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Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 24 de junio del 2021

Verónica Ramírez
Periodista

Mujer tenía que ser

Publicado el 24 de junio del 2021

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“Lo que más me gusta hacer es ir a donde nunca he estado”, dijo Diane Arbus, quien inició, a los 33 años, una serie de viajes por la marginalidad que inmortalizó con su cámara fotográfica en la Nueva York de los años sesenta.

Pero, antes de tener la libertad de ir donde nunca había estado, Diane Nemerov tuvo que seguir durante una temporada el destino que le correspondía. Hija de una familia que nunca conoció la adversidad, se casó pronto con Allan Arbus, de quien tomó el apellido y con quien tuvo dos hijas. Juntos se dedicaron a la fotografía de moda (negocio al que su familia materna estaba vinculada)  en revistas como Esquire, Harper´s Bazaar o Vogue. Allan y Diane trabajaban en equipo: ella creaba el concepto de la puesta en escena y asistía a las modelos, él disparaba la cámara. 

Hasta que un día Diane dijo “No puedo seguir con esto. No lo quiero hacer nunca más”. El medio era muy competitivo y las jornadas maratónicas, pero lo que Diane realmente odiaba de la moda era la mentira que implicaba. “La ropa no pertenece a las personas que la usan. Cuando la ropa sí pertenece a alguien asume sus defectos y características. Y eso es maravilloso”, dijo. 

Hasta que un día Diane dijo “No puedo seguir con esto. No lo quiero hacer nunca más”.

Entonces, Diane  empezó a ir a sitios antes inimaginables para ella. Abandonó los elegantes salones donde su vida tenía lugar  y se sumergió en los barrios marginales de Nueva York, territorios subterráneos que le ofrecían personajes estrafalarios: enanos, nudistas, discapacitados, prostitutas, pacientes psiquiátricos. 

“No era solo la verdad lo que buscaba, sino la Verdad”, escribió Arthur Lubow, autor de la biografía Diane Arbus: Portrait of a Photographer. “Quería que sus imágenes revelaran verdades profundas para sacar a la luz lo que era invisible para el ojo casual”.

Inspirada en un primer momento por la película Freaks, de Tod Browning, donde se presentan personajes circenses, tullidos y con deformaciones, Diane perseguía una galería de modelos extraña, singular. “Morgue, freak en su casa, mujer que practica roller derby,  prisión de mujeres, camioneta de la policía, matadero,  salón de tatuajes, club de corazones solitarios, mujer luchadora, mendigos, ciegos…”, dejó escrito en su cuaderno. La fotógrafa, que buscaba la belleza en lo innombrable, se mantenía alejada de los cánones estéticos y empatizaba con quien deseaba no ser visto como un ser marginal o solitario.

Inspirada en un primer momento por la película Freaks, de Tod Browning, donde se presentan personajes circenses, tullidos y con deformaciones, Diane perseguía una galería de modelos extraña, singular.

En el libro Sobre la fotografía, Susan Sontag fue muy crítica con Arbus. “No podía fotografiar a casi ningún ser humano sin exponer una ambivalencia desalentadora, por mucho que le interesara el rostro detrás de la máscara, para los que no tenían máscara, ideó una y la impuso”, escribió.

Como el término freudiano unheimlich, que sirve para designar el sentimiento que emerge cuando lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido como ajeno, Diane Arbus buscó navegar en las capas freáticas de la sociedad, donde se encontraban las personas que se asomaban a la superficie, pero nadie quería ver, esas personas que inspiraban temor, fobia o rechazo y que ella sacó a la luz en toda su rareza. 

El don de Diane Arbus consistía, como dijo alguna vez, en ver la divinidad en las cosas ordinarias.

Dos años antes de morir, logró vender dos fotografías al Museo Metropolitano de Arte (MET) a 75 dólares cada una. El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) también apostó por la artista que ya empezaba a despertar curiosidad y adquirió 7 fotos. Entre ellas, la famosa “Niño con una granada de juguete en Central Park”. Una copia firmada de la misma foto se vendió en 2015 por 785,000 dólares. 

“Una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes”, dijo la mujer que hizo de su propia vida una bóveda donde ocultaba depresiones, soledades e incestos. A los 48 años, Diane ingirió barbitúricos y se cortó las venas.

El interés por su vida y obra no ha cesado desde entonces. Cada tanto se publica una nueva biografía, se inaugura una retrospectiva en los grandes museos del mundo o surge un nuevo hilo con el que desenredar algún otro secreto sobre la fotógrafa. 

Las gemelas que inspiraron El resplandor, de Stanley Kubrick, el hombre tatuado en un carnaval, el tragador de espadas albino o el gigante del Bronx forman parte de un legado inmenso que habla siempre de la singularidad y la extravagancia.

“Comprar el regalo de cumpleaños de Amy, visitar la morgue”, escribió Diane Arbus, quien se atrevió a visitar los lugares donde nunca nadie había estado para buscar la verdad, su verdad. Una verdad que la convirtió en una artista tan singular, provocadora y extrañamente atractiva como los personajes que inspiraron su apasionante obra.

Diane Arbus (1923 – 1971)

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