Me inspiran los periodistas que utilizan bien el lenguaje al escribir y al hablar. Los que saben escuchar por encima de los que buscan atarantar. Los que tienen sentido del humor. Los que practican la ironía o el sarcasmo. Los que son conscientes de que en una conversación la estrella siempre es el otro. Los que suelen recomendar un libro, una película, una obra, una serie, una experiencia. Los que conocen no necesariamente el mundo pero sí al menos un lugar en el mundo, bien, a fondo. Los que investigan, destapan, denuncian, pero también los que miran, contemplan, narran. Los que convierten un caso en una historia. Los que se ensucian los zapatos. Los que no tienen oficina. Los que no cobran horas extras. Los que buscan la verdad más que aquellos que se jactan de tenerla o haberla encontrado. Los que no tienen amigos en la política. Los que saben decir «me equivoqué». Los que con los años han aprendido a intuir, a desconfiar, a separar la noticia pura del artificio, a distinguir lo sensacional de lo sensacionalista. Los que luchan por ser creíbles, auténticos, diferenciándose de aquellos que pugnan por convertirse en fugaces líderes de opinión o que sueñan en secreto con aparecer en la encuesta del poder y ser invitados a todas las recepciones. Los que no niegan su vanidad pero la controlan. Los que combaten por sus ideas sin imponer una agenda o una moral. Los que tratan de mejorar la sociedad desde su trinchera, su programa, su revista, su columna, su segmento, su canal, su web, su pequeño o gran medio. Los que tienen una voz, es decir, los que la descubrieron y aprendieron a ser fieles a ella. Los que no vendieron su alma al diablo, pero entrevistarían al diablo. Los que se oponen al poder y al autoritarismo. Los que hacen de la duda no una limitación sino un recurso. Los que defienden la libertad de expresión a cualquier costo.

Muchos hombres de mi familia paterna fueron y son periodistas. Eso sin duda influyó en mi decisión de entrar a la facultad de Comunicación, pero no era un asunto hereditario solamente: también había en mí una vocación natural por escribir, contar, develar, recrear, averiguar, saber y entender.

Muchos hombres de mi familia paterna fueron y son periodistas. Eso sin duda influyó en mi decisión de entrar a la facultad de Comunicación, pero no era un asunto hereditario solamente: también había en mí una vocación natural por escribir, contar, develar, recrear, averiguar, saber y entender. Los veinte años que han transcurrido desde que empecé a ejercer el periodismo [en una revista de corte conservador y circulación restringida llamada «Coloquio»] me han servido para identificar qué cosas puedo hacer y qué cosas no. No lo hubiera logrado sin los editores y productores correctos. Un buen editor/productor actúa como un técnico de fútbol inteligente: te hace jugar no donde quieres sino donde eres más útil al equipo.. 

Existen tantos «días del periodista» como países hay. Las fechas fueron elegidas por razones distintas, aunque casi siempre asociadas a la fundación de un medio de comunicación importante. En Perú se celebra hoy porque el 1 de octubre de 1790 se puso en circulación el Diario de Lima, el primero no solo del país sino de Hispanoamérica. Lo dirigía un militar español, Francisco Antonio de Cabello y Meza, más conocido por el seudónimo Jaime Bausate y Meza. 

Datos históricos y reflexiones aparte, sirva la efeméride para abrazar a nuestros periodistas de verdad. Ellos saben quiénes son.