Apremiantes condiciones meteorológicas hacen atinado el poner sobre la mesa las diferencias sustanciales entre dos conceptos equívocamente homologados: calor y calentura.
Calor es este agobio infernal que nos humedece permanentemente sin gozo ni descanso. Es la pesadumbre con la que las altas temperaturas dejan su huella déspota sobre cuerpos sometidos por la vibraciones de átomos y moléculas que no conocen la vista al mar. Un verano implacable.
Calentura, en cambio, es ese deseo efervescente e hipnótico por un cuerpo y alma ajenos. Suele exacerbarse por el calor. Y suele inspirar grandes canciones emblemáticas. Estas acaban convertidas en himnos imperecederos de esa electricidad voluptuosa que engalana la primera etapas del amor romántico (1).
Es el caso de Sapore di Sale, sabor a salado, magnífica composición de ese fauno del enamoramiento que es el italiano Gino Paoli.
Antes de sumergirnos en los mecanismos creativos de Paoli, su motor y motivo, es preciso dejar sentado lo que pasaba en Italia por esa época. La península en forma de bota experimentaba lo que se llamaría luego el Milagro Italiano: un periodo de crecimiento económico sostenido que se dio desde el fin de la segunda guerra mundial hasta fines de la década del sesenta. Italia pasó de un país rural y costumbrista a ser una potencia industrial, con gente hermosa, simpática, y musical. Y con una filosofía de vida imbatible:
Mangia bene, ridi spesso, ama molto
Sus artistas, como Paoli, eran los portavoces de este bienestar propicio al disfrute de las mejores cosas de la vida, tales como la anteriormente mencionada calentura.
Paoli tenia en su haber el antecedente de una balada confesional y claustrofóbica, Il cielo in un stanza (el cielo en una habitación, 1960). La canción había nacido antes, cuando a los 17 años el cantante le pide a su padre un adelanto de sueldo de un año. Los usó para pasar tres días sin salir de prostíbulo. El joven estaba enamorado de una trabajadora del amor. Decía la letra:
Cuando estés aquí conmigo
esta habitación no tiene paredes
sino árboles, árboles infinitos.
Esa proximidad a lo amorosamente vedado perseguiría a Paoli hasta el verano del 63. Paoli volvió a caer en el encantamiento, o la calentura. Esta vez, como agravante fellinesco, el objeto de su deseo era una actriz de apenas 16 años de edad, Stefanía Sandrelli. A pesar que eran otros tiempos, y era Italia, la justicia los perseguía. Estaban refugiados en una playa siciliana, Capo d´Orlando. Sus arenas volcánicas y mitológicas alumbradas por sol mediterráneo, gatillaron la epifanía: el gusto salino de la piel amada cuando bañada por el mar.
Gino escribió una de las mejores canciones de verano, representativa de esa magia termodinámica que se manifiesta entre arena y mar.
Gino escribió una de las mejores canciones de verano, representativa de esa magia termodinámica que se manifiesta entre arena y mar (2):
Sapore di sale
Sapore di mare
Che hai sulla pelle
Che hai sulle labbra
Quando esci dall’acqua
E ti vieni a sdraiare
Vicino a me
Vicino a me
Sabor a sal, sabor a mar, que hay en tu piel, que hay en tus labios, cuando sales del agua y te posas cerca a mi. Imposible mejorarlo. Paoli lo hizo, en la segunda estrofa:
Sapore di sale
Sapore di mare
Un gusto un po’ amaro
Di cose perdute
Di cose lasciate
Lontano da noi
Dove il mondo è diverso
Diverso da qui
Un gusto un poco amargo, a cosa perdida, a aquello abandonado lejos de nosotros donde el mundo el distinto a esto. La indignación profesional de hoy dirá que esto era una romantización de la seducción de menores, el Lolita de la balada italiana. Lo cierto es que para mayor gloria musical ese genio futuro llamado Ennio Morricone (aún no brillaba por las bandas sonoras de los espaguetis western) hizo los arreglos del tema.
La pareja sancionada por ley huyó a Suiza, donde Sandrelli dio a la luz el fruto de este hervor romántico, una niña de nombre Amanda.
Paoli, doblándole entonces la edad a la madre de su hija, estaba confundido y agobiado por la situación. Amar no era un delito porque hasta Dios amó. Creyó resolver el dilema cogiendo una pistola Derringer y disparándose al corazón. La ciencia médica decretó como imposible la operación, el plomo rozaba el miocardio. Paoli entró en coma. Sapore di Sale se disparó al número 1 del Billboard. Paoli salió del coma con la bala aún en el pecho.
Ahí no acaba la historia. En los años 70 el intérprete peruano Santiago Rogelio Farfán Holguín (a) Jimmy Santi, (a) El Muchacho de la Eterna Sonrisa, versionó la balada de Paoli en un 45 rpm de Sono Radio (3). La frase sabor a salado adquirió una nueva vida al brotar de los labios Jimmy Santi.
Coda magnífica: Gino Paoli, lobo solitario sin Dios ni patrón, sobrevivió a un balazo al corazón (4). Sapore di Sale sobrevivió a Jimmy Santi.