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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 27 de enero del 2020

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 27 de enero del 2020

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En el París de principios del siglo XIX no había una sola nube en la vida feliz y acomodada de la pequeña Flora Celestina Teresa Enriqueta,  pero, lamentablemente, los cielos claros también auspician desgracias. Al cumplir los 5 años, su padre, el peruano don Mariano Tristán y Moscoso, murió de forma súbita sin poder regularizar su matrimonio clandestino con Anne-Pierre Laisnay. Por tal motivo, la herencia recayó en sus parientes legales. Flora Tristán, su madre y un hermano pequeño quedaron despojados de toda elegancia y se vieron obligados a instalarse en la miseria. 

A lo largo de su vida , Flora tuvo que enfrentar muchos infortunios y el peor de todos, quizás, fue su matrimonio forzado con André Chazal al poco de cumplir los 20 años. Con él tuvo 3 hijos en 4 años, de los cuales solo sobrevivió Aline Marie (la futura madre del pintor Paul Gauguin). Ella creía que el matrimonio se parecía demasiado a una servidumbre y decidió abandonar el hogar, transformándose así en una delincuente inmediata, en una prófuga rebelde que luego quedaría inmortalizada en su obra más famosa, Peregrinaciones de una paria (1839). 

Desde entonces sintió una suerte de desencanto con respecto al amor, como lo dejaría escrito en las páginas del mismo libro: “Yo sabía por experiencia todo lo que hay de horrible en amar a un ser que no puede comprendernos”.  Flora sintió la urgencia de huir, emplearse en lo que hiciera falta, abandonar a sus hijos y embarcarse al Perú en un intento desesperado por ser reconocida ante la familia de su padre como una heredera legítima, algo que, por supuesto, no ocurrió.

“Yo sabía por experiencia todo lo que hay de horrible en amar a un ser que no puede comprendernos”.

 “Lima, tan grandiosa vista de lejos, cuando se entra en ella no mantiene sus promesas”, escribió Flora, la joven en búsqueda de fortuna a punto de convertirse en una luchadora por la justicia social y  la emancipación de la mujer. En el Perú, Flora Tristán formó parte de la alta burguesía arequipeña que le negaba la legitimidad, pero se dejaba seducir por sus encantos parisinos. A cambio, ella describió con dureza y lucidez todas las contradicciones, el racismo, el clasismo, los abusos y contrastes que encontró en el Perú que conoció a lo largo de un año.

A su regreso a París fue otra, una mujer más curtida, menos esperanzada en la suerte y más confiada en instruirse, informarse y dar una batalla intelectual en favor de la mujer. Propuso la creación de una sociedad de ayuda a las forasteras, pidió la supresión de la pena de muerte, el restablecimiento del divorcio y publicó las Peregrinaciones que la incluirían en una especie de olimpo intelectual. Chazal, enloquecido por el abandono y la fama de su ex mujer, le descerrajó un tiro en plena calle. No la mató, pero Flora tuvo que pasar los 6 años que le quedaron de vida con una bala alojada al lado del corazón.

Una vez recuperada, publica la novela Méphis (1838), Paseos en Londres (1840) y, posteriormente, La Unión Obrera (1843), un libro feroz contra el capitalismo donde esboza una idea que 6 años más tarde Marx exportaría al mundo: solo a través de la unión internacional de los trabajadores será posible la justicia. Así, Flora inicia una gira propagandística por Francia, donde convoca a mujeres y obreros a unirse para construir una existencia igualitaria. Extenuada, frágil y con una bala atravesada en el pecho, Flora muere a los 41 años en plena efervescencia política. 

De no haber sufrido todas las desdichas que la pérdida del padre y el matrimonio forzado desencadenaron, quién sabe si Flora Tristán hubiera llegado a convertirse en la enorme luchadora por los derechos de las mujeres y los obreros, la revolucionaria, la escritora aventurera y la mujer que desafió todas las convenciones de su tiempo. 

¿En qué parte de la película que es la vida de todo ser humano la mujer golpeada por sus circunstancias se transforma en una heroína de su tiempo?

En una de las escenas de El Paraíso en la otra esquina, Mario Vargas Llosa ubica a Flora Tristán en un taberna llena de hombres y miradas inquisidoras que ella misma describe en sus memorias. Nada más verla entrar, el tabernero le corta el paso para preguntarle si busca a alguien. A lo que ella contesta: “¿Por qué me lo preguntas? ¿No se permite la entrada de mujeres aquí?. No soy una puta, señores. Vengo a ayudarlos a romper las cadenas de la explotación”. 

Flora salió de local con un ligero sabor a victoria entre los dientes. Y los comensales, mudos,  contemplaron la estela que una fuerza de la naturaleza -capaz de remecer el mundo- dejó a su paso por una taberna llena de humo y viejas ideas.

 

Flora Tristán (1803-1844)

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