Fundación BBVA Perú
imagen

Jaime Bedoya
Periodista y escritor

Dubidubidu

Publicado el 30 de noviembre del 2018

Jaime Bedoya
Periodista y escritor

Dubidubidu

Publicado el 30 de noviembre del 2018

Comparte en:

Al baladista lo persigue una falsa sensación de juventud extendida que no es sino la maldición de Dorian Gray al revés: su canción no envejece, pero él cada año está más para el gato.

Casos emblemáticos como el de José José y Jose Luis Rodríguez El Puma -entre los dos no llegan a hacer juntos un pulmón- hablan por sí solos. Sus canciones persisten tersas y potentes a la hora del lonchecito. Pero sus humanidades, como el inmortal vals de Alicia Maguiña: ayer montañas, hoy solo escombros.

A ese abismo es que se asoma aún en pleno uso de sus facultades, lo que añade terrible lucidez al vértigo cancelatorio, don Jesús Emmanuel Acha Martínez, mejor conocido como Emmanuel a secas. La fisiología del baladista ya es la de un sexagenario. Y su cuerpo lo sabe.

Algo así como cuando ya se te acaba el tiempo pero no las ganas de cantar. Emmanuel sabe hacerlo.

El mexicano fue peruano por algunos años. Fueron aquellos que su padre vasco, que luego fue argentino y luego peruano, Raul Rovira Acha, de profesión matador de toros, se hizo cargo de la administración de la plaza de toros de Acho.

Rovira era fino torero que alternó carteles con grandes como Luis Miguel Dominguín, el padre de Miguel Bosé, y Manolete, el inmortal cordobés.

Su hijo era un aplicado alumno del internado Santa Rosa de Chosica. Ahí compartió carpeta con Guillermo Pérez Arguello, que ya ensayaba la primera voz del grupo sesentero Los Hang Ten´s donde Diego García Sayán tocaba la batería. Fue de este grupo que nacería el seminal Traffic Sound peruano. Por entonces para el esbelto Emmanuel la vida no era el pentagrama sino el toreo.

La intención de seguir los pasos del padre se detuvo a mediados de los setentas, cuando una cornada le malogró una rodilla. El padre se mudó a México. Y allá el hijo, teniendo como influencias a Serrat y a los Beatles se lanzó al mundo musical con un elepé intitulado ¨10 razones para cantar¨. Fue descrito como ¨un concepto musical plagado de POESIA y aderezado con letras de AMOR¨. Fue un rotundo fracaso.

Emmanuel deja su marca en la balada cuando en los ochentas le da voz a la depresión amorosa. Es la trocha melódica trazada a partir de la melcocha masoquista de Manuel Alejandro, como en Todo se derrumbó dentro de mi:

Hasta mi aliento ya me sabe a hiel, me sabe a hiel
Mira mi cuerpo como se quiebra
Mira mis lágrimas como no cesan por ti

A eso se le suma la lastimosa historia de traición amical de Pobre Diablo:

Tú, amigo tu: pobre diablo…

Se que aprovechas mi ausencia
Para dar con la forma de encontrarte con ella
Sé que al volver yo la espalda tú la miras
Con ganas y deseos de tenerla

La culminación lógica de este cuadro depresivo no podía ser otro que el escapismo onírico de Quiero dormir cansado:

Quiero dormir cansado
Para no pensar en ti
Quiero dormir profundamente
Y no despertar llorando
Con la pena de no verte

Pero así como en el toreo conviven lo hondo con lo alegre, Emmanuel sabía que en su arte interpretativo tenía que dejar lugar a lo vital. Hurga en la pulsión cantarina de la música itálica donde descubre, y paga por versionar, al gran Lucio Dalla.

Emmanuel había escuchado Tutta la Vitta (1984), una declaración lúdica y surrealista de los principios musicales del italiano. El español Luis Gómez Escolar se encargó de traducirla al castellano como la confesión sinvergüenza de un romántico suicida.

Toda la vida coleccionado mil amores 
Haciendo juegos malabares 
Para no amarte en exclusiva

Pero también la había escuchado, y parece que antes, un cubano de nombre Franco Iglesias. La grabó, la cantó y se hizo famoso con ella al mismo tiempo que Emmanuel. Ha sido la única vez que dos versiones distintas de una misma canción llegó al primer lugar del Billboard.

En el video clip original de esta canción Emmanuel adelanta unos movimientos de manos tributarios de un punto medio entre el toreo y el flamenco. Estos se transformarían, gracias a bufandas, hombreras y un guiño al Salto de la Grulla de Karate Kid (1984), en su baile con saltitos de Chica de Humo y La última Luna. Que es de donde – no se deje sorprender- Luis Miguel saqueó todos sus pasos.

Entre lo último que ha hecho Emmanuel antes de presentarse en Lima en diciembre es un unplugged de MTV, que en mexicano se pronuncia onplog. En el replantea y resucita a sus éxitos emblemáticos mediante el sotto voce y algunas esporádicas declaraciones de vigor melódico,  acompañando la música con una cadencia ralentizada de sus coreografías clásicas. A través de prolijas pinceladas pre artríticas sustenta con creces el pacto mágico que solo este arte puede ofrecer: la eterna juventud existe, y dura lo que dura una canción. Algo así como cuando ya se te acaba el tiempo pero no las ganas de cantar.  Emmanuel sabe hacerlo. O como dicen en su tierra, el que es perico donde quiera es verde.

Comparte en:

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR