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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 16 de septiembre del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 16 de septiembre del 2021

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Edith Cavell fue una enfermera británica que pasó a formar parte de la historia como una heroína de la Primera Guerra Mundial. Ella curó a los heridos en combate desde su puesto en un hospital de la Cruz Roja en Bruselas, pero también ayudó a  más de 200 soldados del bando aliado a huir de la Bélgica ocupada. Por tal motivo fue acusada de traición y, posteriormente, ejecutada. 

Nació en 1865, en la localidad de Swardestone, Inglaterra. Tuvo una infancia difícil, pero se las agenció para recolectar dinero, junto a su padre, un reverendo anglicano, y realizar donaciones a familias todavía más desfavorecidas. 

En su temprana juventud decidió viajar por Europa. Primero trabajó como institutriz y luego, como voluntaria en un hospital gratuito en Austria, donde descubrió su verdadera vocación. 

Estudió y trabajó en distintos hospitales en Londres hasta que fue llamada para el cargo de matrona en un hospital en Bruselas, en 1907, y terminó dirigiendo la primera escuela de enfermeras de Bélgica. Incluso llegó a editar una revista, “La enfermera”, para compartir sus conocimientos. 

Estudió y trabajó en distintos hospitales en Londres hasta que fue llamada para el cargo de matrona en un hospital en Bruselas, en 1907, y terminó dirigiendo la primera escuela de enfermeras de Bélgica.

Antoine Depage, cirujano y director de la Cruz Roja, le encomendó la dirección de la Escuela Belga de Enfermeras Graduadas.  Antes, la responsabilidad de atender a los enfermos recaía únicamente en las monjas. A partir de la escuela que formó Cavell, la enfermería se convirtió en una profesión y un oficio remunerado.

Cuando estalló la guerra, Edith se encontraba cuidando de su madre en Swardestone. Al escuchar las noticias del avance de las tropas alemanas hacia Bruselas, decidió dejar a su madre a cargo de sus hermanos y regresó a su puesto de trabajo. 

“No puedo detenerme mientras haya vidas por salvar” es una de las frases que Edith dejó para la posterioridad. Efectivamente, no se detuvo. Curaba a los heridos, pero secretamente  ayudaba a los soldados aliados a escapar. También se dice que realizó actividades de espionaje al transmitir información sobre los movimientos alemanes. Escribía mensajes en los uniformes de los heridos y escondía misivas en las botas con las que volverían al frente.  

Al escuchar las noticias del avance de las tropas alemanas hacia Bruselas, decidió dejar a su madre a cargo de sus hermanos y regresó a su puesto de trabajo. 

Desde su posición de enfermera, Edith formó parte de una red de personas dedicada a que los soldados atrapados en Bruselas (los que quedaron rezagados en la retirada de las fuerzas aliadas) puedan huir hacia los Países Bajos, zona neutral.  Ella era la encargada de ocultar a los soldados en el hospital e, incluso, en su propia casa. Mientras tanto, atendía a los heridos, tanto del bando alemán como del aliado. 

Edith fue arrestada en agosto de 1915 y no tuvo reparos en confesar que había conducido con éxito a los soldados aliados a liberarse de un fin seguro. El 11 de octubre fue sentenciada a muerte por el tribunal militar alemán que la declaró culpable de traición. Esa misma noche, diversos personajes y autoridades políticas, pidieron la conmutación de la pena.

“He visto la muerte tan a menudo que no es algo extraño ni temeroso para mí”. dijo antes de ser fusilada. “El patriotismo”, también dijo, “no es suficiente y no debo tener odio ni amargura hacia nadie”.

La muerte de Edith a los 49 años se convirtió en una fuente de inspiración para miles de personas que decidieron alistarse en el ejército y servir a su país. 

En mayo de 1919, su féretro fue escoltado por tropas británicas a la Abadía de Westminster, donde se celebró un funeral de estado. Enfermera, mártir y espía, Edith Cavell, segura de haber hecho lo correcto, se convirtió en heroína gracias a su enorme coraje.

Edith Cavell (1865-1915)

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