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Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 25 de marzo del 2022

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 25 de marzo del 2022

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Una noche de 1953, en la mesa de la cocina de su departamento de la West End Avenue, en Nueva York, el norteamericano Joseph Heller empezó a escribir una novela sobre su experiencia en la segunda guerra mundial. En 1942, con diecinueve años recién cumplidos, después de trabajar como herrero, empleado y mensajero, y con la necesidad de conseguir dinero para ayudar a su familia, Heller se había alistado a las Fuerzas Aéreas de su país.  Dos años más tarde lo llamaron a filas y, tras un breve entrenamiento en California, fue enviado a Córcega, Italia, para reemplazar al bombardero de un avión B-25 Mitchell. 

El 23 de mayo de 1944, siendo teniente segund, le tocó abrir el hangar de bombas para destruir un puente en las afueras de Florencia. Los nervios le jugaron en contra y acabó perforando una montaña ubicada a varios kilómetros del objetivo. En otra ocasión debió bombardear tres puentes sobre el río Rodano en las afueras de Aviñón, en Francia, para bloquear los refuerzos alemanes. 

Esas terribles vivencias sobre los cielos de Europa, donde la muerte acechaba a los tripulantes cada vez que salían de misión sin saber si volverían ilesos a su base, le sirvieron a Heller de punto de partida para escribir “Trampa 22” (en inglés “Catch-22”), libro publicado en octubre de 1961 y que desde entonces suele figurar en las listas de los mejores títulos del siglo veinte. 

La novela es una denuncia de lo absurda que es la guerra, cualquier guerra, entre otras cosas porque expone a los más jóvenes, quienes entregan su vida “por algo que, les han contado, es su patria”. Pero esta es una denuncia sarcástica, tragicómica, plena de personajes descabellados que interactúan en situaciones que, pese a su inverosimilitud o exageración, son convincentes dentro del gran teatro del delirio que nos presenta Heller. Vemos a capitanes, coroneles, generales, intendentes, capellanes, oficiales y suboficiales pugnando todos por sacar una buena tajada del conflicto, por obtener su propio beneficio, siempre en nombre de “la defensa de la nación” y de una probable victoria aliada que nunca llega. 

Esa capacidad para satirizar un universo solemne como el militar, sin descuidar la contundencia y luminosidad de la prosa, remite a otras novelas de tradición bélica como “El buen soldado Svejk”, del checo Jaroslav Hasek (1921), y desde luego a la extraordinaria “Matadero Cinco” (1968), del también norteamericano Kurt Vnnegut, otro escritor que actuó como bombardero durante la segunda guerra mundial. 

La novela es una denuncia de lo absurda que es la guerra, cualquier guerra, entre otras cosas porque expone a los más jóvenes, quienes entregan su vida “por algo que, les han contado, es su patria”.

Hablemos del protagonista de “Catch-22” –y alter ego de Heller–: el capitán John Yossarian, quien hace todo lo posible por dejar de volar. Ha visto morir a varios de sus compañeros, ha lanzado suficientes bombas contra poblaciones civiles inocentes, está harto de las misiones y solo quiere volver a casa o huir a otro país. Por eso intenta convencer al médico de su campamento, el doctor Danika, de que lo declare loco. Es ahí donde Yossarian se da de narices con la famosa “Trampa 22”: una paradójica norma militar según la cual los soldados que padecen locura pueden pedir su baja del Ejército; sin embargo, la norma indica que los locos no pueden pedir su baja precisamente porque están locos y no podrían ser conscientes de estarlo. 

Es ahí donde Yossarian se da de narices con la famosa “Trampa 22”: una paradójica norma militar según la cual los soldados que padecen locura pueden pedir su baja del Ejército; sin embargo, la norma indica que los locos no pueden pedir su baja precisamente porque están locos y no podrían ser conscientes de estarlo. 

Por medio de esa engañifa, Heller pone en evidencia la estéril burocracia institucional en organismos verticales como el Ejército. Hasta el día de hoy, en el habla cotidiana de los Estados Unidos, se utiliza la expresión “Catch-22” para referir un “callejón sin salida” o un “círculo vicioso”. El diccionario Merriam-Webster la define como “una situación problemática para la cual la única solución es negada por una circunstancia inherente al problema o por una regla”. 

La novela de Heller fue un rápido éxito de crítica y ventas, y no demoró mucho en ser llevada a otros medios. En 1970 el gran Mike Nichols (director de “El Graduado”, “Closer” o “¿Quién teme a Virginia Woolf?”) la adaptó para el cine y convocó a actores-leyenda como Orson Welles, Alan Arkin, Anthony Perkins o Martin Sheen. Hace tres años el remake llegó en forma de miniserie con George Clonney como actor principal y director de uno de los seis episodios. 

En estos días en que seguimos con pavor las incidencias de la invasión rusa a Ucrania, y comprobamos lo poco que importa la voluntad de los jóvenes soldados, y lo brutal que resulta la ambición de poder de los gobernantes fanáticos, recomiendo con entusiasmo buscar esta voluminosa e inolvidable joya literaria. Trampa 22. Van a reír para no llorar. Pero van a llorar igual. 

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