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Marco Avilés
Periodista. Consultor en racismo

Hablemos de racismo

Publicado el 1 de abril del 2019

Marco Avilés
Periodista. Consultor en racismo

Hablemos de racismo

Publicado el 1 de abril del 2019

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El libro azul contiene historias inolvidables. El 25 de junio de 2003, por ejemplo, cuatro jóvenes acuden a la discoteca Mamá América, en el Cusco, con el sano y democrático propósito de divertirse. Se llaman José Luis Palma, Gilbert Palma, Mario Palma y Redi Moscoso. El vigilante del local no les permite entrar y les explica que la discoteca es solo para extranjeros. Gringos only. Los jóvenes se marchan pero denuncian lo ocurrido.

Días después, unos funcionarios del Indecopi van a la misma discoteca para investigar el caso. Descubren un matiz. Los clientes locales (de piel marrón) sí pueden ingresar a Mamá América pero para hacerlo tienen que pagar 10 soles. Los extranjeros ingresan gratis.

El patrón se repite en otros bares de la ciudad como el Spoon y el Ukukus. El vigilante de este último pub les confirma a los inspectores que, en efecto, la política del local es cobrarles a los peruanos y no a los extranjeros. La discriminación es una práctica abierta y normalizada en ese Perú previo a las redes sociales.

El libro azul contiene historias que merecerían ser películas. Por ejemplo, el caso de las discotecas The Piano y The Edge, ambas en Lima, a las que en 1998 el Indecopi multó y clausuró porque no permitían el ingreso de personas de piel marrón. El modus operandi era una obra de alta ingeniería legal. Las discotecas tenían convenios de exclusividad con dos asociaciones (The Piano Social Club y The Edge Social Club, respectivamente), y exhibían en sus paredes exteriores avisos que informaban que “La casa se reserva el derecho de admisión”. En teoría eran locales exclusivos para los socios, pero en la práctica las cosas se resolvían al ojo en la puerta de ingreso. Los vigilantes observaban a los clientes potenciales y si eran blancos los dejaban pasar. Si no, les decían que la fiesta era privada.

El libro azul contiene historias que merecerían ser películas.

El proceso para sancionar a ambos locales fue una épica legal con acciones de amparo, fallos sospechosos, y un final feliz que tardó cuatro años. En la resolución definitiva, el Cuarto Juzgado Civil de Lima ordena que aquellas asociaciones (The Piano y The Edge) se disuelvan, y sienta un precedente gigantesco:

“La discriminación suele ser un hecho clandestino de muy difícil probanza dada la velocidad con que se desarrollan las actividades de los ciudadanos -particularmente en el ámbito comercial- y los nulos o muy escasos incentivos que existen para que los afectados con estas conductas desarrollen acciones de denuncia y persecución”

O sea, el ciudadano discriminado está en desventaja frente a las empresas discriminadoras a la hora de demostrar el delito porque muchas veces carece de pruebas. Me ha pasado. Cuando me impidieron entrar a la discoteca La Sede, el 28 de julio de 2007, no tuve pruebas para demostrarlo. No hice una denuncia formal, solo atiné a contar lo ocurrido en una carta que envié a un diario.

El juzgado añade:

“En ese contexto, es perfectamente válido y constituye más bien una obligación irresistible y bajo responsabilidad de la autoridad administrativa encargada de velar por el cumplimiento de la Ley de Protección al Consumidor, monitorear periódicamente los distintos mercados, con énfasis en los más sensibles, para identificar o descubrir las prácticas de discriminación que pudieran existir en las operaciones en nuestra sociedad”.

O sea, el Estado debería investigar de manera proactiva de qué manera nos discriminamos. El libro azul contiene episodios de ese Estado ágil. Por ejemplo, el año 2004 funcionarios encubiertos de Indecopi van a la discoteca Aura, en Lima, y documentan que sus dueños practican una suerte de Apartheid en perjuicio de cholos, mestizos y negros. White people only.

El libro azul se llama en realidad Discriminación en el consumo y trato diferenciado ilícito. Es un texto de jurisprudencia del Indecopi, pero puede leerse como la historia de un cambio cultural en el país. De cómo el racismo dejó de ser un problema silencioso, casi un tabú, como ocurría hasta fines del siglo pasado, y se volvió un tema en la boca de casi todos, como ocurre hoy. De cómo los ciudadanos perdieron el miedo y la vergüenza de reconocerse cholos y negros y mestizos y se acostumbraron a denunciar la segregación, y de cómo el Estado lentamente se atrevió a actuar.

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Terminé de leer el libro azul el mismo día en que me enteré de dos noticias. Una buena y una rara. La buena es que al menos en veinte distritos de Lima las municipalidades obligan a que los locales públicos exhiban, bajo pena de multa, avisos del tipo:

«EN ESTE LOCAL ESTÁ PROHIBIDO EL RACISMO Y LA DISCRIMINACIÓN»

Es probable que los lectores y lectoras hayan visto esos mensajes en la forma de stickers cerca de las puertas de ingreso de restaurantes y discotecas. La noticia rara, rarísima, es que la Asociación de Eliminación de Barreras Burocráticas, una organización integrada por empresarios y ejecutivos y presidida por Jorge Lazarte, considera que esos cartelitos son, en realidad, una barrera innecesaria que afecta a su gremio. El 11 de marzo pasado esta organización presentó una denuncia ante el Indecopi pidiendo que las municipalidades dejen de exigir esos avisos. Así de raro.

El libro azul es gratuito y fácil de obtener. Ojalá los miembros de aquella Asociación lo lean y recuerden la historia detrás de esos mensajes que les disgustan.

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