordo.  

Siempre al lado de su maestra, que le dibujaba el mundo exterior en la palma de la mano, Hellen inició un recorrido por colegios y universidades, como el Cambridge School for Young Ladies, donde estudió alemán, francés, matemáticas e historia romana y griega. 

Convertida en un emblema nacional debido a su deseo de superación y, como consecuencia, en fuente de inspiración de películas y obras de teatro, Hellen formó parte activa en la lucha de los trabajadores, en la conquista del voto femenino, en los derechos de los afroamericanos y en la neutralidad de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

Convertida en un emblema nacional debido a su deseo de superación y, como consecuencia, en fuente de inspiración de películas y obras de teatro, Hellen formó parte activa en la lucha de los trabajadores [...]

Tras la muerte de la extraordinaria Anne Sullivan, quien dejó una herencia inmensa en la educación de personas con habilidades diferentes, Hellen se mantuvo firme en la promoción de sus ideas y en la defensa y visibilidad de los discapacitados con la asistencia de Nella Henney. Viajó por todo el mundo para evidenciar la existencia de un ojo mental, de una forma de sentir y percibir el mundo desde la más absoluta oscuridad. 

“Fue una guerrera en un conflicto más vasto y desconcertante. ¿Conocemos solo lo que vemos o vemos lo que de alguna manera ya sabemos? ¿Somos más que la suma de nuestros sentidos? ¿Una imagen, cualquier cosa que golpee la retina, engendra pensamiento o el pensamiento crea la imagen? ¿Puede haber subjetividad sin un objeto del que mirar?”, se preguntó la escritora Cynthia Ozick en un artículo publicado en The New Yorker. 

“Observo. Siento. Pienso. Imagino. La ceguera no tiene un efecto limitante sobre la visión mental. Mi horizonte intelectual es infinitamente amplio. El universo que nos rodea es inconmensurable, escribió la mujer que aprendió a imaginar el mundo. 

 

Hellen Keller (1880 – 1968) 

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