Ahora parece natural, pero hubo un tiempo en que volar un avión era algo muy rudimentario. Cuando Carmela Combe decidió dedicarse a la aviación, las aeronaves alcanzaban una altitud de apenas 900 metros o menos, no tenían las cabinas presurizadas y tardaban más que un tren en llegar a su destino. Ni qué decir del ruido que hacían esas verdaderas latas aéreas, incómodas y sin aislamiento. Aún así, desde muy chica, Carmela sintió una fascinación por volar y se convirtió en la primera pilota del Perú.
Carmela nació en Lima, en 1898, cuando la aviación en el mundo empezaba a despegar después de muchísimos intentos por conquistar las nubes. En 1903, los hermanos Wright volaron por primera vez en un avión con motor. En 1910, Jorge Chávez fue el primer piloto en el mundo que logró cruzar los Alpes. El viaje, ya sabemos, no terminó bien, pero esa es otra historia. El caso es que Carmela quedó embelesada con estos personajes convertidos de pronto en héroes.
A los 14 años ya sabía conducir motos y autos que, en tiempos de tranvías y carretas, representaban la máxima revolución tecnológica.
A los 14 años ya sabía conducir motos y autos que, en tiempos de tranvías y carretas, representaban la máxima revolución tecnológica.
A los 20 años, Carmela tomó su primer curso y voló por primera vez con un instructor. Pocos meses después se inscribió en la Escuela de Aviación Civil de Bellavista y formó parte de la segunda promoción de pilotos peruanos. Un año después, y en contra de la voluntad de sus compañeros -que no veían con buenos ojos la incursión de una mujer en la aeronáutica-, voló sola por primera vez en un biplano de madera laminada.
Su madre, aterrada con la decisión, le decía “vuela bajo y despacito”. Carmela, que parecía no tener miedo a nada, hizo justamente lo contrario.
Consiguió un trabajo: tenía que transportar dinero desde Lima a Cañete para el pago de los trabajadores de una hacienda. Al regreso, el avión sufrió un desperfecto y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia a la altura de Chorrillos. Carmela volaba junto al piloto estadounidense Lloyd Moore. Ambos resultaron ilesos, pero Carmela sufrió varios golpes que le dejaron dolores crónicos de columna.
“Hay que tener valentía, serenidad y sangre fría para surcar el espacio aéreo”, dijo alguna vez.
“Hay que tener valentía, serenidad y sangre fría para surcar el espacio aéreo”, dijo alguna vez.
En otro punto del planeta, Amelia Earhart se preparaba para convertirse en la primera mujer en cruzar el océano Atlántico.
A Carmela se le uniría Inés Thomann, la primera mujer en obtener un brevete aéreo oficial, en 1939. También logró obtener un brevete de piloto internacional y se dedicó al transporte de pasajeros de rutas cortas.
Recién en 1996, muchísimos años después del primer vuelo de Carmela, se dispuso la incorporación de mujeres como oficiales, suboficiales y soldados en las Fuerzas Armadas. Hoy, en buena parte gracias al camino que inició Carmela, hay muchas mujeres pilotando aviones comerciales en el Perú.
Después de recibir varias condecoraciones y reconocimientos, Carmela se despidió de la vida a los 84 años.
“He sido muy feliz”, dijo alguna vez. “La vida me dio todo para poder demostrar que la mujer al igual que el hombre podía desarrollar las mismas actividades que la sociedad de ese entonces nos tenía vedadas”.
Carmela Combe (1898-1984)