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Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 12 de noviembre del 2018

Renato Cisneros
Periodista, poeta y novelista

Que sabe nadie

Publicado el 12 de noviembre del 2018

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No eran precisamente esas facultades bestiales que le permitían saltar por los techos de los rascacielos lo que hacía del Hombre Araña un superhéroe distinto. Tampoco su traje azul y rojo ni esa máscara sin aberturas. Era más bien su condición humana, su parte hombre, su personalidad dudosa, tímida, no resuelta, lo que volvía cercano al joven debajo del disfraz. Después de todo, Peter Parker no era más que un adolescente solitario, huérfano, criado por sus tíos, que estudiaba en una secundaria del barrio neoyorquino de Queens, donde era un equis, y que un día, tras ser picado por una araña en el laboratorio, vio su vida dar un vuelco completo.

Hasta antes de Spiderman los superhéroes eran adultos resueltos sin gran complejidad psicológica, ni dramas familiares, ni dilemas éticos, cuyos poderes eran resultado o bien de una transmisión biológica (Súperman) o como consecuencia de una serie de efectos o accidentes inverosímiles (Batman). Fue el personaje de Parker —o más bien su creador, el genio Stanley Martin Lieber, popularmente conocido como Stan Lee— 

quien introdujo al mundo del comic esa dimensión mortal y azarosa que fortalecía al héroe, quizá no en músculo, pero sí en un rasgo que podríamos llamar carisma pero que Lee prefería denominar «humanidad defectuosa».

Ahora que el co-creador de Marvel ha muerto a los 95 años cabe homenajear su intuición para enriquecer a los superhéroes dotándolos de aspectos que su público sentía suyos, desde la sensibilidad o la melancolía, hasta la ira o la vanidad pienso en Hulk o Ironman, incluso en Thor. Si los cerebros detrás de la empresa rival, DC Comics, habían inventado una Liga de la Justicia plagada de héroes y heroínas que tenían un alto sentido de la dignidad y la justicia, la preocupación de Marvel era hacer que los héroes no resultaran tan modélicos e inalcanzables. Por ejemplo, en «Los Cuatro Fantásticos» —cuyo guion fue escrito por Lee junto a uno de sus socios legendarios, Jack Kirby—  se desarrolla el drama sentimental y un profundo sentido de la amistad.

Los críticos de Lee afirman que se aprovechaba del talento de los dibujantes que colaboraban con él para apropiarse de sus creaciones y publicitarse como si fuese el único que las inventó, pero aún si esto fuera cierto no menoscaba su trascendencia como autor de un universo en el que los personajes se entrecruzaban dando una sensación de continuidad y pertenencia que los fanáticos siempre agradeceremos.

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