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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 20 de agosto del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 20 de agosto del 2021

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Todas las computadoras y celulares pueden navegar hoy por Internet gracias al invento de una mítica actriz de Hollywood llamada Hedy Lamarr. Ella fue una inventora a tiempo incompleto que combinaba sus papeles en el cine con su afición a inventar cosas en sus ratos libres. Lo mismo perfeccionaba el diseño de aviones que imaginaba un sistema de frecuencias para el lanzamiento de torpedos que no pudiera ser detectado por los enemigos. 

A Hedy, que llegó a rodar tres o cuatro películas al año, no le gustaban las fiestas y la vida social le aburría. En sus camerinos tenía una mesa con herramientas con las que intentaba comprender el funcionamiento de las cosas, tal y como su padre le había enseñado de niña. Dotada para las matemáticas y la física, Hedy es la precursora del WiFi, el GPS y el Bluetooth, aunque tuvo que esperar muchos años para ser reconocida. 

Dotada para las matemáticas y la física, Hedy es la precursora del WiFi, el GPS y el Bluetooth, aunque tuvo que esperar muchos años para ser reconocida. 

Nació en Austria en 1914 como Hedy Kiesler y descubrió la felicidad el día que su madre, pianista de profesión, la llevó por primera vez al teatro. Así supo, inmediatamente, que quería ser actriz. De adolescente consiguió algunos papeles en el cine austriaco, pero quería más y se mudó a Berlín, que en ese momento era la capital europea del cine, pero también el naciente bastión del nazismo. 

Hedy se atrevió a aceptar el papel de Eva en la película Éxtasis (1933), donde interpretó a una mujer casada con un hombre mayor que se enamora de uno menor. La controversia no fue el adulterio sino el desnudo y la escena donde por primera vez en una película no pornográfica se veía un orgasmo. La película fue prohibida por el Papa y eso, como suele ocurrir, enrumbó a su protagonista hacia la fama. 

Pero en el camino se enamoró y casó con Fritz Mandl, sin saber que además de millonario se convertiría en proveedor de armas de los regímenes fascistas que ella rechazaba. Hedy, por amor, decidió terminar la carrera cinematográfica que recién comenzaba, pero en menos de tres años se sintió prisionera y torturada por el marido celoso. Entonces huye con una bolsa de joyas escondida bajo el disfraz de sirvienta. 

Mandl sería uno de los seis maridos con los que compartió una vida que parecen dos: la de la mujer considerada la más bella del mundo y la de la inventora que intentaba ser conocida por su inteligencia y no por su físico. 

Nació en Austria en 1914 como Hedy Kiesler y descubrió la felicidad el día que su madre, pianista de profesión, la llevó por primera vez al teatro.

A los 22 años, Hedy se subió a un barco hacia Nueva York con el mítico Louis B. Mayer a bordo, quien le prometió una carrera a cambio de una imagen y apellido nuevos. A partir de entonces se llamaría Hedy Lamarr y se convertiría en la estratosférica actriz que a lo largo de su vida rodaría 35 películas, entre las que destacaron, Algiers (1938),  Lady of the Tropics (1939) o Sansón y Dalila (1949).

“Cualquier chica puede ser glamurosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer tonta”, dijo alguna vez, insatisfecha de su carrera como actriz, que alentó formando parte de la recaudación de dinero que organizó el gobierno norteamericano para apoyar a sus tropas en la guerra que devastaba Europa. 

Inquieta y con mil ideas por desarrollar, Hedy le sugirió a su amigo Howard Hughes el diseño de un avión más rápido que uniera la forma de un pez con la de un pájaro. También diseñó señales de tránsito e insistió en la creación de pastillas que convirtieran el agua en gaseosas. 

Pero su gran hallazgo fue una señal de radio con saltos de frecuencia, diseñada para evitar que los lanzamientos de torpedos sean descifrados. Unió su genio al de un amigo pianista, George Antheil, y juntos crearon el sistema de frecuencias que patentaron en 1940 para entregárselo al Ejército norteamericano. No fueron comprendidos en su momento. Un pianista y una actriz no podían tener la solución a un problema tan complejo.

Inquieta y con mil ideas por desarrollar, Hedy le sugirió a su amigo Howard Hughes el diseño de un avión más rápido que uniera la forma de un pez con la de un pájaro.

Entonces Hedy volvió a un trabajo que le pesaba al no poder ser reconocida por su condición de inventora, pero sí de mujer fatal. Intercaló maridos con papeles cada vez menores en el cine. A los 35 años ya no encajaba en el perfil exótico y sensual que la industria le había construido. Su vida se desmoronaba: la maternidad le resultaba tediosa y el amor parecía inalcanzable.

A los 50 años fue acusada de hurto por esconder algunas prendas en una tienda por valor de 86 dólares. Fue declarada no culpable, pero su reputación quedó en el suelo. Se fue a la ruina económica y se volvió cada vez más ermitaña, al punto que ya nadie sabía quién era ni lo que había sido alguna vez.

Sin embargo, en la década de los noventa su inventó se empezó a adaptar para las futuras redes de WiFi y telefonía celular. A los 80 años, Hedy Lamarr  volvió a ser rica y famosa, pero, lo más importante para ella, fue reconocida, finalmente, por su inteligencia como una pionera de la tecnología moderna. 

Hedy Lamarr (1914 – 2000)

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