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Katya Adaui
Escritora, guionista y fotógrafa.

Publicado el 4 de agosto del 2018

Katya Adaui
Escritora, guionista y fotógrafa.

Publicado el 4 de agosto del 2018

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La sexta temporada de la cárcel de mujeres más entrañable de Netflix cumple lo que prometía el tremendo cierre de la quinta: ser la más política y con la mayor carga de crítica social. Se hace cargo, no se guarda nada, no hay motores ciegos. Y ahí está el secreto de su reinvención. Por algo nos dejaron con un fuego cruzado. Un motín con muertos percutido por el impune asesinato de la valiente y amorosa Poussey, la presa afroamericana encargada de la biblioteca que simbolizaba cierta libertad en la aplastante penitenciaria de Litchfield. 

Si habíamos visto intrigas, aquí se declaran las traiciones más perversas. Con la revolución en veda, se tramitan condenas por acusaciones ciertas o falsas. Se crean chivos expiatorios. Se maquinan trucos retóricos, injurias, posesiones, desbarrancaderos. Si eres negra, latina o rusa, si estabas peleando solo por justicia y no por venganza, podrás irte a perpetua. Y tus abogados te pedirán que aceptes todo. No vayas a juicio, no hables por ti; vas a perder igual. Es la crisis del lenguaje. El sistema está condenado a darte la espalda. 

Esta temporada encara con los puños abiertos los temas impostergables que afectan a Estados Unidos, en realidad, al mundo: las políticas de migración de tolerancia cero, los movimientos sociales como #BlackLivesMatter (Las Vidas Negras Importan), el abuso y las agendas de los poderosos, la opresión, la discriminación, el subempleo, la pobreza, el hacinamiento carcelario, los enfrentamientos entre pandillas, el escarnio. La fuerza arrasadora de la violencia, su onda expansiva. 

Esta temporada encara con los puños abiertos los temas impostergables que afectan a Estados Unidos, en realidad, al mundo: las políticas de migración de tolerancia cero, los movimientos sociales como #BlackLivesMatter (Las Vidas Negras Importan), el abuso y las agendas de los poderosos, la opresión, la discriminación, el subempleo, la pobreza, el hacinamiento carcelario, los enfrentamientos entre pandillas, el escarnio.

Se nos infiltra en el macabro laberinto de una cárcel extendida y terminal, por sus bloques en conflicto, por los traumas y percepciones de sus habitantes. El bloque más relajado es la prisión de las ancianas, astutamente llamada: Florida. Es el paraíso de las muertas vivientes, con postres de chocolate para las rémoras heridas del sueño americano. Eres un fantasma en el exilio.

Esta sexta temporada también estrena otra radicalidad, el lado más humano de individuos contrapuestos que anhelan lo mismo sin saberlo. La indignación. Porque en un mismo horario, presas y policías comparten reclusión en el infierno, atestiguan miserias y ciertos alivios. Ahora se acentúa la urgente búsqueda de expiación a través de dos personajes: la presa que se había fugado y se entrega y el exalcaide que vuelve a Litchfield para reclamar por las libertades de sus antiguas reclusas. Hay un espacio para la piedad.

Y está la vida siempre insistiendo. En este micromundo en ruinas, donde la risa parece ser incompatible con el tormento, hay una presa embarazada y otra haciendo cualquier cosa con tal de concebir.

Y está el amor incondicional. Amigas que se preservan juntas y una pareja prometiéndose matrimonio. Y la revelación del confinamiento: el momento de la escritura ha llegado. Piper Chapman dirá: Alguien tiene que escribir las memorias de todo lo que hemos vivido aquí.

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