Esta no es la historia de un éxito sino la de un fracaso rotundo. El relato de cómo una de las melodías veraniegas más populares del cancionero latinoamericano de todos los tiempos supuso una iniquidad mayúscula, un expolio sin sanción sobre el que estas líneas apenas arañarán una denuncia extemporánea perdida en el eco sin fin del ciberespacio.
Empecemos por Masachapa. Esta plácida caleta de pescadores queda en la costa oriental de Nicaragua donde el océano Pacífico besa sus orillas. Una salida de río caracteriza su paisaje, adornado con roquerío pródigo de pequeñas pozas para solaz de veraneantes, especialmente los más pequeños, a los que les encanta recoger cosas pegajosas del mar. Su gastronomía saca provecho de la fauna marina lugareña, siendo estelarizada por la sopa marinera, el pargo rojo y versiones voluntaristas de nuestro cebiche, único y primero.
Masachapa se encuentra a solo una hora por tierra de la capital, Managua. Su nombre proviene de la lengua indígena mazalt, queriendo decir arenal de los venados. El nombre es acertado: Más que una playa, Masachapa es un extenso arenal con vista al mar. Sobre la arena el sol calienta con más fuerza.
Don Rafael Gastón Pérez, talentosísimo aunque díscolo músico nicaragüense, era lo que podría llamarse en términos locales y con todo respeto un Kukín Flórez musical. Su potencial y capacidad siempre quedaba en segundo lugar frente a sus ganas de vivir. No existe certeza en cuanto a su fecha de nacimiento, el año en cuestión se establece alrededor de 1917, pero en lo que si coindicen sus biógrafos es en que a los cinco años ya ejecutaba melodiosamente la marimba.
Su carrera melódica continuó a velocidad de crucero. Desplegaba su versatilidad en la ejecución de instrumentos tan variados como trompeta, guitarra, bajo, piano y percusión. Su fama se extendió a Costa Rica y Venezuela, donde llegó a participar en la orquesta Billo´s Caracas Boys: son, merengue y guaracha para el indiscriminado gozo de las gentes cuando Caracas era libre y feliz, como volverá a serlo aún a pesar de Maná.
Inevitablemente la vena romántica hizo carne en Rafael Gastón. Esta sensibilidad le vino a comienzos de la década del 50, viéndose inicialmente plasmado en su bolero Sinceridad. Fue la primera canción que el gran Lucho Gatica, la Voz de Humo, grabó en su carrera.
En este mundo mentiroso el alcance de Sinceridad fue largo y longevo. Ha sido interpretada por un abanico que va desde la inmensa Maria Martha Sierra Lima hasta el aguachento Raul di Blasio, el Clayderman argentino. Pero no sería ese el opus magno de Rafael Gastón. Tampoco la sería ninguna otra canción, que es lo más cruel.
Rafael Gastón, cómo no, conoció Masachapa como playa idílica y consustancial a su existencia. El azul aterciopelado de sus aguas, combinados con la suave brisa costera que peinaba el extenso arenal que los humanos llamaban playa fue musa y locus amenus de su poética sentimental. En una de esas irrepetibles puestas de sol en las que el Océano Pacífico lucía sin miramientos su majestuosidad, don Rafael Gastón cogió pluma y lápiz. Y ron mediante, le compuso una canción a esta hermosa localidad litoral. Ya tenía el título, el primer verso de la canción:
Cuando calienta el sol, aquí en Masachapa…
La letra proseguía por la vibración próxima de un cuerpo ajeno, siendo el palpitar, tu cara, tu pelo, son tus besos, me estremezco oh oh oh. Toda una escena de calor humano acontecida en Masachapa.
El problema empezó y terminó cuando Rafael Gastón se reunió con los torvos hermanos Pedro, Mario y Carlos Rigual, sinuosos cubanos que incursionaban en el género canoro bajo el tautológico nombre de Los Hermanos Rigual. Habían nacido en Guantánamo, por si eso quiere decir algo.
Si encuentra usted una similitud nominal más que obvia entre Cuando calienta el sol en Masachapa y Cuando calienta el sol aquí en la playa es porque se trataba de la misma canción, salvo la omitida geolocalización.
Debe decirse en honor a la verdad que los Rigaul ya habían sido compositores de un éxito de éxitos: Corazón de melón (1). Pero su verdadera y definitiva proyección internacional se daría en el año 1962 con una canción ajena: Cuando Calienta el sol. Si encuentra usted una similitud nominal más que obvia entre Cuando calienta el sol en Masachapa y Cuando calienta el sol aquí en la playa es porque se trataba de la misma canción, salvo la omitida geolocalización. La historia de cómo cambió de manos la autoría de la misma es de una tristeza infinita.
Las versiones coinciden en ubicar a los tres hermanos Rigual frente a Rafael Gastón, y entre ellos, una botella de algún destilado alcohólico del cual la mayor parte del contenido encontrábase ya en el organismo del músico nicaragüense. Por un puñado de córdobas, dicen 400 (2), el nicaragüense le vendió su canción a los cubanos sin saber que la misma alguna vez se convertiría en la CTS, el Plenitud y el Ensure de un Luis Miguel deforme por el botox que peinando delicadísimos cabellos de ángel en vez de felina melena, intenta probar al mundo su inmortalidad.
Como habrán sido de oportunistas los Rigaul que antes de cumplir el año de esta apropiación compusieron un remedo de ese temazo. Sin ninguna vergüenza ni originalidad la intitularon Cuando brilla la luna. Decía:
Cuando brilla la luna
Y estás junto a mí
Siento en toda mi alma
La felicidad.
Una vergüenza. Rafael Gastón Pérez murió al año siguiente de que los hermanos Rigual se hicieran famosos con su canción. Tenía apenas 45 años, edad a la que Claudio Pizarro seguirá haciendo goles. Masachapa se quedó sin canción para siempre.